Washington y sus aliados deben abandonar la mentalidad de Guerra Fría. La frase proveniente de los portavoces chinos, que se repitió a lo largo de los últimos meses, reflejan un malestar de dos países que buscan marcar territorio.
La denominada nueva Guerra Fría entre China y Estados Unidos se extiende ya a campos como el armamentístico o el de la inteligencia, y los analistas pronostican un escenario en el que el diálogo deberá ejercer de contrapeso ante la creciente rivalidad geoestratégica entre ambas superpotencias.
En las últimas semanas, han aumentado las tensiones bilaterales por el acuerdo de defensa AUKUS entre Washington, Canberra y Londres; las tensiones en Taiwán y el mar de la China Meridional, o las acusaciones de que Pekín ha probado misiles hipersónicos.
El giro estadounidense hacia el Indo-Pacífico, escenificado mediante el AUKUS y la primera cumbre del grupo Quad (EE.UU., Australia, la India y Japón) para consolidarlo como un pilar democrático frente a una China cada vez más asertiva, es algo que exaspera enormemente a Pekín, que ve este movimiento como hostil y desesperado para impedir un ascenso inevitable y pacífico.
La comunidad internacional no quiere saber nada ni de divisiones ni de Guerras Frías, pero Estados Unidos no deja de buscarlas con estas camarillas. Anteponen sus intereses geopolíticos a la estabilidad global, criticó recientemente la Cancillería china al referirse al pacto AUKUS, que prevé dotar a Australia de submarinos de propulsión nuclear.
La situación actual es de 'pseudoguerra fría', pero no es como la anterior por la interdependencia económica. De ahí que ambas partes aún quieran mantener el contacto, comenta a Efe el politólogo Joseph Cheng, de la Universidad de Hong Kong, en referencia a las últimas conversaciones entre altos funcionarios chinos y estadounidenses.
Ambiciones estratégicas
Por otra parte, las recientes maniobras militares chinas en Taiwán, isla que Pekín reclama y en la que Washington tiene destinado un contingente militar desde hace al menos un año, formarían parte de la estrategia del presidente chino, Xi Jinping, para reforzar su poder.
Desde Taipéi, algunos altos funcionarios pronostican que la política exterior china podría ser aún más agresiva tras el Congreso del Partido Comunista (PCCh) del año que viene, en el que Xi opta a un tercer mandato.
Que Estados Unidos defienda o no a Taiwán en caso de que China la invada -como aseguró el jueves el presidente estadounidense Joe Biden- sigue siendo, a día de hoy, la pregunta del millón.
Otro escenario habitual del toma y daca sino-estadounidense es el mar de la China Meridional, zona estratégica militar, rica en recursos naturales y clave para las rutas comerciales globales.
Buques estadounidenses navegan con regularidad por estas aguas en las que China ha construido instalaciones castrenses aprovechando su proximidad a varios islotes del espacio marítimo, que también se disputan Taiwán, Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunéi.
Pekín exige a Washington que ponga fin a esas operaciones militares, que aumentan el riesgo de accidentes y fugas nucleares, al tiempo que realiza junto a Moscú maniobras en el mar del Japón para devolver el equilibrio a la región, según la prensa local.
Cheng cree que estos roces son inevitables dadas las ambiciones estratégicas de ambos en un momento en que Washington insiste en mantener a raya a China mientras Pekín busca mantener una capacidad de respuesta creíble.
Quieren superioridad en zonas a las que no tienen acceso o en las que éste les sea denegado y, sobre todo, construir una flota de alta mar, explica.
Riesgos de una carrera nuclear
Mientras, en China se aferran a la máxima de que su relación con EE.UU. no es de competición ni de confrontación, y que es posible una coexistencia pacífica.
Pero las alarmas han saltado en la Casa Blanca ante las informaciones que apuntan a que China estaría ajustando su arsenal nuclear y habría probado un misil hipersónico con esa capacidad.
El secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, acusó el lunes a China de avivar las tensiones por la prueba, mientras que el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, agregó que China se está desviando de su estrategia de no poseer más armas nucleares que las necesarias para disuadir a un adversario.
En opinión del analista Shi Yinhong, China necesita ser capaz de superar los sistemas de defensa antimisiles estadounidenses desplegados en la zona, como el THAAD, operativo en territorio surcoreano desde hace cinco años.
El arsenal chino sigue siendo significativamente menor que el de los Estados Unidos, comenta Shi al rotativo South China Morning Post, que cifra en 350 las ojivas nucleares que posee Pekín por las 4.630 de Moscú y las 3.750 de Washington.
La CIA, a escena
Además, en los últimos años, Washington ha acusado a Pekín de espionaje masivo -lo que llevó al cierre del consulado chino en Houston y represalias similares por parte de Pekín-, lo que ha llevado a la inteligencia estadounidense a contraatacar.
Este mes, la CIA anunció la apertura de un centro con más recursos y un mejor posicionamiento de sus agentes para recopilar información sobre el gigante asiático, lo que ha provocado un nuevo terremoto propatriótico entre los internautas chinos, críticos ante sus siniestras intenciones.
Reprenden al director de la agencia, William Burns, por decir que un Gobierno chino cada vez más beligerante es la amenaza geopolítica más importante que EE.UU. afronta en el siglo XXI.
El analista Cheng opina que, al margen de la retórica, tanto Washington como Pekín son plenamente conscientes de que la pugna es a largo plazo: Dialogan sin demasiadas expectativas, pero, en el fondo, les gustaría evitar que esta competición fuese costosa, incontrolable y peligrosa.
Pero a medida que China gane fuerza -avanza- la rivalidad será cada vez más intensa. Y llegará un momento en que quizá no haya forma de suavizar las discrepancias entre ambos.
*Con información de Agencia EFE