El 2020 hizo que la política argentina subiera a una montaña rusa con más vueltas de las que podríamos haber anticipado. Cuando, a cien días de la asunción de Alberto Fernández, los argentinos cuestionaban la falta de resultados de su gobierno, irrumpió en el escenario el Coronavirus. Con una respuesta temprana y asertiva, el Presidente encontró en la pandemia una agenda que la opinión pública apoyó otorgándole altos índices de aprobación. Pero, a pesar de ese inmenso capital político, su decisión de intervenir la cerealera Vicentin y la falta de resultados en materia económica derivó en protestas en diferentes regiones del país y en una caída significativa de la aprobación del Presidente.
¿En qué quedamos, entonces? ¿El Presidente es un líder capaz de unir a los argentinos o está asediado por manifestaciones en su contra? La respuesta hay que empezar a rastrearla en el mandato que los argentinos le dieron a Fernández en las urnas.
Un mandato condicionado
Fernández ganó en las elecciones de octubre por un margen de 8 puntos, un número que, si bien le alcanzó para evitar una segunda vuelta, no le concedió un mandato electoral amplio como lo había tenido años atrás su compañera de fórmula Cristina Fernández de Kirchner, tras ganar en 2007 y en 2011 por 22 y 37 puntos de ventaja, respectivamente. El triunfo electoral de Alberto Fernández se amparó en el núcleo duro y prácticamente inamovible del kirchnerismo, pero también en el voto del peronismo federal y de sectores de clase media que decidieron apoyarlo brindándole el beneficio de la duda. Y este aval se debió a tres factores principales: en primer lugar, la promesa de que Alberto no era lo mismo que Cristina y era capaz de contradecirla (como lo indicaba él mismo en el spot biográfico con el que inauguró su campaña). Por otra parte, la percepción generalizada de que Fernández haría un mejor trabajo que Macri en la economía, un área en la que el líder del Frente de Todos aventajaba al de Cambiemos por 21 puntos antes de la elección. Y, por último, el compromiso de Fernández de ser el presidente del diálogo y el consenso tendiendo puentes con todos los sectores.
Incumplir promesas nunca es gratis
Las manifestaciones que se multiplicaron en muchas regiones de la Argentina en respuesta a la posible intervención de Vicentin y la caída reciente en la aprobación del Presidente se produjeron en este momento porque Alberto Fernández rompió, en las últimas semanas, el compromiso implícito que había firmado con los argentinos. En primer lugar, al referirse al caso Vicentin, el Presidente habló de soberanía alimentaria y expropiación. Este lenguaje inquietó a muchos de los votantes que habían acompañado a un candidato más moderado y vieron detrás de ese discurso la influencia de Cristina Kirchner. De hecho, casi dos tercios de los argentinos creen hoy que la Vicepresidenta tiene influencia sobre las decisiones del Presidente.
Por otro lado, la bonanza económica que muchos esperaban no se hizo efectiva y, peor aún, empeoró en los últimos meses como consecuencia de la pandemia: el FMI pronostica para 2020 una caída del 9,9% en el PBI argentino, y en abril se registró una baja del 26,4% en la actividad económica. Sin lugar a duda, a medida que la preocupación por la salud pública es menor y aumenta la inquietud por la economía, también disminuye el nivel de aprobación respecto de Alberto Fernández que, aunque todavía está en niveles altos, cayó 14 puntos en los últimos dos meses.
Y, por último, la unidad del peronismo en torno a Alberto Fernández se empieza a resquebrajar cuando empuja medidas más polarizantes, difíciles de defender en los distritos de sus aliados. En particular, lograr el acuerdo político para la expropiación de Vicentin en el Congreso parece un desafío complicado: el oficialista Frente de Todos no cuenta con los votos suficientes en la Cámara de Diputados y requerirá del acompañamiento de otros bloques que ya condicionaron su apoyo. Las manifestaciones de los argentinos que salieron a las calles hace unas semanas y la caída en imagen de Alberto Fernández son el producto, entonces, de la frustración de los ciudadanos con un presidente al que culpan de no entender los límites del mandato que le dieron en las urnas. Macri, hacia el final de la campaña de octubre pasado, con las marchas del sí, se puede, ya le había anticipado a Fernández que su base de apoyo estaba dispuesta a salir a las calles si tocaban sus intereses. En ese sentido, hoy podría decirle al Presidente te lo dije, al amparo del dicho popular que reza el que avisa no traiciona.