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Un multimillonario noruego quiere salvar al océano (de él mismo)

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27 Abril de 2020 12.12

Kjell Inge Røkke construyó una fortuna de US$ 1.700 millones depredando océanos con sus pozos petroleros y la pesca masiva. Ahora quiere limpiar sus consecuencias con una ONG ambientalista.

Frente a las costas de Bratt­våg, Noruega, a unos pocos cientos de kilómetros al sur del Círculo Polar Ártico, el Rev, de 182 metros de largo, se asoma sobre el Atlántico Norte. Es la cáscara de un barco: fraguado, pero todavía no equipado, con un casco color marrón y negro que le da el aspecto de un barco naufragado al que dragaron. “Preveo que pasaré dos meses por año en ese barco”, afirma su dueño, el multimillonario noruego Kjell Inge Røkke.

No se trata del típico juguete de un multimillonario. A bordo también hay ocho laboratorios y un vehículo operado remotamente que puede sumergirse hasta 5.800 metros.

El Rev es una contradicción ambulante. Por un lado, es el súper yate más grande del mundo ?el colmo de la autocomplacenciá y salió unos US$ 350 millones. Por otro lado, Røkke prefiere presentarlo de otra manera: el Rev, insiste, es un barco de investigación.

El plan es sencillo: Røkke, de 61 años, permitirá que los científicos usen el barco sin costo para marcar las zonas del océano con basura, estimar el stock de peces y testear los niveles de acidez del agua. Cuando no estén en el barco, Røkke lo usará para ocio o se lo alquilará a las celebridades más glamurosas del mundo y donará lo que cobre a proyectos de conservación.

Contradicción

Como su yate, Røkke es una contradicción. El noruego sacó su fortuna de US$ 1.700 millones de los mares, desde la pesca con redes de arrastre y la perforación de pozos petrolíferos offshore hasta el transporte marítimo comercial. “Soy parte del problema”, admite. Ahora afirma que quiere limpiar, pero no vender su cartera de empresas contaminantes. “No necesitamos que nos reconozcan nada”, declara. “Solo queremos la satisfacción de formar parte [de la solución]”.

Røkke se crio en el seno de una familia modesta en Molde, Noruega. Aquejado por la dislexia, dejó la escuela en noveno grado. Empezó a trabajar como marinero de cubierta en un barco pesquero noruego y cuando tenía 21 años, se mudó a Seattle para trabajar en un barco de pesca con arrastre. Cuando terminó su primera temporada, sufrió una crisis existencial.

Lo primero que decidió fue ahorrar mucho dinero. “Mientras mis amigos se iban a México o Hawái, yo seguía en casa fabricando equipos de pesca para el barco”, cuenta. Para 1982, ya tenía los US$ 75.000 que necesitaba para pagar el anticipo y que le entregaran a cuenta su propio barco, un bou de 21 metros de largo.

Dos años después, ese barco se prendió fuego. Compró otro, que encalló y se hundió. Por algún motivo, los bancos le siguieron prestando a Røkke y así pudo volver a empezar. Con el tiempo, armó una pequeña flota de barcos, que para 1987 se había transformado en toda una empresa, American Seafoods, que pescaba abadejos frente a las costas de Alaska.

Con las finanzas reforzadas, en gran parte gracias a subsidios del Gobierno noruego, sus barcos pescaron muchísimos peces de primera calidad, que se cortaban en filetes y se vendían. Esos pedazos se convirtieron en carne y aceite de pescado.

“La empresa de Røkke terminó controlando el 40% del abadejo pescado en EE.UU.”, afirma el ecologista Kevin M. Bailer en su libro Billion-Dollar Fish.

Regreso a Noruega

En 1990, Røkke volvió a prestarle atención a Noruega, que por entonces se estaba recuperando de una crisis económica. Seis años después, compró una participación mayoritaria en Aker, uno de los conglomerados más grandes del país, concentrado en la construcción de barcos y los servicios de perforación offshore. Hoy, Aker es el nombre de la empresa de capital abierto de Røkke; su cartera genera US$ 9.400 millones en ingresos anuales.

En 2005, Røkke fundó una petrolera offshore. Aker Drilling, y en 2014, adquirió Marathon Oil Norway por US$ 2.700 millones. Pero le preocupaba su legado. “Nunca invertí en infraestructura, nunca construí una ruta”, recuerda haber pensado. “Básicamente, soy un cosechador”.

Por eso, en 2017 fundó Rev Ocean, la asociación sin fines de lucro que administra el súper yate, y reclutó a Nina Jensen, por entonces directora de World Wildlife Fund Norway, para dirigirla. El súper yate es el primer proyecto de Rev Ocean. También hay iniciativas para reducir la generación de residuos plásticos en Ghana y planes para crear un software que centralice los datos sobre el océano.

El grupo de Jensen comparte el tercer piso de la sede corporativa de Røkke en Oslo con la división de energía de Aker. Es una coincidencia que subraya una tensión muy evidente: mientras Rev Ocean trabaja para limpiar los mares, Aker sigue contaminándolos.

Esta disonancia no parece molestar a Røkke. “Si querés solucionar problemas, sos optimista por naturaleza”, afirma. ¿Y los críticos? “No forman parte de la solución”.

Autor: Noah Kirsch

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