Si hay alguien que quiere que 2019 se termine de una vez, probablemente sea el presidente de China, Xi Jinping.
En los últimos 12 meses, China Continental registró su crecimiento más bajo desde principios de los años noventa, tuvieron lugar las manifestaciones por la democracia más grandes de la historia de Hong Kong y los abusos contra los derechos humanos de Pekín suscitaron cada vez más críticas. Al adoptar una postura tan autoritaria, Taiwán se alejó del alcance de Pekín, y algunos titubeos políticos pusieron en duda la fe de los miembros del Partido Comunista en el estilo de gobierno de Xi.
Pero Xi enfrenta un desafío aún más grande, y no son solo las escenas que arma Donald Trump con la guerra comercial. Más bien son 13 billones (millones de millones) de desafíos.
Ese es el volumen en dólares del mercado de bonos onshore de China. Suele pregonarse que el crecimiento y desarrollo de ese mercado es un ritual de transición vital para la segunda potencia económica mundial. Sin embargo, el problema con los mercados de deuda es que tienden a exponer rajaduras en los sistemas financieros.
Ese es el peor problema para Xi. Seguir creciendo más de 6% es razonablemente fácil para una economía verticalista. Incluso en plena guerra comercial, el partido de Xi puede encargar proyectos de infraestructura gigantescos, bajar impuestos y apretar a los Gobiernos locales para que otorguen más estímulos fiscales. Hasta tiene su propio cajero automático: el Banco Popular de China.
El tema es que cuanto más se toma prestado, más pueden plantarse los inversores y más posibilidades hay de que hasta el Gobierno más autoritario del mundo pierda el control si los acreedores defienden sus intereses. Ese riesgo está creciendo de la mano de un récord de defaults de deudas en el sector privado.
Según Fitch, el 4,9% de las empresas privadas no cubrió vencimientos de bonos entre enero y noviembre. En todo 2018, esa cifra fue de 4,2%. Combinando empresas estatales y privadas, los valores onshore en riesgo de default de las empresas chinas están creciendo rápidamente, de nada hace unos pocos años a por lo menos US$ 18.000 millones en lo que va de 2019.
Cabe una advertencia: solo podemos hablar de los riesgos de default que conocemos, los que admiten los entes reguladores en Pekín, no los que entierran bajo montañas de ayuda estatal.
Mientras Xi lucha por mantener el crecimiento por encima del 6%, su objetivo para 2020, la carga de deuda y el apalancamiento del sistema financiero de Beijing continuarán creciendo. Aquí, vale la pena señalar los comentarios recientes de Ma Jun, un asesor externo del Banco Central de China, quien le dijo al periódico Securities Times que Beijing necesita reducir los "riesgos sistémicos".
Ma está particularmente preocupado por el excesivo endeudamiento de los gobiernos regionales, que podría desencadenar una "reacción en cadena" de incumplimientos. Estos vehículos de financiación del gobierno local, (LGFV por sus siglas en inglés), han estado en el centro del auge de la construcción de infraestructura de la nación. Son el combustible que impulsa las innumerables autopistas de seis carriles, los aeropuertos internacionales y otros elefantes blancos que se están construyendo alrededor de la nación más poblada del mundo.
Sin embargo, también son responsables de la "Enronización" de la economía de China. Los LGFV son, esencialmente, esquemas extraoficiales. Son vehículos que llevan una garantía percibida del gobierno, a pesar de que no existe. Sin embargo, como sugiere Ma, Beijing podría permitir que los LGFV más fuertes absorban a los más débiles, incluso si se encuentran en otras provincias. Piense en ello como un rescate sin rescate.
También están apareciendo indicios de dificultades en el mercado de deuda offshore. Este año hubo defaults sobre por lo menos US$ 75.000 millones en deudas. Como en los próximos 24 meses vencen más de US$ 200.000 millones, Standard and Poor?s advierte que se están multiplicando los casos de vencimientos impagos.
Mientras tanto, China autoriza a cada vez más inversores extranjeros a operar en sus mercados .En abril, partes del mercado onshore chino, de US$ 13 billones, fueron incorporadas al índice Bloomberg Barclays Global Aggregate Index. Eso les mete presión a los demás índices ?entre ellos, el JPMorgan Government Bond Index y el FTSE World Government Bond index? para que incluyan a China y aumenten sus ponderaciones.
Por supuesto, el riesgo es que los inversores extranjeros son difíciles de callar. Los analistas de Wall Street que aparecen en CNBC y Fox Business son propensos a criticar las rarezas del mercado chino. Si se percibe que falta transparencia, gobernanza corporativa o procedimientos de liquidación, Pekín corre el riesgo de perder reputación; más todavía si a las autoridades se les arrebatan los defaults y ocurre una fuga de capitales.
Estas tensiones, probablemente más que nada, llegarán a un clímax en 2020 de formas que exigen la atención de Xí y de los inversores en todo el mundo, si es que tropieza la primera potencia financiera de Asia.
Por William Pesek