No cabe duda de que la guerra comercial está replanteando las cadenas de suministro del mundó en detrimento de los fabricantes chinos.
El porcentaje de empresas que se están yendo de China (o estarían dispuestas a hacerlo) en un estudio de QIMA, una empresa de auditorías de control de calidad y cadenas de suministro, ascendió al 80% de las empresas estadounidenses y el 67% de las que tienen sede en la Unión Europea.
QIMA no solo ve esto en casos puntuales. La demanda de sus auditorías en China cayó en 13% a medida que los fabricantes de China Continental van perdiendo clientes extranjeros más rápidamente debido a los costos relacionados a aranceles o reubican parte de su propia producción fuera del país para evitar esos aranceles.
Las empresas europeas se ven menos afectadas por la guerra comercial porque sus países no impusieron aranceles a las importaciones de China. Sin embargo, QIMA cree que tienen sus propios motivos para depender menos de las fábricas chinas. La mayoría se está diversificando a lo largo del Sudeste Asiático y más cerca de sus países de origen.
De China a Vietnam
La guerra comercial dejó al borde del abismo a muchas multinacionales chinas y estadounidenses. Ambas llevan años fabricando productos en países como Vietnam y Bangladesh. Un ejemplo notable es la indumentaria, que ahora puede fabricarse en Vietnam tanto como antes era made in China.
Las empresas empezaron a trasladarse cuando subieron los costos de mano de obra en China y el Gobierno empezó a promulgar leyes ambientales más parecidas a las de Occidente. No es lo que ocurre en los países más pequeños del Sudeste Asiático, aunque mudarse ahí no necesariamente implica volver a los años noventa, cuando China solo tenía mano de obra barata sin derechos laborales e ignoraba la contaminación.
En la encuesta más reciente de QIMA, más del 75% de los participantes de EE.UU. informaron que los afectaban los aranceles y que los costos crecientes relacionados a eso tenían uno de los impactos más grandes sobre sus empresas. En consecuencia, están yéndose de China o pensando en hacerlo antes de lo que habían planificado.
Europa anda en la misma.
Las empresas de la UE están menos afectadas por la guerra comercial de EE.UU. con China. Solo el 14% de esas compañías afirmó que reduciría la producción en China debido a los aranceles. Con todo, pese a tener menos dificultades con ese tema, la amenaza de que se apliquen aranceles y el hecho de que la competencia está produciendo en otro lado está llevando a las corporaciones europeas a revisar sus cadenas de suministro maduras. Algunas se están yendo de China.
La mayoría se está trasladando al sur de Asia, que registró un aumento anualizado del 34% en la demanda de inspecciones y auditorías el primer semestre del año. O sea, hay más fábricas en la región que hace un año.
Otras empresas europeas están acercando sus cadenas de suministro a sus países de origen.
Turquía y algunos países africanos registraron un crecimiento de más de 40% en la demanda de inspecciones y auditorías. QIMA señaló que este año los textiles y los fabricantes de indumentaria de la UE aumentaron su producción en Rumania y Portugal.
Pero no es fácil irse de China. Aparte de que las empresas que están allá pasaron más de 20 años conociendo a sus socios chinos, las compañías chinas aumentaron mucho la calidad de su fabricación. Algunos países no tienen la tecnología o las calificaciones como para reemplazar el ascenso de China por la cadena de valor.
Leé el informe completo acá: https://www.qima.com/qima-news/2019-q3-barometer-sourcing-regions-reap-benefits
Autor: Kenneth Rapoza