Aunque ya parece un éxito lejano, el IPC de enero en "apenas" 2,2% fue, sin dudas, el dato más celebrado del último mes aunque, paradójicamente, suma presión al equipo económico sobre una de las promesas clave de campaña, todavía incumplida: la eliminación del cepo.
El discurso oficial es siempre impreciso respecto de los tiempos sobre el asunto. Y la última definición del Presidente al respecto fue más bien laxa: "en 2026 ya no habrá más cepo". Es decir que todas las especulaciones -¿será en los próximos dos meses una vez cerrado, si es que ocurre en ese plazo, el acuerdo con el FMI? ¿O en plena liquidación de la cosecha, incentivada por la baja de retenciones? ¿O, tal vez, lo más seguro será después de las elecciones?- siguen vigentes ya que ni en sus proyecciones más pesimistas el mercado imaginó antes de esas declaraciones un 2026 encepado.
Pero lo cierto es que, sin fechas, Javier Milei sí fue muy claro en cuanto a las condiciones que se deben cumplir para alcanzar la meta. Superado el escollo de la deuda del Banco Central (los célebres pasivos remunerados) que fue transferida al Tesoro y con la brecha cambiaria oscilando en torno al 10%, con la inflación de enero se tachó otro punto de la lista. Aquel, según Milei, que indicaba que la inflación debía rondar 2,5%, lo que equivale a 0% de acuerdo a la mirada oficial ya que se trata de la "inflación autoinducida" por el programa económico compuesta de la inflación internacional y la suba mensual del dólar de 2% (que ya se recortó a la mitad).
Queda, sin embargo, una última condición, la más técnica y la que todavía llevaría varios meses cumplir. ¿Cuántos? Entre seis y ocho meses. Peligrosamente cerca de las elecciones de octubre.
El requisito señalado indica que la base monetaria, es decir el dinero circulante más los depósitos coincida con la "base monetaria amplia", es decir, agregando a la ecuación anterior los pasivos remunerados. Esa coincidencia, según el economista de corte libertario Federico Domínguez, autor de "La Rebelión de los Pandemials", está cada vez más próxima. "Se acerca el día en que la base monetaria (efectivo en circulación + depósitos bancos en BCRA) choque con la base amplia (BM + pasivos remunerados). A partir de ahí, el tipo de cambio se derrumba porque la escasez de pesos será fenomenal: se empezará a ver a gran escala la competencia de monedas", sostuvo Domínguez. Para poner esa dinámica en números, la base monetaria amplia está congelada en $47 billones mientras que el circulante más depósitos totalizan $31 billones. Según el ritmo de crecimiento de esta última, proceso de "re monetización de la economía", será el timing del levantamiento del cepo y, sobre todo, la definición de un nuevo régimen cambiario. Según el economista, el mentado choque se produciría en el segundo semestre. Entre sus pares se discute si será en agosto o noviembre. En cualquier caso, está pasando.
"La cantidad de pesos está creciendo, el canal de crédito funcionando y el BCRA compra dólares. Es el proceso de remonetización de la economía y es bueno que pase, sin eso no habría recuperación de la actividad", aportó Gabriel Caamaño, director de la consultora Outlier.
En ese derrotero, de todas formas, falta un elemento central: el acuerdo con el FMI. En cuotas o en un solo pago, el entendimiento implicaría fondos frescos por USD 10.000 a USD 15.000 millones, lo que aceleraría el proceso. De hecho, es una de las condiciones clave que exige el Fondo. En el Gobierno aseguran que al acuerdo sólo le "falta el moño", instancia que es más o menos inminente según los cimbronazos que depara el mercado. Por ejemplo, el de esta semana, cuando se derrumbaron acciones y el riesgo país volvió a superar los 700 puntos básicos. Con reacción rápida, Caputo anunció su viaje el próximo jueves a Sudáfrica para participar de la reunión del G20 donde se volverá a encontrar con la titular del organismo, Kristalina Georgieva e instaló la expectativa de que se traería, ahora sí, el acuerdo bajo el brazo.
Pero todavía hay diferencias. Mientras el Fondo apunta a "nuevas medidas cambiarias" contrarias al sendero de dólar planchado que sostiene el Gobierno, los negociadores argentinos advierten que el levantamiento del cepo podría traer aparejado el problema inverso al que todos temen. En vez de provocar un salto cambiario (que podría ocurrir inicialmente), la dificultad que advierte el equipo económico a mediano plazo es un aluvión de dólares que presionen a la baja, y no al alza. Eso provocaría aún más problemas de "competitividad", al menos para los sectores exportadores tradicionales. Comúnmente se denomina ese fenómeno como "enfermedad holandesa", una de las pocas que la economía argentina no tuvo hasta ahora.