Mes de las Empresas B: desafíos y oportunidades de las compañías de triple impacto
Cecilia Valleboni Forbes Staff
Cecilia Valleboni Forbes Staff
Durante el mes de marzo, las Empresas B de todo el mundo se proponen visibilizar el compromiso y accionar de las compañías de triple impacto (generar valor económico, social y ambiental) y, junto con Sistema B, buscan mostrar que el cambio hacia negocios más inclusivos, equitativos y regenerativos para todas las personas y el planeta es posible (y necesario).
Marina Arias, Directora Ejecutiva de Sistema B Argentina, resalta el desafío de mantener la convicción en el impacto positivo que generan y aggiornarse a los avances que se van generando. "Es una organización que se va adaptando a los desafíos que se presentan para seguir nuestro propósito. Cuando arrancamos hace 13 años, los retos eran totalmente distintos", asegura. De hecho, la pandemia fue un gran impulsor de crecimiento. En diciembre de 2019, había 100 empresas con la certificación en el país. Hoy, son 244. Este movimiento global alcanza a más de 9.500 empresas en el mundo, de las cuales 1.200 se encuentran en América latina.
Para lograr la certificación como empresa B se evalúan cinco áreas del negocio: Gobernanza, Trabajadores, Clientes, Comunidad y Medio Ambiente. Sistema B -junto a B Lab- se encarga de otorgar las certificaciones en Argentina. "Es un movimiento que sigue creciendo. En un momento necesitábamos hacer una masa crítica de empresas mostrando que esto era posible. Ahora empezamos a cuestionarnos otras cosas y lo que estamos persiguiendo es un cambio de paradigma económico", cuenta la ejecutiva sobre los nuevos estándares que aplicará para la certificación y que comenzarán a regir en 2026. "Esto pone la vara más alta. Pero también pone a las Empresas B en un lugar no de nicho, sino de faro", se entusiasma.
A fines del año pasado, Sistema B selló una alianza con la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de la República Argentina (FEGHRA), con el objetivo de trabajar en conjunto para promover un sistema económico inclusivo, equitativo y regenerativo en las empresas del sector, donde hay pequeñas, medianas y grandes.
"Como desafíos, las Empresas B enfrentan lo mismo que viven otras empresas. El mayor diferencial se da en las oportunidades: son empresas con gran capacidad de resiliencia, adaptación e innovación", asegura Arias. Y añade: "Además tenemos la ventaja que el consumidor tiene cada vez más conciencia. No da lo mismo comprarle a una empresa responsable o no. Eso irá en aumento". También sucede que este camino puede convertirse en un buen negocio, en un mundo en que cada vez más se buscan proveedores que cumplan con los parámetros de la responsabilidad social.
Una de las empresas que eligió este camino es Organ&Co, una empresa de venta al público de cosmética natural y ecológica fundada en 2001, en una época en la que imponer este tipo de consumo era difícil. El precio elevado, el desconocimiento y el esnobismo ocasional eran barreras a superar. "La sustentabilidad no era un capricho, sino una convicción. Creíamos firmemente en la dirección hacia la que el mundo se movería en poco tiempo", cuenta Gabriela Mazza, directora de la firma que tiene 8 empleados y facturó $ 600 millones en 2024. Con el tiempo, para formalizar el compromiso con la sustentabilidad, trabajó para obtener la certificación. "Cumplíamos la mayoría de los requisitos, pero era necesario organizarnos, poner todo en números y estadísticas. Para optimizar nuestras gestiones y medir nuestro impacto, recurrimos a una empresa consultora y logramos certificar en 2024", destaca. Y añade: "La certificación B no solo aporta credibilidad y diferenciación, sino que también nos abre puertas a nuevos mercados".
También a principios de este milenio -a mediados de los 2000- nació Aritza, de la mano de Mariano Carballo y Leo Merlo (a quienes posteriormente se sumó Marcelo Lang). En el inicio se orientaron hacia lo gourmet, pero experimentaron una reconversión como productores de alimentos funcionales con valor agregado. Esto potenció la idea rectora: elaborar aderezos argentinos de alta calidad. La compañía tiene 20 empleados y produce 200 tn/anuales. Además, tiene una proyección de facturación de $ 2.000 millones y prevé exportar 20 a 25% de la facturación. "Habíamos escuchado algo acerca del 'movimiento B' a nivel global. Nos pusimos en contacto y el equipo de Sistema B Argentina nos asesoró en un momento en que todavía no había tantas empresas miembro. Lo primero que cambió es la toma de conciencia respecto de que no estábamos solos en la manera de trabajar que estábamos implementando", aseguran desde la empresa que certificó en 2019. Para los emprendedores, los desafíos son muchas veces oportunidades. "Nos interpela la chance de desarrollar una economía más inclusiva y sostenible. Veníamos trabajando en este sentido y redoblamos los esfuerzos. Las prácticas 'B' no son otra cosa que nuestra manera de movernos", admiten.
