Es por "la actitud de Brasil en las últimas semanas" y porque Bolsonaro ha decidido no "respetar los compromisos climáticos ni esforzarse en materia de biodiversidad". Irlanda también se opone al acuerdo por los mismos motivos.
Tras más de un mes de incendios que se extienden por casi la mitad del territorio brasileño y zonas de Bolivia, Perú y Paraguay, llegó la primera señal dura de castigo internacional a la sucesiva subestimación del gobierno de Jair Bolsonaro a la la situación. A principios de mes, el Presidente echó a Ricardo Galvao, director del Instituto de Investigaciones Espaciales (INPE), quien había alertado sobre los peligros del crecimiento de la deforestación en el país, en orden del 88% respecto del año pasado. Bolsonaro acusó a Galvao de mentir y "estar al servicio de alguna ONG" para desprestigiar a su gobierno.
Posteriormente, Bolsonaro sugirió que los propios incendios formaban parte de la misma campaña de desprestigio: "Esta gente está sintiendo la falta de ese dinero, así que puede estar habiendo actividades criminales de miembros de ONG que quieren llamar la atención contra mí y contra mi Gobierno; esa es la guerra que estamos enfrentando. Días después, ante la pregunta de un periodista, opinó que si a la gente le preocupa el cuidado del medio ambiente, debería "defecar una vez cada dos días".
La posición de Macron no es la primera señal de Europa contra Bolsonaro. El pasado 11 de agosto, Alemania y Noruega decidieron retirar los fondos de ayuda para la conservación del Amazonas por las medidas adoptadas por Bolsonaro. La respuesta del Presidente fue que no necesitaban esa ayuda y le recomendó a Angela Merkel que utilizara ese dinero (US$ 35 millones) para "reforestar Alemania".
Las declaraciones de Bolsonaro quedaron selladas por el ministro de la Presidencia de Brasil, Onyx Lorenzoni, quien afirmó este jueves: "No podemos ser ingenuos. Los europeos aprovechan el asunto del medioambiente para imponer barreras al crecimiento y al comercio brasileño de bienes y servicios". Y comparó la situación con el brote de fiebre aftosa durante los 90, que, según el funcionario, Europa utilizó como excusa para su política proteccionista.