Mientras las tasaciones de las compañías europeas y norteamericanas caen al ritmo del avance del coronavirus, China aprovecha para comprarlas a precios regalados.
Esta semana, la OTAN hizo sonar la alarma sin señalar a nadie. “Esta pandemia podría tener efectos geopolíticos importantes”, declaró el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en una conferencia web de ministros de Defensa organizada el miércoles. “Algunos aliados son más susceptibles a vender infraestructura fundamental a precio de liquidación”, afirmó Stoltenberg.
Naturalmente, se refería a China, que anda ocupada comprando puertos griegos. Beijing también es dueña de los textiles italianos; Italia ya no fabrica ni cafeteras. China Overseas Shipping Company (COSCO) es dueña del 90% de la única operadora de terminales en Bélgica, tiene una participación del 51% y el control administrativo de terminales portuarios en Valencia y Bilbao y participaciones minoritarias en otros terminales en Amberes, Las Palmas y Rotterdam, según un estudio publicado por un think tank neerlandés en diciembre de 2019, disponible en este enlace.
John Sawers, exjefe del MI6, declaró esta semana a Sky News: “Necesitamos esforzarnos más para impedir que las empresas chinas se compren toda la tecnología de Occidente. No creo que se trate de una amenaza existencial como lo era la Unión Soviética en la Guerra Fría, pero va a haber una fuerte rivalidad por el control de la tecnología”.
Desconfianza
Las autoridades de seguridad de varios Gobiernos están preocupadas por que China aproveche la pandemia para comprar influencia. Lo que es más importante, todo esto sugiere que está aumentando la desconfianza hacia China entre sus principales socios comerciales.
Otra incógnita es el futuro de Huawei, que podría quedarse afuera, aunque hasta el momento se prohibió más que nada que fabricantes estadounidenses de componentes de hardware como Intel le vendan productos a Huawei para su red 5G, no para sus celulares, y esas restricciones se aplicaron de manera intermitente.
En gran parte, el declive de las fusiones y adquisiciones realizadas por empresas chinas en EE.UU. se debe a la guerra comercial y a las normas impuestas por el Comité de Inversiones Extranjeras en EE.UU. del Departamento del Tesoro (CFIUS, por sus siglas en inglés). En 2018, el volumen de fusiones y adquisiciones salientes de China se achicó por segundo año consecutivo al caer 23% tras tocar un pico en 2016. Con todo, ese volumen seguía estando aproximadamente un tercio por encima de los niveles anteriores a 2016 en cuanto al valor total de las transacciones.
Por un lado, la moderación del crecimiento económico, el endurecimiento de las normas ambientales y el alza de los salarios en China están llevando a las empresas del país a mudarse al Sudeste Asiático. Por otro lado, lo que llama la atención de la OTAN, las empresas chinas están haciendo compras para meterse en sectores estratégicos de otros países.
Las entidades crediticias públicas del Gobierno chino refuerzan el poder adquisitivo de las empresas del país que salen a comprar. Pese a los controles de capitales y medidas para frenar la inversión extranjera, Beijing hace todo lo posible para que las empresas privadas expandan sus marcas fuera del país. Como los mercados de valores de Europa son más débiles que los de EE.UU., el Viejo Continente resulta más receptivo al capital chino, especialmente en sectores no estratégicos como el retail, porque se trata de la clase de mercados globales donde los consumidores tienen plata para gastar.
Autor: Kenneth Rapoza