A comienzos de abril, desde su granja sobre una colina a orillas del Lago Michigan, el inversor de fondos de cobertura Mark Spitznagel se resguarda del coronavirus en un paisaje que parece salido de un cuadro de Winslow Homer y disfruta una de las inversiones más exitosas de Wall Street.
En Idyll Farms, la productora de quesos de Spitznagel en la Península Superior de Michigan, pronto nacerán 40 cabras alpinas que pastarán en 80 hectáreas de pastizales para engordar y producir quesos, que se sazonarán con hierbas y miel. “Tenemos la mayor integración vertical posible”, afirma Spitznagel sobre su vivienda, que se reabastece naturalmente. Cuando no anda arreando cabras, Spitznagel, de 49 años, opera en los rincones más jugados de los mercados financieros; es un experto en operaciones con riesgos engañosos.
La otra empresa de Spitznagel, la operadora de activos Universa Investments (valor de mercado: US$ 4.300 millones), con su equipo de una docena de doctores, matemáticos y expertos en trading, gana plata haciendo operaciones que casi siempre pierden pequeñas sumas de dinero, pero muy de vez en cuando consiguen recompensas extraordinarias. Universa compra contratos de opciones de corto plazo que protegen contra una explosión de volatilidad o un desplome de los mercados, opciones muy “convexas” y “fuera de dinero”. En criollo, estas operaciones solo dan plata si ocurre un derrumbe repentino de gran magnitud.
Así, todos los días, inversores de todo el mundo ganan un poquito de plata sin esfuerzo vendiéndole opciones a Spitznagel, hasta que un día ?quizás una vez cada cinco o diez años? aparece un cisne negro: unos terroristas chocan aviones contra rascacielos o una pandemia global congela la economía del mundo. Entonces, se da vuelta la tortilla y Spitznagel gana una montaña de plata, más que suficiente para compensar todos esos días de pequeñas pérdidas. Y todos los que mordieron la carnada de Spitznagel quedan atrapados en una operación que deja pérdidas casi inconmensurables. A veces, se van a pique.
Fue lo que pasó en marzo, mes en el que el índice S&P 500 llegó a desplomarse casi 30% y perdió billones de dólares en valor de mercado. Spitznagel había comprado opciones de venta o puts ?el derecho a vender en el índice a un precio determinadó muy por debajo del precio dominante en el mercado, y la empresa tuvo el mejor mes de su historia. Ese mes, el fondo principal de Universa, llamado “Black Swan Protection Protocol” (protocolo de protección contra cisnes negros) brindó un retorno impresionante a sus inversores: 3.612%. Así, este año ya avanzó 4.144%.
Spitznagel hizo carrera aprovechándose de la codicia de los traders, que prefieren ganar plata rápido a asumir riesgos con prudencia. Para obtener esas ganancias rápidas, los operadores no tienen problema en asumir los llamados “riesgos de cola”, la posibilidad muy remota de sufrir pérdidas enormes. Tarde o temprano, alguien cae. Cuando se desata un pánico financiero o surge algo inesperado como el coronavirus, la empresa de Spitznagel deja de ser una especie de entidad benéfica y se transforma en una potencia financiera llena de coberturas valiosas. Entonces, Spitznagel atiende la nueva demanda inmediata de los operadores: el miedo.
“Explotamos propiedades de los mercados que tardan muchos años o incluso décadas en aparecer”, afirma Spitznagel. En los puntos álgidos de las crisis, sus operaciones, que en épocas de vacas gordas son casi gratis, pueden venderse a precios casi infinitos. “La liquidez es el precio de la inmediatez. Es lo que captamos en ambos extremos de nuestras operaciones”, filosofa Spitznagel.
Forbes estima que en marzo, las operaciones de protección de Spitznagel le costaron menos de US$ 100 millones y rindieron por lo menos US$ 3.000 millones para los clientes de Universa, plata que podría inyectarse en los mercados en ruinas o guardarse bajo el colchón. La letra chica de los documentos que presentó Universa ante los entes reguladores muestra que la empresa protege carteras con un valor de US$ 4.300 millones, pero en un día normal de trabajo puede llegar a usar solo 2% o 3% de ese capital. Es por eso que no surgieron “billonarios” en marzo.
A los inversores de Universa, el retorno de 4.144% que obtuvieron les costó más de 1% al año debido a las pesadas comisiones que cobra la empresa (2% de los activos administrados y 20% de las ganancias), según un análisis que hizo Forbes de los documentos presentados por la empresa. Contabilizando el botín de marzo, el fondo Black Swan aumentó 76% por año el capital de los inversores desde que se fundó en 2008. Es un buen resultado, pero hasta el 31 de diciembre de 2019, el retorno compuesto a largo plazo apenas si superaba el del S&P 500 en el mismo período. Además, las “fuerzas del bien” en el mercado, como la Reserva Federal de EE.UU., están tratando de desbaratar la operación que le da de comer a Spitznagel.
Vida y obra de un buen perdedor
Criado en Northport, Michigan, donde su padre era pastor protestante, la vida de Spitznagel cambió a los 16 años, cuando fue a la Chicago Board of Trade para visitar a un amigo de la familia, Everett Klipp, director de una operadora de futuros. Klipp le enseñó al impresionable Spitznagel las virtudes de sufrir pequeñas pérdidas. En 1993, a los 22 años, tras recibirse en la Kalamazoo College de Michigan, Spitznagel compró un espacio en la CBOT para operar con futuros de bonos del Tesoro de EE.UU. y en eurodólares. La CBOT era el frente caótico y revoltoso del capitalismo más estridente y el paraíso para Spitznagel, de tendencias libertarias, que tiene enmarcada en la oficina la ropa que usaba esos días, una campera celeste "manchada de sangre” y una corbata Adam Smith.
En 1997, Spitznagel vivió la crisis financiera de Asia, que lo convenció de refinar un estilo de invertir para sacar rédito de los pánicos. En 1999, se anotó en el Instituto Courant de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Nueva York, donde estudió con Nassim Taleb, el creador de la teoría del cisne negro. Fundó Universa unos meses antes de la crisis de 2008.
Ese año, Universa tuvo un retorno de 115%. Spitznagel usó lo ganado con su estrategia para comprarle a Jennifer Lopez una mansión en Bel-Air a una cuadra de la casa de su héroe, Ronald Reagan. Cinco años después, publicó The Dao of Capital, un denso tratado económico libertario de 368 páginas en el cual criticó duramente a los bancos centrales por la crisis.
La mayoría de los operadores bajistas tratan de adivinar cuándo explotarán las burbujas. La táctica de Spitznagel es distinta: sin importar las circunstancias, siempre pierde centavos en el mercado para mantener su arsenal de apuestas bajistas, que podrían valer miles de veces lo que cuestan si colapsan los mercados. Ahora apareció la madre de todos los cisnes negros, la pandemia de coronavirus de 2020, que destruyó los mercados de acciones de todo el mundo en cuestión de semanas.
A Spitznagel no le preocupa la táctica de la Reserva Federal de rescatar al mercado y la economía cueste lo que cueste, dado que el organismo ya inyectó US$ 6 billones de dólares en diversos mercados de valores. “La deuda soberana tiene un límite, al igual que los pasivos de los bancos centrales? No bromeo cuando les doy las gracias a los bancos centrales del mundo por mis negocios”.
Autor: Antoine Gara
Traducción: Santiago Farrell