Para muchos, 60 días pueden significar una eternidad. Para Sergio Massa, ministro de Economía desde el 3 de agosto, es un lapso intenso en el que apenas pudo comenzar a acomodar las variables de una economía sin cauce desde casi el comienzo de la gestión de Alberto Fernández. Sabe que no tiene mucho tiempo por delante para comenzar a mostrar resultados. Su agenda macro quedó bien marcada en la gira que realizó por Estados Unidos a comienzos de septiembre, pero la micro aún no logra reflejarse en la calle, especialmente cuando se habla de inflación y de ingresos.
Massa, hombre político cuya carrera lo llevó a formar parte de distintas escenografías políticas, sabe que más allá de los halagos recibidos de Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, y Mauricio Claver Carone, presidente del BID, que le prometió fondos de libre disponibilidad por US$ 1.200 millones para inflar las lánguidas reservas del Banco Central de acá a fin de año, tiene que atacar los problemas de la gente con el cronómetro en la cuenta regresiva.
Las PASO y las presidenciales del año próximo deben encontrar a los votantes con mejor humor económico y esa meta aparece hoy bastante compleja. El tigrense lo entiende, por eso entre sus frases de cabecera aparece una que repite cual mantra: Los gobiernos ganan elecciones con dólares en el Banco Central y pesos bien repartidos en la calle.
Así, en el tercer trimestre tiene en carpeta lanzar un programa a tasa subsidiada de $ 500.000 millones, según trascendió desde el equipo económico, y esa será la primera medida que buscará compensar para el sector productivo la suba de tasas del BCRA. Para adelante queda pendiente un tema clave: la búsqueda de una mejora real para los salarios de los trabajadores que vienen perdiendo la batalla desde hace cinco años, reconoce Massa.
Por su parte, el FMI solicitó aún más ajustes que pesarán sobre algunos subsidios para algunos segmentos empresarios y mayor control de la evasión y en el lavado de divisas. Para el 2023 quedarán las acciones que apuntan a relajar el bolsillo del caballero y la billetera de la dama. Después del 7% de inflación de agosto y con la fuerte inercia con la que empezó la primera mitad de septiembre que algunos economistas estimaron en 5%, la vara de los precios está a un nivel de difícil resolución.
El Presupuesto 2023 presenta una proyección para 2022 que nunca había sido aceptada por el Gobierno: cerrará con una inflación del 95%.
La quita de subsidios de gas, electricidad y agua es un nuevo impacto para las familias argentinas y un combustible para el IPC. De hecho, el proyecto de Presupuesto 2023 que fue enviado al Congreso presenta una proyección para el corriente año que nunca había sido aceptada por el Gobierno hasta ahora: este año cerrará con una inflación del 95%.
Y anticipa que el año próximo el índice de precios se proyecta en 60%, un número alarmante si se tiene en cuenta que la Ley de leyes -como se la suele llamar- es apenas una base de lo que suele terminar siendo en realidad. Desde Economía plantean como objetivo -difícil de conseguir- ir trabajando hacia una meta del 2,5% por mes hacia fines del año próximo.
Sumar dólares
En el orden macroeconómico, Massa propone poner la mira en cuatro segmentos: el agroindustrial, el energético (hidrocarburos, gas e hidrógeno), minería e industria del conocimiento. Son los que pueden traer dólares a la Argentina. El Gobierno sabe que tienen los dólares contados y por eso cada vez se restringe más.
En el agro, la decisión del dólar soja que mejoró la percepción de los agroexportadores permitió un ingreso de divisas que habilitó al Banco Central a profundizar las compras y avanzar en la meta firmada con el FMI de incrementarlas. Pero una de cal y otra de arena: la nueva disposición estableciendo una tasa mínima para financiar a productores de soja alteró los ánimos de un sector que Economía considera clave.
En materia energética, Massa trabaja en el corto, mediano y largo plazo. En el corto plazo tenemos la responsabilidad de establecer un volumen de producción para el próximo invierno que nos permita aumentar la cantidad de moléculas -explica sobre este tema-. Hay que planificar 2023 sobre la base de extender el Plan Gas 4, la puesta en marcha del plan Gas 5 para garantizar el llenado del Gasoducto Néstor Kirchner y la producción de nuevas moléculas para el llenado del gasoducto, y eso requiere de inversiones que hay que empezar en noviembre. Además, avanzar en la cuenca austral y la norte con la mira en Brasil.
Sabe que tiene que trabajar ya el modelo con Bolivia y el contractual de energía eléctrica con Brasil. El objetivo es bajar de 33 barcos de GNL a 9, lo que les dará margen a las cuentas públicas.
A mediano plazo aspira a avanzar en el proceso de autoabastecimiento pero también empezar a aumentar el volumen de exportación con contratos ininterrumpibles. Eso nos va a permitir mejorar nuestra balanza comercial energética, aumentar la cantidad de empleo y aumentar el volumen de inversión en gas y petróleo, porque son sectores de inversión intensiva, promete el ministro.
Y en el largo plazo es clave avanzar en el Congreso con tratamiento de política de Estado, con la búsqueda de consensos entre Gobierno y oposición en una ley que regule los beneficios fiscales y la estabilidad jurídica y fiscal de las plantas de GNL. Porque Argentina necesita terminar de dar el salto exportador a partir de tener plantas de licuefacción y de hidrógeno. No importa si es hidrógeno verde, gris o azul, tenemos que aumentar nuestra presencia como jugadores globales energéticos, asegura.
Con esto, pretende que el sector energético se convierta en el segundo tractor de crecimiento del producto bruto argentino. El proyecto oficial va acompañado por una estrategia de multiplicación de inversiones en minerales críticos, no solo litio sino también cobre y otros centrales en la construcción de las tecnologías para las energías renovables en este proceso de transición energética que está viviendo el mundo hacia el 2050.
En cuarto lugar se encuentra la economía del conocimiento y por eso la trascendencia que el Ministerio le dio al nuevo programa de Programadores 4.0. El flujo que generen estos sectores son los que permitirán el día de mañana, en un futuro lejano, relajar el cepo, tema que hoy no está ni en los anexos de los papeles que maneja el ministro de Economía.
Massa se juega a todo. Es un ministro con aspiraciones presidenciales. Y la agenda política del tigrense en Estados Unidos demostró sus fuertes lazos políticos con el establishment político y económico estadounidense. Su suerte parece ser la suerte del mismo Gobierno de cara a las elecciones del año próximo.
*Nota publicada en la ediciòn papel de la revista Forbes Argentina de septiembre.