Los desafíos de Sergio Massa: entre ordenar el frente fiscal y recuperar reservas en un contexto volátil
Su llegada al Ministerio de Economía trajo, según los economistas, un enfoque “cuasi ortodoxo” en términos de tasas de interés y ajuste de las cuentas públicas.

Con políticas cuasi ortodoxas y un toque de populismo, Sergio Massa llegó al Ministerio de Economía, en un gobierno desgastado por las internas y la inacción del presidente Alberto Fernández ante urgencias concretas que día a día se presentan en la gestión. 

Massa, expresidente de la Cámara de Diputados, trabajó duro para llegar a este lugar. Hábil y sensitivo, le marcó la cancha cuanta vez pudo al primer ministro de Economía de Fernández, Martín Guzmán. Los cambios en monotributo y ganancias, iniciativas que bien habrían podido salir del Palacio de Hacienda, fueron propuestas desde el Legislativo, de la mano de Sergio Tomás. 

La última carta, la bala de plata. Así se presentó al ministro que prefiere despojarse de la impronta albertista y crear una nueva de cara al 2023 y sus aspiraciones presidenciales. Comenzó por la comunicación: descartó a la vocera oficial para informar personalmente vía Twitter sus decisiones.

 

En caso de lograr un cambio, serán sus logros y no los del Gobierno. En su primer mes, con un equipo que se fue confirmando a cuentagotas, Massa intentó y seguirá buscando ordenar el frente fiscal y calmar el mercado de cambios, con políticas conservadoras que hasta ahora no habían formado parte del recetario de Alberto Fernéndez. Aplicó freno de mano para la emisión, rolleó los compromisos de deuda en pesos más pesados de esta segunda mitad del año, y aplicó una fuerte quita de subsidios.

Por el momento sabe que la inflación es una batalla perdida, por eso la decisión de aumentar a los más vulnerables, los jubilados, y mejorar el salario mínimo de los trabajadores. Con la tabla jugada, después del 7,4% de julio, los precios irán acomodándose a la baja. Con evitar llegar a los tres dígitos habrá frenado la inercia de mitad de año, aunque no podrá evitar ser el ministro de la más alta inflación anual de las últimas tres décadas. ¿Herencia? Ya a nadie le importa.

 

“El conjunto de medidas con las que inició Massa su gestión tienen un enfoque cuasi ortodoxo en términos de tasas de interés y ajuste de las cuentas públicas, con efectos contrapuestos en el déficit fiscal y cuasi fiscal”, indicaron desde Delphos Investment,

Comenzó la gestión con un recorte de la emisión para financiar al Tesoro y un retorno de los adelantos transitorios al Banco Central. Le siguió un canje de deuda en pesos a partir del cual logró despejar gran parte de los vencimientos de agosto, septiembre y octubre. Quedan solo para hacer frente los de noviembre y diciembre, que en conjunto representaban unos $ 1.100 millones, el mismo monto que tenía que enfrentar solo en septiembre. Incluso no se descartó la opción de hacer un nuevo canje para seguir pateando vencimientos a una instancia post PASO; debería enfocar la mira al último trimestre de 2023, donde los vencimientos no pasan de los $ 110.000 millones.

 

El canje alcanzó a US$ 15.451 millones de bonos duales con vencimiento en junio, julio y septiembre de 2023, con el capital ajustado por el máximo entre la tasa de inflación o de devaluación hasta el vencimiento. De esta manera se ataron porciones crecientes de la deuda pública a la dinámica del tipo de cambio oficial.

Tras el canje, el Tesoro colocó $ 182.772 millones en bonos, más del doble de lo que buscaba, mostrando resultados positivos para el financiamiento del déficit. Debido al alto monto obtenido, el Tesoro suspendió la segunda vuelta exclusiva para los participantes del programa de creadores de mercado.

El frente fiscal, el gran escollo

 

Más allá de no lograr un cambio de tendencia contundente en el desempeño de bonos y acciones, el mercado acompaña el comienzo de la gestión Massa. “El ingreso del nuevo ministro de Economía, sumado a la importante suba de tasas que hicieron el Banco Central y el Tesoro, vinieron a calmar las aguas frente a lo que era una corrida cambiaria declarada. Sumando el paraguas de menor incertidumbre política que dio el ingreso de Massa al Ejecutivo, hoy el panorama está mucho más estable que hace unas semanas, lo que se observa en la dinámica de los tipos de cambio financieros”, indica Eugenio Marí, economista jefe de la Fundación Libertad y Progreso.

 

El aumento de tasas en casi 10 puntos fue otra de las drásticas decisiones del equipo económico, que llevó la tasa de referencia a 69,5%, un número que aún está por detrás de la inflación. Mientras que el Tesoro aumentó la tasa de las licitaciones por encima del 70%. 

