Forbes Argentina
Gregory Renand, head a nivel mundial de Z Zurich Foundation
Liderazgo

“Cuesta mucho menos prevenir que curar”: el número uno de la Z Zurich Foundation pone el foco en cuatro temas urgentes

Eugenia Iglesias

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De visita en Buenos Aires, Gregory Renand, head a nivel mundial de Z Zurich Foundation, habló con Forbes sobre los pilares de la fundación que trabaja con cambio climático, inclusión social, crisis y salud mental, con un presupuesto anual global de 50 millones de francos suizos.

28 Julio de 2024 15.30

Gregory Renand es el head a nivel mundial de Z Zurich Foundation, el brazo filantrópico del gigante asegurador. Sin embargo, su historia personal comienza lejos de las organizaciones e, incluso, de los negocios. Su vida estaba dedicada al salto en esquí, con los Alpes como paisaje cotidiano, todo lo opuesto al trabajo de oficina. “En ese momento aprendí de gestión de riesgos”, dice hoy como anécdota. Sin embargo, a los 21 años tomó la decisión de dejar el deporte profesional para dedicarse a sus estudios de Administración de Empresas en la Escuela Superior de Comercio en Annecy, Francia. 

Tras graduarse consiguió una pasantía en PwC en Ginebra, para probar la vida corporativa de la que después se enamoró. Luego, pasó al grupo Zurich, donde desarrolló una carrera de 20 años acompañando el negocio y, desde hace cuatro que está al frente de la fundación. “Me uní a la Fundación con la intención de escalar y profesionalizar la forma en que se estaba haciendo filantropía, asegurarme de que los recursos tanto humanos como financieros se maximicen en términos de impacto en las personas”, dice Renand que recibe a Forbes en Buenos Aires, horas antes de partir de nuevo a Europa tras una exitosa gira por América Latina. 

Z Zurich es la fundación corporativa del grupo asegurador comprometida con la ejecución de proyectos enfocados en cuatro áreas clave: adaptación al cambio climático, respuesta a crisis, salud mental e inclusión social, con un presupuesto anual global de 50 millones de francos suizos. En América Latina, la fundación lleva adelante el desarrollo integral de los jóvenes, a través de programas innovadores que ofrecen oportunidades educativas y de inserción laboral.

En lo que respecta a cambio climático, la fundación trabaja en ayuda a comunidades frente a situaciones como inundaciones o incendios en todo el mundo hace más de 10 años. Lo mismo con apoyo tras distintas crisis como catástrofes naturales o conflictos (en América latina, por ejemplo, estuvieron presentes en ocasiones de inundaciones en Brasil, incendios en Chile y en Argentina), apoyando tanto en las necesidades visibles como las invisibles. Los otros dos pilares están relacionados con la juventud. El primero tiene que ver con el bienestar mental, a través de la promoción y prevención, y trabaja en la reducción del estigma sobre la salud mental pero también acercando herramientas para manejar especialmente temas como estrés y ansiedad. Y la última es el trabajo por la equidad social, promoviendo entre los jóvenes más oportunidades de educación, empleo o emprendedurismo. 

Este mes, Renand estuvo de visita en América Latina por primera vez para ver de primera mano los avances de los trabajos que se llevan a cabo en Brasil, Chile, Argentina y Uruguay. Parte de su agenda, además, estuvo enfocada en concretar conversaciones con distintos socios para reforzar el trabajo conjunto y luego escalar los proyectos: “Nos esforzamos por ayudar a las ONG a pensar en cómo pueden atraer a socios del sector privado para que ofrezcan oportunidades como puestos de trabajo, prácticas u oportunidades laborales o incluso recursos financieros, que ayudan a llevar los programas a un número mucho mayor de jóvenes que lo necesitan. Además, lanzamos un consorcio de empresas privadas para que se unan a los esfuerzos y dar vida a esta noción de ampliar el impacto. Trabajamos con los Ministerios de Educación y los profesores, esto crea sostenibilidad en el programa durante muchos, muchos años”, dice la cabeza de la fundación que tiene presencia en 100 países y más de 50 programas activos.

