Nunca hay que tomarse muy serio la especulación sobre lo que traerá la próxima década. Sí hay que estar listos para otra ola de eventos imprevistos y asombrosos.
¿Quién podría haber previsto los atentados del 11 de septiembre, la crisis económica de 2008 o que EE.UU. elegiría a su primer presidente afroamericano en el 2000? ¿Quién podría haber previsto en 2010 el ascenso del populismo político y de Donald Trump, el Brexit, las políticas exteriores agresivas de China y Rusia o, como pasó en los últimos años, el colapso general del orden de posguerra que evitó el estallido de un nuevo conflicto global y generó las condiciones para una increíble mejora del nivel de vida mundial (en el nuevo milenio, más de 1.000 millones de personas salieron de la extrema pobreza, o sea, 137.000 por día)? ¿O que miles de millones de personas poseerían supercomputadoras portátiles? ¿O que Hong Kong se vería sacudida por manifestaciones a favor de la democracia durante meses, que podrían terminar repercutiendo con fuerza en Chiná
De todas maneras, pese a la impenetrable neblina del futuro, la tentación de ponerse a predecir es irresistible. Estas son algunas categorías:
1. La salud vivirá auténticas revoluciones como las que causaron Uber y Lyft, y así los emprendedores tendrán muchísimas oportunidades.
El problema fundamental de este sector inmenso es la falta de mercados libres. El sistema está dominado por agentes externos: empresas de seguros, Gobiernos y empleadores. Por ejemplo, ¿en cuál otra instancia el Gobierno se sentiría obligado a exigir a los proveedores que publiquen sus precios, como comenzó a hacer el Gobierno de Trump?
El principal catalizador de cambios radicales es el veloz crecimiento de los planes de salud con muchos copagos. En EE.UU., el volumen de gastos médicos no cubiertos se acerca rápidamente al tamaño de la industria turística del país. Se vienen servicios para comparar los precios de diversos exámenes y procedimientos y métricas para que los pacientes comparen los resultados de diversas clínicas y hospitales. Los mercados libres harán lo que nunca lograron los Gobiernos con sus iniciativas regulatorias verticalistas: brindar más y mejor atención médica con costos reducidos.
Antes, adoptar innovaciones como la telemedicina, los registros electrónicos y las garantías para procedimientos no reportaba ninguna ventaja competitiva. Este incipiente consumismo también acelerará la adopción de avances. Debido a las presiones del mercado, la mayoría de los hospitales generales se transformará en centros de tratamiento especializados o desaparecerá. Esto tendrá repercusiones políticas inmensas.
Además, se vienen grandes avances en materia de curas (especialmente para el Alzheimer), sistemas de atención baratos, personales y convenientes y grandes cambios en la fabricación de productos farmacéuticos.
2. Las políticas fiscales y monetarias se pensarán de manera totalmente diferente.
Nadie en su sano juicio sostendría que cambiar constantemente las unidades de peso y medida, como el número de pulgadas en un pie, minutos en una hora, onzas en una libra o litros en un galón, estimularía el mercado. Pero eso es justamente lo que hacen los bancos centrales con el dinero, que supuestamente mide el valor. Las monedas inestables frenan el progreso porque inhiben la inversión, la clave para elevar el nivel de vida; la inestabilidad hace que la gente se preocupe por preservar lo que tiene e invierta en bienes fijos como oro, plata, tierras o casas, tal como ocurrió en los años previos a 2008, cuando EE.UU. devaluó el dólar a propósito.
Esta es una predicción que nadie más va a hacer: para 2030, los países adoptarán el patrón oro, el método de solvencia monetaria que funciona hace 4.000 años.
Otra idiotez económica que tiraremos a la basura es la idea de que los impuestos no afectan mucho el desempeño económico. Los impuestos son un precio y una carga. Una carga liviana permite que florezca el comercio.
Por más improbable que pueda sonar eso, ya que todos los precandidatos a presidente de los demócratas defienden subir los impuestos sobre más cosas y actividades, en los próximos años cada vez más Gobiernos avanzarán en dirección opuesta, reduciendo las alícuotas para generar crecimiento y, sí, aumentar la recaudación.