En tanto, la historia de Buplasa comenzó hace más de 40 años y es una de las empresas pioneras en el desarrollo de soluciones plásticas de alta calidad con impacto positivo. Fundada en 1982 por Carlos Busnelli, comenzó como una empresa especializada en el desarrollo de productos plásticos para la industria cosmética, farmacéutica y promocional. En 2001, tras el fallecimiento de Carlos, su hija Laura Busnelli y Alejandro Biaggio asumieron la conducción de la empresa. Bajo el liderazgo de Laura, Buplasa comenzó un proceso de transformación enfocándose no solo en la calidad, sino también en el impacto que generaba. "En 2020 nació nuestra marca Buply con su línea de productos para el hogar con impacto positivo, elaborada con material reciclado y bioplásticos", cuenta la empresaria, que emplea a más de 50 personas y tiene una planta industrial de 6.500 m2. "Fue un largo proceso de evaluación que necesitaba del esfuerzo y compromiso de todo el equipo. Trabajamos juntos, colaborando desde todas las áreas, para lograr que nuestra empresa fuera reconocida por su compromiso con el impacto social y ambiental", cuenta sobre la certificación. "Ser una Empresa B nos lleva a repensar constantemente cómo operamos y cómo impactamos en el mundo. Esto implica revisar nuestros modelos de negocio para asegurarnos de que sean más responsables, sostenibles y alineados con nuestros valores".
Ricardo Parra, fundador de Las Quinas, que se dedica a producir alimentos con triple impacto, coincide en la importancia de obtener la certificación. "Las oportunidades vienen de la mano de la tendencia mundial a ser una Empresa B, lo cual abre puertas principalmente en el mercado externo y nuevas oportunidades en el mercado interno, porque cuando uno compra elige el mundo en el que quiere vivir", asegura el empresario, que decidió certificar en 2015. La compañía elabora cerca de 100.000 frascos mensuales, y desembarcó en el mercado japonés.
También del rubro de alimentos, Zafrán certificó como Empresa B. Fundada en 2012 por Charly Rivero Haedo y Nito Anello, se plantearon el objetivo de hacer una empresa que mejore la alimentación de las personas. Hoy produce 50.000 barras por día en la planta de San Martín y emplea a 42 personas (más de la mitad del equipo pertenece a diversos colectivos con altas barreras de empleabilidad). "La certificación fue una reafirmación de los valores de Zafrán. Desde el primer día supimos que nuestra ambición es más grande: nos propusimos mejorar el mundo a través de una alimentación que nutra, que genere trabajo inclusivo y regenere la tierra. Con la certificación, este propósito se formalizó en el estatuto de la empresa, ampliamos el deber fiduciario de los accionistas y reforzamos el compromiso de una gestión transparente que mida el impacto social y ambiental", aseguran desde la empresa. Para los emprendedores, el principal desafío es impulsar un cambio cultural profundo, una nueva forma de hacer negocios con la vida en el centro. "La clave es tener claro un propósito y avanzar gradualmente hacia "lo que queremos ser". Lo esencial no es el sello sino comprometerse con una mejora honesta del impacto", destaca.
Otro caso que nació durante la pandemia es Compostame -fundada por Emilia Erramouspe Saravia y Amalia Ares Giusti-, que diseña, desarrolla y comercializa packaging compostable para acelerar la transición hacia un modelo de producción y consumo más sostenible. "Partimos de una premisa clara: la basura es un error de diseño. En la naturaleza, los desechos no existen, todo se reintegra al ciclo", cuentan. Además de ofrecer líneas de productos listas para su uso, trabaja en el desarrollo de soluciones a medida para empresas que buscan integrar la sostenibilidad en su cadena de valor. Facturan $ 200 millones y comercializan 1 millón de envases al año. "Ser una empresa B significa que pensamos tanto en el negocio cómo en el impacto que este genera. No estamos acá sólo para hacer packaging, los productos que diseñamos son un medio para llevar adelante nuestro propósito", destacan.
Luis Arguello Pitt y Eduardo Castro crearon Optimizar Forestal a fines de 2017, una empresa dedicada al desarrollo de proyectos forestales sostenibles, abarcando desde la producción de plantas y el diseño hasta la ejecución de los mismos. "Surgimos como un emprendimiento tradicional de reforestación en las sierras de Córdoba, con viveros forestales ubicados en Villa Yacanto y La Granja. Unimos fuerzas con el objetivo de ofrecer una solución integral, llave en mano, para los productores que deseaban cumplir con los requisitos de la ley agroforestal, que busca generar cerca de 100.000 hectáreas de proyectos para 2028", destaca. En sus viveros, tiene capacidad para producir 1.200.000 plantas anuales, con un stock inmediato de 700.000 plantas. En 2024, facturó $ 703 millones. "Con las casi 3.000 hectáreas ya ejecutadas, tenemos un potencial de captura de aproximadamente 600.000 toneladas de CO2 en los próximos 25 años", aseguran.