Escasos días separan a Trump y Biden de las elecciones del 3 de noviembre. Días en los que todo puede pasar. Si no, quién hubiera predicho que el actual presidente que se atrevió a desafiar al Coronavirus hubiera dado positivo, fuera internado y se recuperara satisfactoriamente.
Una de las últimas grandes apuestas de Trump es ganarse el voto negro y latino, justamente las voces que intenta acallar levantando un muro. Con actos más variopintos que sus tradicionales encuentros, Trump prometió poner a la Policía al servicio de esas comunidades, mientras que, según sus dichos, los demócratas reducirían la presencia policial y podrían así ponerlas en riesgo.
Esto ocurre en un Estados Unidos que se encuentra envuelto en una ola de manifestaciones contra el accionar violento y racista de la policía, que comenzaron a partir del asesinato en Minneapolis de George Floyd, durante un arresto a cargo de un policía blanco que lo asfixió con su rodilla. Al mismo tiempo, Biden se apoya, con la nueva Corte Suprema, en retomar la reforma de salud del Gobierno de Barack Obama y el fallo que legalizó el aborto en los 70.
Michael McDonald, de la Universidad de Florida, quien administra el Proyecto Electoral de los Estados Unidos, proyectó que un récord de 150 millones de personas (65% de la población estadounidense) votarían en esta elección, lo que representaría el porcentaje más alto en más de un siglo.
Una encuesta nacional de Gallup publicada a principios de octubre mostró que, a diferencia de los ciclos electorales anteriores, surgió una enorme brecha partidista entre quienes planean votar temprano y quienes planean esperar hasta el día de las elecciones. La encuesta encontró que el 62% de los votantes registrados demócratas planean votar temprano o indicaron que ya han votado, en comparación con solo el 28% de los republicanos. Esta enorme brecha de 34 puntos porcentuales es sorprendente, considerando que en las últimas cuatro elecciones presidenciales no ha sido superior al 2 por ciento.
Casi desde los inicios de la campaña el presidente Trump denunció sistemáticamente la votación por correo, declarando que la de 2020 será “la más inexacta de la historia”. “Cuento con que la Corte Suprema cuente las boletas. Esperemos no necesitarlo, pero cuento con ello porque podría ser una elección manipulada, un fraude”, advirtió Trump durante el debate que tuvo de protagonistas a los dos candidatos. Biden, por otro lado, animó a sus seguidores a votar lo antes posible.
Promesas de campaña
Según un análisis de las propuestas tanto del presidente Trump como del exvicepresidente Biden, el Comité para un Presupuesto Federal Responsable (CRFB, por sus siglas en inglés) encontró que la presidencia de Biden le sumaría US$ 5,6 billones a la deuda nacional durante 10 años, mientras que la de Trump sumaría apenas por debajo de US$ 5 billones.
El think tank no partidario también encontró que el plan de campaña de Trump aumentaría la proporción de deuda sobre PBI -que hoy es del 98%- a 125% para 2030, mientras que el plan de Biden la llevaría a 128% (si todas las leyes se mantuvieran iguales, esa proporción llegaría a 109% en 2030).
La Oficina de Presupuesto del Congreso ya advirtió que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la deuda nacional excederá el tamaño de la economía estadounidense en el año fiscal 2021 por los billones de dólares que se destinaron al estímulo al consumo.
Si gana la elección, el think tank predice que algunos de los principales gastos de Biden incluirán US$ 2 billones en salud, US$ 4,5 billones para infraestructura y otros gastos domésticos, y US$ 1,2 billones para Seguridad Social y retiro, mientras que su política impositiva aumentaría US$ 4,3 billones. En cambio, Trump reduciría el gasto en salud US$ 150.000 millones, sumaría otros US$ 2,7 billones para infraestructura y gasto interno, y mantendría las erogaciones de Seguridad social y retiro, además de recortar impuestos por US$ 1,7 billones. Para ambas administraciones, el análisis no incluye propuestas de ayuda por el COVID-19.
Las preocupaciones por la deuda nacional en crecimiento estuvieron en el centro de la escena el último verano boreal, cuando los legisladores y líderes luchaban por llegar a un acuerdo para otra ley federal de ayuda por el Coronavirus. Los republicanos, adversos a aumentar el déficit, favorecían una legislación mucho más direccionada y pequeña. Los demócratas preferían gastar más. Aunque los principales demócratas y la Casa Blanca terminaron con dos propuestas en competencia, una de US$ 2,2 billones de los demócratas y otra de US$ 1,6 billones del gobierno de Trump, el Partido Republicano (GOP) no estaba dispuesto a apoyar una ley de más de US$ 1 billón. Las negociaciones por el estímulo se frenaron cuando a principios de octubre el presidente Trump anunció de forma abrupta que le había ordenado a su staff que frenara las discusiones para después de la elección del 3 de noviembre, aunque luego dijo que iba a apoyar un puñado de leyes separadas.