The Magic Formula, un libro publicado recientemente por un colaborador de Forbes.com, Nathan Lewis, demuestra con contundencia que a lo largo de la historia escrita, a las economías con impuestos bajos y monedas sólidas les termina yendo mejor que a las demás? siempre. El libro de Lewis se transformará en la biblia de una nueva generación de diseñadores de políticas públicas.
3. Los Gobiernos van a crear normas de forma muy distinta.
Desde los años sesenta, EE.UU. vive una marea interminable de normas impulsada por la falsa noción de que se pueden escribir reglas precisas para cubrir toda contingencia concebible en la vida y así eliminar el imperfecto juicio humano. En consecuencia, disminuyó la responsabilidad de hacer cosas de verdad, en particular la del Gobierno.
Este régimen de normas sofocantes será reemplazado por uno de principios o metas sencillos. Dependerá de los afectados encontrar las mejores formas de cumplir una tarea. Si se considera que los resultados son insatisfactorios, los que estén a cargo sufrirán las consecuencias. ¡Pero seguimos las reglas!?A llorar a la iglesia. Australia, por ejemplo, reemplazó cientos de páginas con normas para los hogares para ancianos con unas pocas páginas de principios y obtuvo excelentes resultados.
4. Se vienen grandes cambios en la educación superior, impulsados por la explosión escandalosa de la deuda por préstamos estudiantiles.
Cuando la gente pase a concentrarse en la expansión de la burocracia universitaria y las instituciones se vean obligadas a compartir parte de la deuda con préstamos con sus alumnos, se frenarán los interminables aumentos de precios de las universidades de EE.UU. Esto va a ayudar a enfrentar otro escándalo: la bajísima tasa de graduación de los alumnos, incluso en seis años. una pionera de esto es Purdue, gracias a su presidente, Mitch Daniels: hoy, el costo total para un alumno de Purdue es más bajo que en 2013, cuando asumió Daniels.
Los jóvenes van a sentirse menos presionados para ir a la facultad al terminar la secundaria y buscarán trabajos con buenos salarios donde falte personal. Con los cursos online, podrán seguir educándose cuando quieran.
Naturalmente, habrá crisis y desafíos.
5. No faltarán polémicas para tensar la política en EE.UU.
Algunas ya se debaten hoy, como las políticas climáticas, aquellas basadas en la identidad (identity politics), la libertad de expresión en las universidades y cómo mejorar la reintegración de la cantidad cada vez mayor de presos liberados. Las elecciones de 2020 van a ser bastante poco inspiradoras al principio, pero darán comienzo a un profundo debate sobre el tipo de país en el que debemos transformarnos. Esto no es novedad; ya tuvimos debates sobre el alma de EE.UU. en las décadas de 1850, 1890, 1930 y, en menor medida, los setenta.
6. La preocupación actual por la privacidad no será nada en comparación a los que nos va a inquietar cuando entendamos las consecuencias del Estado de vigilancia.
En China, pronto se grabará y preservará para siempre cada movimiento de cada persona en cualquier momento y lugar. En países más libres, la gente sentirá que se registran más sus movimientos diarios. Surgirá un mercado maduro para los dispositivos capaces de anular las nanocámaras que estarán por todas partes.
7. El mundo estará atento a si India, un Estado diverso y multicultural como ninguno, puede resistir el avance del nacionalismo hindú.
Si no lo logra, las ramificaciones repercutirán en el ámbito internacional.
8. Los narcotraficantes controlarán cada vez más partes de México hasta que encontremos formas de combatir de raíz el uso de drogas en EE.UU.
9. Pese al uso creciente de molinos de viento y energía solar, el mundo consumirá muchos más combustibles fósiles, ya que las ventas de autos y camiones en China, India y otros países en vías de desarrollo sumarán decenas de millones de unidades.
La generación de electricidad seguirá dependiendo sobre todo de los combustibles fósiles a menos que haya grandísimos avances tecnológicos, lo que no se puede descartar en un mundo tan imprevisible como este.
En conclusión: lo que termine pasando dejará rápidamente obsoletas estas adivinaciones.
Por Steve Forbes