Por qué la ciencia está puesta a prueba

Del éxito de la ciencia para combatir en tiempo y forma al Coronavirus dependerá su credibilidad futura, la cual ya fue enjuiciada por no poder predecir el momento oportuno de la llegada del COVID-19.

Las pestes eran castigos de los dioses y la gripe se pensó como una influencia de las estrellas (de ahí su nombre: influenza). Encontrar un mecanismo en principio no arbitrario, con causas y consecuencias, de lo que sucede en el universo es uno de los mayores logros del pensamiento. Y con efectos en la vida cotidiana: si es un capricho divino, solo cabe rezar para torcer esa voluntad;  si es un virus que mutó y pasó de un murciélago a otro mamífero (posiblemente un pangolín) y de ahí a los humanos, y de los humanos vía gotitas de saliva y aviones a todo el globo, se pueden tomar medidas de precaución y se puede analizar su genoma, ver su tasa de reproducción, cómo muta. Y más: se puede generar una batería de tratamientos ?en general, de drogas usadas en otras afecciones? y la meta final de la vacuna, que están buscándose en decenas de laboratorios y que por cuestiones de procedimientos ineludibles se calcula que tardará como mínimos doce meses más (paciencia: una vez hallada, habrá que producirla masivamente).

El cambio no es menor, aunque en la cotidianidad que formateó la ciencia no se pueda apreciar. Es más, desde hace bastante los científicos advertían que una pandemia tan fuerte como la llamada gripe española tenía todos los números de la rifa. La ciencia ya formaba parte del menú con que los gobiernos tomaban decisiones y, en general, del modo en que se estructuraba la sociedad, no solo a través de una de sus consecuencias menos faustas: la tecnología hiperabundante. Ahora, cómo saldrá parada la ciencia, o en general el conocimiento, después de la pandemia es una pregunta para hacerse, porque nadie sabe cómo serán el mundo y el discurrir de la civilización después de un cimbronazo tan fuerte. Las opciones: o cambios radicales en sus bases, o un retorno suave y con modificaciones al antiguo régimen, con todos los estadíos intermedios. ¿Pagarán sus costos políticos los gobiernos que no supieron actuar con la evidencia científicá

Para el biólogo y divulgador Diego Golombek, “no saldremos iguales de todo esto, seremos otros. La ciencia, como siempre, está en el centro de nuestros avances y retrocesos como especie, y tampoco saldrá indemne”. Por un lado, exhibe como positivo el espíritu colaborativo que tiene la investigación en cuanto a compartir técnicas, reactivos, apostar por publicaciones de acceso abierto que democraticen el conocimiento.

Desde que estalló la epidemia, las principales revistas especializadas abrieron sus accesos, los laboratorios colaboran más que nunca y abren sus procesos, y el número de trabajos sobre el Coronavirus es récord: se calculan en más de 24.000 los papers ya publicados.

Aunque siempre hacen su aparición ciertas ambiciones personales: la posibilidad de usar un viejo tratamiento contra la malaria con poca evidencia científica generó muchas reacciones contrarias en la comunidad científica, pese a que se transformó en el tratamiento estándar, a falta de otros, en pacientes críticos.

“Al mismo tiempo, no han logrado contagiar (perdón) la búsqueda de argumentos confiables y basados en evidencia, que compiten en los medios con la desfachatez del todo-vale, con las opiniones sin fundamento y los expertos instantáneos que pueden  ir  de la epidemiología a la astrología”, analiza Golombek, quien desde diciembre dirige el Instituto Nacional de Educación Técnica.

Y remata: “Al no haber sabido aun comunicar la manera de obrar, analizar, razonar de la ciencia, no cabe duda de que una parte de la población se volverá aún más escéptica: ¿cómo es que los sorprendió la pandemiá ¿Tantos meses y no lograron la vacuná

¿No habrán sido ustedes quienes crearon al virus? Esta es, entonces, una alarma  para  seguir  trabajando  y, sobre todo, seguir compartiendo el arma más poderosa que inventamos los humanos: la mirada científica”.

Antes y después

Ana María Vara, profesora de la Universidad Nacional de San Martín, investigadora en temas de ciencia y sociedad, marca una diferencia  entre la respuesta general ante esta evidencia científica de la pandemia y lo que fue (es) la respuesta a otra serie de evidencias científicas como las del cambio climático. “Se cuestionó mucho la ciencia detrás de la idea misma de cambio climático debido a factores antropogénicos. Ante esta pandemia, ni Trump ni Bolsonaro intentan refutar que la epidemia va a seguir creciendo. Desde el punto de vista de la ciencia biomédica, sus observaciones no contradicen la visión epidemiológica dominante sino solo la caracterización de la enfermedad: el ?es una gripecitá de Bolsonaro”. En tanto, lo que dice Trump es del ámbito de lo político: el remedio (el aislamiento, parar la economía) no puede ser peor que la enfermedad (las consecuencias de no intervenir ante la pandemia).

Para Vara, lo que ya se ve es una revalorización del papel del Estado; en la mayoría de los casos, en relación con  la salud pública y la ciencia. “Ni quienes defienden la salud pública ni quie-es defienden los mercados cuestionan las observaciones epidemiológicas dominantes, apoyadas por la OMS: el modelo de la difusión del virus, la curva y la posibilidad de ?achatar la curvá de crecimiento de casos. Esto quiere decir que la ciencia, entendida como saber experto, va ganando en las discusiones sobre esta pandemia”, dijo.

“Si hay algo que esta pandemia ya mostró, incluso con la poca evidencia que llevamos acumulada hasta  ahora, es que los países con mayor desarrollo científico-tecnológico y con mejores sistemas médicos son los que mejor están pudiendo lidiar con la expansión del virus: Alemania y Corea del Sur”, dice Nicolás Olszevicki, divulgador científico que investiga en el Conicet. Pero el problema, para  él,  es  que no siempre la evidencia es todo.  “El discurso pseudocientífico es particularmente impermeable a la evidencia, y de hecho esta pandemia es también una pandemia de fake news anticientíficas, así que no soy muy optimista con respecto a cuánto va a modificarse la percepción social de la ciencia a largo plazo”, dijo. Olszevicki también marcó como notable que los gobiernos más anticiencia en lo discursivo se mostraron igual de flojos de reflejos para tomar los datos y actuar  en consecuencia. Respecto de la situación política interna, cree que por fin habrá consenso de que tanto la  ciencia y la tecnología como la salud tienen que ser prioritarias en cualquier gestión. Aunque aún es una historia en desarrollo, la pandemia parece fortalecer el lugar del conocimiento científico como estructurante de las sociedades.

¿Se extenderá esto a otras áreas por fuera de la epidemiologíá ¿Qué pasará con el cambio climáticó Las respuestas todavía entran en el terreno de la incertidumbre.

Por Martin de Ambrosio