“Los problemas de fondo de la economía argentina permanecen. El sector público mejoró su posición de cortísimo plazo, pero a cambio de más deuda y prometer mejores rendimientos futuros”, sostiene Marí, y agrega: “El mercado internacional está prácticamente cerrado y el mercado local cerca de saturarse de deuda pública. Si no se avanza rápidamente en una consolidación fiscal, se corre el riesgo de volver al punto de partida, pero con mayores niveles de deuda y una hoja de balance del sector público aún más vulnerable”.

Así las cosas, el frente fiscal aparece como el gran escollo a superar. “Hay medidas que van en la dirección correcta, pero la pregunta es si van a alcanzar para torcer una inercia fiscal a la que está viajando en la zona de déficit primario del 3,5% para este año versus la meta del 2,5% acordada con el FMI. Los anuncios de suba de tarifas apuntan a un ahorro fiscal de medio punto, pero de acá a un año.

 

Banco Central de la República Argentina

"Queda corto el anuncio para este año”, precisa el economista y director de Anker, Federico Furiase. Sacudón al bolsillo del argentino medio, Massa lanzó el esquema tan temido de segmentación de tarifas. El esquema propone un ahorro fiscal de unos $ 47.000 millones para lo que resta del año y de $ 455.000 millones para 2023. En palabras del secretario de Hacienda, Raúl Rigo, representarán casi medio punto del PBI. No tuerce el rumbo pero ayuda a ordenar las cuentas.

Perlita del anuncio: la segmentación que inicialmente alcanzaba a usuarios residenciales también alcanza a empresas, según indicó la secretaria de Energía, la salteña Flavia Royón. El subsidio energético es, sin duda, uno de los puntos débiles de las cuentas fiscales. 

“Desde 2006 hasta el primer semestre de este año, se utilizaron US$ 144.000 millones para mantener las tarifas, principalmente de energía”, señala Roberto Cachanovsky. El toque de populismo tocó al sector más postergado y a ese que Massa conoce tan bien después de haber estado tantos años a cargo de la Anses, su trampolín político: aumento por movilidad y un bono de $ 7.000 por tres meses. Para que no afecte el ordenamiento de las cuentas fiscales, este plus es financiado por un adelanto de Ganancias que salió por decreto de necesidad y urgencia.

 

Más polémico, el decreto “Puente al Trabajo” se presenta como otra novedad. Con la resistencia de los sectores populares pero con el visto bueno de la clase media y alta, encarará por un lado una auditoría de los planes sociales y por otro un proyecto para reconvertir 200.000 planes en trabajo formal. 

“Está claro que hay una mayor coordinación en las diferentes áreas críticas de la gestión macro y esto es relevante para ordenar y dar algún camino al curso económico”, explica Ricardo Delgado, economista de Analytica. Y sigue: “Desafíos hay muchos: ordenar lo fiscal, que es central y muy complejo porque implica una caída del gasto real en esta segunda mitad del año en relación con el aumento del primer semestre del año. Implica recomponer reservas, que es crítico para estabilizar los mercados financieros, cosa que no está sucediendo en la magnitud que se requiere”.

 

Massa llega en un mejor momento para recomponer las reservas. Por un lado, el efecto estacional. El invierno ya está despidiéndose y con él la necesidad de comprar gas, insumo en el que se fueron gran parte de las reservas gastadas. Por el otro, el acuerdo con sectores productivos para adelantar liquidación de exportaciones, con el campo como principal actor, aunque también se alcanzaron acuerdos con el sector minero y con la pesca.

A estos ítems Delgado les suma la necesidad de recortar importaciones. “Eso se logra con un enfriamiento de la economía, que se va a dar por la aceleración inflacionaria que impacta en los niveles de consumo y en la suba de tasa de interés que hace que haya menos crédito disponible, lo que va a contraer los niveles de producción y la actividad de las pymes en el corto plazo. Todo esto hay que hacerlo de manera coordinada y orgánica, cosa que no venía sucediendo, y es el desafío de cortísimo plazo. Si pasan agosto y septiembre con una brecha que no se dispare y con reservas algo recompuestas se puede llegar a fin de año con condiciones de alta inflación y sin eventos cambiarios demasiados bruscos como los de junio y julio”, pronostica.

Gabriel Rubinstein y Sergio Massa

Furiase coincide en que el frente cambiario es el más complejo: “Es donde se ven más dudas, en cómo mejorar el tipo de cambio para que el BCRA pueda acumular reservas netas. 

Allí es donde hay más tensión y donde puede haber una reticencia del poder político a hacer una devaluación, pero no está claro cómo se va a resolver”. “El 'Plan Aguantar' no es una estrategia económica sino electoral”, remata Cachanovsky, y agrega: “La pregunta sería si se llega al 2023 así o no. Todo luce bastante complicado”.

 

*Esta nota fue publicada en la edición impresa de Forbes Argentina de agosto