El suelo no para de retumbar. Las escuelas de samba marcan el ritmo mientras cientos de bailarines—desde embarazadas hasta paralíticos—avanzan por la avenida en un estallido de color, movimiento y diversidad. Desde el camarote VIP de Marriott Bonvoy, la vista es inmejorable: carrozas de hasta 12 metros de altura pasan frente al público, el cual vibra al unísono en lo que puede describirse, sin exagerar, como el mayor espectáculo del mundo.
"Esto es algo que el dinero no puede comprar", explica Nora Díaz, Loyalty Marketing Manager de Marriott Bonvoy. "Nuestro programa permite a los miembros acumular puntos y canjearlos por experiencias exclusivas como esta". En 2025, el Carnaval de Río se sumó por primera vez al portafolio de grandes eventos globales junto a la final del Super Bowl, la gira de Taylor Swift y las carreras de Fórmula 1.
"Ahora que estás en Río todo es una fiesta", dice el cartel que recibe a los visitantes apenas pasan migraciones en el Aeropuerto Internacional de Galeão, donde músicos tocan samba en pleno duty free. Este año, 482 blocos (32 más que en el año pasado) recorren varios puntos de la capital carioca. Este fenómeno se refleja en una ocupación hotelera del 95% y en la llegada masiva de turistas. En su mayoría, argentinos.
La dimensión económica de la fiesta
El Sambódromo da Marquês de Sapucaí, con su pasarela de 700 metros, recibe cerca de 120.000 personas durante los desfiles. Inaugurado en 1984, este año el recinto fue testigo de un cambio significativo: por primera vez, los desfiles del Grupo Especial se extendieron a tres noches consecutivas.
Según la CNC (Confederación Nacional de Comercio), el Carnaval 2025 podría llegar a facturar aproximadamente US$ 2.080 millones en todo Brasil. Río de Janeiro concentra el 46% de este impacto (US$ 953 millones) y genera 50.000 empleos temporales.
Las escuelas no escatiman en gastos: las del Grupo Especial invierten hasta US$ 2,9 millones por desfile, con gran parte del financiamiento proveniente de la Liga Independiente de las Escuelas de Samba. La competencia es feroz, pero también lucrativa: la escuela campeona recibe un premio adicional aproximado de US$ 600.000.
El camarote de Marriott Bonvoy se ubica estratégicamente en el Sector 9, frente al jurado que evalúa los desfiles. Mientras un camarote tradicional recibe entre 800 y 2.000 personas, este espacio VIP acoge a unos 60 invitados selectos y se distingue por su oferta premium: un buffet con platos elaborados, libre acceso a bebidas que incluyen cócteles exclusivos, áreas de descanso, salón de belleza y, por supuesto, una vista inigualable.
El visitante es recibido con una camiseta customizada y transporte exclusivo entre los hoteles Marriott y el Sambódromo, con servicio disponible hasta altas horas de la madrugada.
Tres propuestas para vivir el carnaval
En un contexto donde, según Booking, las búsquedas de alojamiento para el Carnaval crecieron un 1000% respecto al año anterior, Marriott ofrece tres categorías de hospedaje, con el cual hay que reservar con mínimo 30 días de anticipación para conseguir disponibilidad:
La opción más accesible está en Barra da Tijuca, con el Courtyard y Residence Inn. "El Courtyard es perfecto para estadías cortas o viajes de negocios, mientras que Residence Inn es ideal para quienes buscan una estancia prolongada, funcionando como un verdadero hogar lejos de casa", explica a Forbes Nilton Cambé, General Manager del complejo. Con 400 habitaciones y vista al escenario donde se realiza el Rock in Rio, sus tarifas parten de los US$ 116 la noche, incluyendo desayuno completo y estacionamiento.
La categoría Premium corresponde al Sheraton Grand Río, preferido por los turistas argentinos. "El Sheraton es un hotel icónico no solo de Río de Janeiro sino de toda Latinoamérica. Nuestro hotel cumple 51 años y es el único con playa semi-privada de la ciudad", señala Karen Ortiz, Directora de Ventas y Marketing.
En el Sheraton, las habitaciones con vista al mar (que oscilan entre US$ 800 y US$ 1.300 por noche, dependiendo de la temporada) ofrecen una experiencia sensorial única: el sonido constante de las olas funciona como música natural. Sus balcones presentan una vista dual: por un lado el mar, por otro la comunidad de Vidigal, cuyos residentes representan el 20% de los empleados del hotel.
La experiencia de lujo la ofrece el JW Marriott, ubicado frente a la playa de Copacabana y frecuentado principalmente por turistas norteamericanos y europeos. Una suite con vista al mar supera los US$ 1.000 dependiendo de la temporada. Su propuesta gastronómica se acerca al fine dining y se destaca especialmente el postre "Suspiro", una refinada creación con merengue de maracuyá.
La vida carioca: entre la ciudad y la playa
En Río, la fiesta trasciende los límites del Sambódromo. En la parada del micro que lleva a los camarotes del Carnaval, una señora rubia espera con un llamativo bikini azul, sin dejar mucho a la imaginación, y plumas en la cabeza. Su atuendo revela la libertad que se respira en cada rincón.
Los lobbys de los hoteles se transforman en pasarelas improvisadas donde jóvenes con brillos, plumas y tacos altos se preparan para una noche de samba interminable.
Más allá de la noche, en el tren al Cristo Redentor convergen acentos e idiomas de todo el mundo. Los argentinos dominan esa sinfonía de voces: representaron casi el 60% de los extranjeros que visitaron Brasil a principios de este año, con Río, Buzios y Florianópolis como sus principales destinos.
"Lo que recomiendo es que vengan con mucha energía y alegría, y que se dejen sorprender", aconseja Karen Ortiz, del Sheraton. "Porque lo que van a vivir aquí en el Sambódromo es algo místico y súper difícil de explicar".
Desde Río, los brazos abiertos del Cristo parecen invitar a abandonar las inhibiciones. La música retumba en los pies y el calor invita a despojarse de ropa y prejuicios. En el Carnaval, como en ningún otro lugar, se celebra la diversidad, la alegría y esa capacidad única de los brasileños de convertir todo, incluso las dificultades, en motivo de fiesta.
Foto de portada: @NelsonMalfacini
