Durante más de una década al frente del Vaticano, el Papa Francisco mantuvo un vínculo constante con los distintos mandatarios argentinos. En total, doce reuniones marcaron la relación del Sumo Pontífice con quienes ocuparon la Casa Rosada. A lo largo de ese tiempo, las fotos y los gestos públicos dieron señales claras sobre los momentos de cercanía, distensión y también de tensión. Entre los cruces verbales y las reconciliaciones diplomáticas, Jorge Bergoglio cumplió con una línea que respetó de forma rigurosa: recibir a cada presidente argentino en ejercicio.
El caso más reciente y mediático fue el de Javier Milei, quien pasó de calificar al Papa como "el representante del maligno en la Tierra" a abrazarlo en la Basílica de San Pedro durante la canonización de Mama Antula, el pasado 11 de febrero. Esa imagen llegó apenas dos meses después de su asunción y se tradujo en una reunión privada de 70 minutos, una de las más largas que Francisco tuvo con mandatarios argentinos.
El encuentro con Milei también fue uno de los más veloces en concretarse desde la llegada de un presidente al poder. A diferencia de lo que ocurrió con Mauricio Macri, cuya primera visita fue leída como fría y distante, la charla con Milei cerró un capítulo cargado de declaraciones cruzadas. El libertario había cuestionado con dureza al Papa durante la campaña, mientras que Francisco deslizó, en una entrevista previa a las elecciones, su preocupación por la llegada al poder de un "Adolfito". Aunque nunca lo nombró de forma directa, la alusión fue interpretada como una crítica velada al entonces candidato de La Libertad Avanza.
Cristina, Macri y Alberto: entre la cercanía y la tensión
Cristina Kirchner, en cambio, se convirtió en la dirigente con mayor número de reuniones formales con el Papa durante su presidencia. En total, siete encuentros, entre almuerzos, audiencias privadas y saludos protocolares, reflejaron una relación que transitó del distanciamiento con la Iglesia durante los años del kirchnerismo a una etapa de marcada cercanía una vez que Bergoglio fue nombrado Papa en 2013.
Macri, por su parte, protagonizó la reunión más breve registrada entre un presidente argentino y el Sumo Pontífice: 22 minutos duró aquel primer cara a cara en el Vaticano, en febrero de 2016. Esa postal, marcada por los gestos serios y un diálogo escueto, alimentó durante semanas las especulaciones sobre el vínculo entre ambos. Sin embargo, ocho meses después, la relación mostró señales de mejora durante un segundo encuentro de una hora, en el que hablaron sobre pobreza, cambio climático y narcotráfico.
En el caso de Alberto Fernández, su paso por Roma estuvo exento de roces. Fue el único mandatario que se entrevistó con Francisco sin antecedentes de tensiones personales o políticas. Se vieron dos veces de manera oficial mientras él ocupaba la presidencia. La primera reunión ocurrió en enero de 2020, con un tono distendido, y se prolongó durante 44 minutos. Hubo risas y regalos simbólicos: un libro con imágenes de bares históricos de Buenos Aires, una obra en telar de una asociación civil y una figura del Negro Manuel.
La segunda visita tuvo lugar en mayo de 2021, seis meses después de la sanción de la ley del aborto. A pesar de ese punto de fricción entre la Casa Rosada y la Iglesia, el encuentro fue cordial y se extendió por 35 minutos. Fernández llevó como obsequios productos de la cocina popular, una estatuilla de San José, una medalla conmemorativa de Malvinas, una colección de la Divina Comedia y un libro sobre Discépolo.
En lo gestual, la visita de Macri en 2016 dejó una de las imágenes más comentadas de su gestión. El Papa lo recibió con rostro adusto y sin mostrar signos de cercanía. Esa primera reunión derivó en una ola de interpretaciones políticas. La segunda, sin embargo, mostró otro clima. Ocurrió en la sala Paulo VI, duró una hora, y el entonces mandatario destacó el tono positivo del diálogo. "Fue una buena reunión", dijo Macri. Como presente, eligió una escultura de Alejandro Marmo, hecha con materiales reciclados, que representaba el diálogo interreligioso.