Un desafío común para las compañías que quieren involucrarse en este tipo de problemáticas es el de encontrar un foco de trabajo. Para Zurich, la clave fue establecer un criterio claro para centrar sus esfuerzos de la mejor manera. En su caso, hay un norte: ir a los lugares donde haya mayor vulnerabilidad. Y, además, siempre que es posible prefieren centrarse en la prevención. “A lo que también prestamos mucha atención es a si hay un socio competente en la ejecución sobre el terreno y también cómo los actores locales están dispuestos a actuar sobre el tema, ya sea los gobiernos o las organizaciones del sector privado, porque al fin y al cabo, las necesidades que cubrimos son verdaderamente globales”, resalta Renand.

Igualmente, en su caso, no es excluyente que estas necesidades estén en países donde la empresa tiene presencia con su negocio, sin embargo, es un valor agregado por la asistencia que la operación pueda brindar tanto en la gestión de los recursos como en la colaboración de los propios empleados, a los que se alienta a involucrarse activamente. 

“Aunque la empresa es muy generosa con sus donaciones económicas, si se compara con las capacidades y el tiempo de los 60.000 empleados de Zurich, y si se puede aportar esa energía y canalizarla a través de nuestras subvenciones para apoyar a las comunidades, entonces supera con creces los recursos financieros que disponemos. Nosotros somos un facilitador para que los trabajadores de Zurich canalicen más energía a la comunidad y a las personas vulnerables a las que servimos”, menciona y, de hecho, en 2023 acumularon 150.000 horas de trabajo voluntario mientras que su programa de matcheo de donaciones de empleados recaudó un aporte total de 4,8 millones de francos suizos.

Temas urgentes

Temas tan actuales como el cambio climático ya ocupan un lugar central en la agenda de las compañías, como es el caso de Zurich. “Si no salvamos nuestro planeta, se acabó el juego. Pero igualmente, ¿de qué sirve tener un planeta seguro si el uso está sin perspectivas de un buen futuro? Así que por eso creemos en los dos lados de la ecuación para el enfoque de inversión comunitaria, un enfoque en el planeta y las personas. Ambos son importantes”, analiza Renand. 

Inclusión social también, y cobra especial importancia en contexto como el latinoamericano. “En América Latina hay más jóvenes desempleados que ciudadanos argentinos. Son 50 millones de jóvenes desocupados contra 47 millones de argentinos, y se suele ver que algunas minorías siempre se ven más afectadas. Ya sea en relación con la educación, con la resistencia al cambio climático o con otras cuestiones, la vulnerabilidad, por desgracia, se acumula”, plantea el ejecutivo de la fundación que en Argentina, por ejemplo, trabaja con organizaciones como Cimientos para apuntalar temas de educación.

En esa línea es que también desarrollan programas de salud mental a través de mecanismos como el deporte, el sistema escolar o el trabajo con organizaciones, siempre con la condición de adaptarse al contexto local y a la cultura, sin modelos únicos. “Los jóvenes se enfrentan a una pandemia invisible con la salud mental. Tenemos datos que dicen que antes del Covid, uno de cada nueve adolescentes sufría algún tipo de trastorno de salud mental en el mundo. Después del Covid, uno de cada siete. El pasado noviembre, un estudio en el Reino Unido mostró que uno de cada cinco. Es un gran tema, tanto desde el punto de vista del sector privado como del público”, apunta Renand. 

Y agrega: “Si nos fijamos en algunas de las estadísticas recientes sobre el gasto público en salud, por término medio, sólo el 3% del presupuesto se destina a la salud mental, y la mayor parte se destina a cura y tratamiento. Por eso decidimos contribuir también a la promoción y la prevención, porque se hace muy poco. Desde lo humano pero también desde lo económico, cuesta mucho menos prevenir que curar”. 

A pesar de que los datos muestran realidades duras, Renand se muestra optimista. “De este viaje me llevo esperanza. Cada región tiene sus problemas, pero cuando me entero del increíble trabajo que están haciendo aquí las ONG para luchar contra esas vulnerabilidades y ayudar a la gente a recuperarse, me da esperanza. Como sociedad, cuando decidimos hacerlo y cuando ponemos los medios, la infraestructura, la ambición, la pasión para hacerlo, incluso en un contexto en el que es muy difícil, ves que las cosas suceden. La segunda razón por la que vivo con esperanza es que se puede tener tantas vulnerabilidades como sea posible y tenes dos caminos: podés estar esperanzado o desesperanzado. Prefiero tener esperanza”, concluye.

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