La firma de un Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Argentina entró en la agenda bilateral como un deseo en boca del presidente Javier Milei en noviembre pasado, cuando se conoció el triunfo de Donald Trump en las elecciones generales de ese país. Tras algunas visitas a ese país, el Presidente ratificó ayer ante el Congreso en el marco de la inauguración de las sesiones ordinarias su vocación de avanzar en ese sentido, aun cuando ese camino implique romper con el Mercosur.
"Nuestro primer objetivo será impulsar durante el próximo año un tratado de libre comercio con Estados Unidos, el tratado que debería haber sucedido hace 19 años", dijo en su discurso balance del primer año en la Casa Rosada. Y agregó: "Imaginen lo que habríamos crecido en esas dos décadas si hubiésemos comercializado con la primera potencia mundial", se entusiasmó en su reciente visita a Washington para participar de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) Anoche volvió a darle fuerza a esa intención.
Quienes apoyan la medida aseguran que se potenciarían las exportaciones, que se incrementarían las inversiones estadounidenses en el país y hasta que se podría acceder a cierta transferencia de tecnologías. En su visión, no asignan tanta relevancia al hecho de que Argentina y EE.UU. tienen economías más competitivas que complementarias.
Los que pican en punta
Consultada sobre los beneficios de un eventual tratado de libre comercio con EE.UU., Marisa Bircher, exsecretaria de Comercio Exterior y titular de la consultora Biglobal, señaló que "Argentina tiene posibilidades en el agro, pero no tanto en productos primarios donde EE.UU. es un fuerte competidor, sino más bien en agroindustria". También se abrirían oportunidades en energía, petróleo y minería.
Pero en paralelo, destaca la importancia del capítulo inversiones. "Los acuerdos generan un marco de mayor seguridad para la promoción de inversiones, y ambas partes establecerán condiciones y beneficios". Como los tratados luego pasan por los Parlamentos y se convierten en ley, dan un marco de seguridad para la llegada de inversiones. Estados Unidos hoy es el principal inversor en Argentina con US$30.176 millones en IED a finales de 2024.
En 2024 las exportaciones argentinas a EE.UU. llegaron a US$6.454 millones y las importaciones a US$6.226, con un superávit de sólo US$228 millones. Nada que pueda preocupar a Donald Trump.
Natacha Izquierdo, directora de Operaciones en Abeceb, explica que las exportaciones están concentradas en energía y combustibles, aluminio y acero -desde el 4 de marzo deberán pagar aranceles del 25% para entrar a EE.UU.-, carne y bienes manufacturados.
"Si hubiera un TLC un sector beneficiado sería el agro, en especial la carne bovina, productos lácteos, algunos vinos, cítricos, alimentos procesados y habría que ver qué pasa con el biodiésel", detalló Izquierdo. Y ve oportunidades en minería (litio y en el futuro en cobre), el sector energético con foco en GNL, y los servicios basados en el conocimiento. La economía del hidrógeno también podría ser, pero hay que ver primero cómo se desarrolla en el país, explicó.
Las amenazas están en sectores sensibles como el automotriz y autopartes poque podrían venir productos baratos desde México, la industria textil y el calzado, y hay un interrogante con la industria farmacéutica. "Hay que ver que las patentes no perjudiquen a la industria de genéricos", apunta Natacha Izquierdo.
El escollo del Mercosur
En declaraciones recientes desde AmCham, la cámara que reúne a las empresas estadounidenses en Argentina, sostuvieron que el país tiene "serias posibilidades" de suscribir un Tratado de Libre Comercio con EE.UU. en un futuro cercano.
Desde la Casa Blanca, por el momento no hubo declaraciones apoyando el proyecto, pero tampoco cuestionándolo. El hecho que Argentina quedara excluida del listado de países que recibirán suba de aranceles por acumular los mayores superávits comerciales en la balanza bilateral, fue leído por algunos analistas como un aval a que Argentina avance en algún tipo de acuerdo, con beneficios para ingresar a ese codiciado mercado.
Pero el deseo choca con las normas constitutivas del Mercosur, que en la Decisión 32/00 del Consejo del Mercado Común establece que los países miembros se comprometen a llevar adelante negociaciones comerciales en forma conjunta y no individual o por separado.
Todos los analistas consultados por Forbes, tanto en on como en off, aseguraron que en la situación actual y con plena vigencia de las normas del Mercosur, es imposible avanzar en un acuerdo de libre comercio con EE.UU. sin romper antes con el bloque sudamericano.
"Si el TLC ocurriera implicaría una ruptura con el Mercosur, pero hoy perderíamos más de lo que ganamos", por el volumen del intercambio con Brasil y porque el mundo tiende al nearshoring (establecer cadenas de suministro cercanas), explicó Natacha Izquierdo. Así, habría que evaluar costos y beneficios de cada opción.
El flamante canciller de Uruguay, Mario Lubetkin, señaló días pasados en diálogo con la prensa que "no podemos dejar que el Mercosur se fracture, y tampoco que se paralice en función de no acuerdos locales", añadiendo que "si se fractura el Mercosur, perdemos los cuatro países". Así las cosas, la postura de Uruguay es que se avance en todos los acuerdos que los socios apoyen.
Consciente de los obstáculos que podrían plantearse en el bloque regional y de las medidas que está tomando Washington para reducir su abultado déficit comercial, el gobierno argentino se manifestó ahora a favor de la "reciprocidad arancelaria", el nuevo concepto que está imponiendo la Administración Trump. Esto es, que los aranceles de entrada al país deben ser los mismos que los que cobra EE.UU. que, por cierto, son los más bajos del mundo.
Nueva agenda
Al margen de las restricciones normativas, hay cuestiones pragmáticas y de intereses de la administración Trump que hacen complicado el acuerdo bilateral. En medio de una renovada guerra comercial con China y sus principales socios comerciales -México y Canadá- y la revisión de la balanza comercial para imponer reciprocidad en la estructura arancelaria con todos los países, Washington no parece muy proclive a firmar nuevos tratados de libre comercio.
Mauricio Claver-Carone, encargado del Departamento de Estado para América Latina, sostuvo días pasados en diálogo con el diario La Nación, que "es mucho más factible que exista un acuerdo de promoción de inversiones (con Argentina) que un acuerdo de libre comercio".
El otro aspecto que está sobre la mesa es la de la reciprocidad arancelaria. "Estamos ante un escenario de fuerte incertidumbre a la hora de evaluar un potencial acuerdo bilateral EE.UU.-Argentina", dice Fernando Landa, titular de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA). Recuerda que el país tuvo en 2024 "su primer superávit en 18 años, producto de la caída de las importaciones por valor de US$230 millones, en contraposición con un déficit promedio de US$2.700 millones por año desde 2006".
Pero en función de los criterios expresados por Trump "es difícil ponderar con certeza cual sería el valor un arancel recíproco para Argentina", señaló.
En ese punto, desde CERA sostienen que, en tanto se discuta el tema internamente en Mercosur, "es un camino positivo y posible avanzar con EE.UU. en acuerdos que ya tienen Uruguay y Brasil, como acuerdos de facilitación de comercio y armonización normativa".