La expresidenta Cristina Kirchner construyó una relación personal con Bergoglio luego de años de tensión con la Iglesia local. El primer gesto de distensión fue la visita a Santa Marta, el 19 de marzo de 2013, apenas días después de la designación papal. Allí conversaron durante media hora y ella le obsequió un equipo de mate y un poncho tejido en Catamarca. En ese momento se cerró una etapa conflictiva marcada por el distanciamiento entre el kirchnerismo y el entonces arzobispo de Buenos Aires, evidenciado en la decisión de llevar los Tedeum del 25 de Mayo a otras provincias.
El segundo contacto tuvo lugar en Brasil, en julio de 2013, durante la Jornada Mundial de la Juventud. Fue breve, pero significativo. Francisco le regaló unas zapatillas de cuero y medias blancas para su nieto recién nacido, Néstor Iván. Luego llegó el almuerzo del primer aniversario de papado, en marzo de 2014, en el que compartieron mesa durante dos horas y media. Cristina Kirchner le llevó un retrato del beato Oscar Arnulfo Romero y una canasta de productos regionales.
En septiembre de ese mismo año volvieron a verse en Santa Marta. La presidenta llevó miel, cuadros de artistas argentinos y una escultura de la Virgen Desatanudos. La relación se mantuvo fluida hasta el final de su mandato, con dos encuentros más en 2015: uno en junio en el Vaticano, de casi dos horas, y otro en julio en Paraguay, durante la gira sudamericana del Papa. El último contacto oficial se dio en Cuba, en septiembre, cuando Cristina Kirchner viajó a saludarlo tras la misa en la Plaza de la Revolución.
Reencuentros, gestos y diplomacia vaticana
Milei, a pesar de los antecedentes de confrontación verbal, tuvo uno de los acercamientos más importantes. Su saludo afectuoso con el Papa durante la misa de canonización de Mama Antula fue interpretado como el cierre definitivo del conflicto. En el Vaticano aseguran que fue el propio Francisco quien aceptó el pedido del mandatario argentino de tener una audiencia a poco de haber asumido. El gesto de ambos reflejó voluntad de dejar atrás las diferencias.
El año pasado, durante la Cumbre del G7, volvieron a cruzarse y compartieron un saludo cordial. Fue una señal política con valor simbólico, en medio de un contexto donde las relaciones exteriores del Gobierno argentino se redefinen con nuevos aliados. Francisco mantiene, por su parte, una mirada crítica sobre el rumbo social del país, especialmente en lo que refiere a los niveles de pobreza, desigualdad y exclusión.
En el recuento de las reuniones, Cristina Kirchner encabezó con siete encuentros. Le siguieron Alberto Fernández con dos, Mauricio Macri con dos (aunque de tono muy distinto entre sí) y Javier Milei, que sumó una larga reunión privada en tiempo récord desde su llegada a la presidencia. Cada uno llevó su estilo, sus regalos y sus intenciones. El Papa, en todos los casos, los recibió.
En estos años, Francisco eligió el silencio ante ciertos debates políticos y se pronunció, en cambio, sobre temas estructurales. Aunque nunca dejó de mostrarse dispuesto a escuchar a los presidentes argentinos, su postura pública evitó definiciones partidarias. A pesar de los cortocircuitos, supo mantener la puerta del Vaticano abierta para todos los jefes de Estado.
Su modo de ejercer la diplomacia papal quedó plasmado en estos gestos: un mate, un retrato, un apretón de manos, una charla larga o corta, una sonrisa o una frase que cerró distancias. En definitiva, cada visita llevó consigo un mensaje, más allá de lo que se dijera en los comunicados oficiales.