El Observatorio Pierre Auger de Malargüe es un experimento de US$ 55 millones que busca detectar los subproductos ópticos de los rayos que atraviesan la atmósfera.
Dieciséis países participan de este proyecto para detectar y estudiar las características y el origen de los rayos cósmicos de ultra-alta energía, partículas cuya energía equivale a más de 100.000 veces la que se puede generar con aceleradores artificiales.
En plena pandemia de coronavirus, los 1.610 detectores de superficie del proyecto siguen tomando datos, pero los equipos de mantenimiento no están operando en campo.
Cómo funciona
Un rayo cósmico es una partícula subatómica cargada; se piensa que son protones. Sin embargo, lo que podemos detectar desde la Tierra son los efectos secundarios de esas partículas cuando interactúan con la atmósfera terrestre, el espectro de radio o el interior de enormes tanques de agua.
Pero los rayos cósmicos son difíciles de estudiar por cómo se propagan por el espacio interestelar y el medio intergaláctico. Los rayos de cósmicos de más baja energía tienden más ser desviados irreversiblemente de sus fuentes de origen por campos magnéticos estelares y galácticos, por lo cual los astrofísicos no tienen idea del origen de la mayoría de esos rayos, los que vuelve casi inútiles para estudiar la astrofísica cósmica.
“Cuanto más lenta sea la partícula y más baja su energía, más probable es que se desvíe de su trayectoria rectilínea original”, afirma Alberto Etchegoyen, astrofísico y representante de Argentina en el Auger.
Pero cada tanto el Auger tiene suerte. Fue lo que pasó hace poco, cuando detectó rayos cósmicos de ultra-alta energía cerca de Centaurus A, una galaxia activa con brote estelar a unos 12 millones de años luz de distancia.
Detectamos rayos cósmicos de ultra-alta energía de Centaurus A que probablemente se originaron en el agujero negro supermasivo de la galaxia en dos ocasiones, cuenta Beatriz García, una astrofísica que trabaja en el Auger, desde su oficina en Mendoza capital.
Hasta la fecha, el mayor logro del observatorio fue confirmar que en efecto, los rayos cósmicos de más alta energía se originan más allá de nuestra galaxia.
De Mendoza al universo
Los detectores están diseminados en un círculo amplio con un diámetro de 60 a 70 km alrededor de Malargüe, una ciudad de solo 40.000 habitantes. En condiciones normales, las oficinas en Malargüe tienen cerca de 40 empleados, que suelen ir todos los días a los campos para cambiar componentes electrónicos, baterías y paneles solares.
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Gracias a una obra de actualización de US$ 16 millones ?que se terminará a fines de 2021? se colocarán nuevos detectores, sensores, equipos de comunicaciones y una red entera de sistemas interconectados que funcionarán con energía solar.
El proyecto, apodado AMIGA (Auger Muon and Infill for the Ground Array), permitirá que los investigadores extiendan el alcance de los rayos cósmicos a energías más bajas y distingan mejor qué tipo de partículas cargadas está penetrando nuestra atmósfera.
El objetivo del proyecto AMIGA es contar los muones en los rayos cósmicos, afirma García. Los muones tienen una relación directa con la masa de la partícula primaria de un rayo cósmico, explica la astrofísica.
No será fácil de obtener ese tipo de detalle y análisis de datos, pero es todo lo que desean los que se pasan día y noche trabajando en este paisaje encantador en el corazón de la naturaleza argentina.
Autor: Bruce Dorminey