Investigador principal en el Instituto de Ciencias Sociales (ICS) de la Universidad de Lisboa, en Portugal, Andrés Malamud es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y doctorado en el Instituto Universitario Europeo (EUI) de Florencia. Tras darse a conocer los resultados que dejaron las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), el prestigioso politólogo nacido en Olavarría conversó con Forbes y trazó un balance de lo que dejó el primer sufragio realizado durante la pandemia en el país, luego del triunfo de la oposición en casi todas las provincias.
-¿Cuál es la primera lectura que hacés de estos resultados?
Lo más importante es que las PASO no distribuyen espacios importantes de poder. No se repartió ninguna banca de diputados ni de senadores. Lo que hacen es distribuir espacios partidarios, sobre todo a partir de candidaturas. Y, por lo tanto, mueven equilibrios y confirman o renuevan liderazgos. Lo que vimos ayer es que, dentro del Gobierno hay liderazgos en crisis, el del Presidente y el de la vicepresidenta, y fuera del Gobierno, también, porque Mauricio Macri perdió sus dos principales apuestas, en Córdoba y en Santa Fe, mientras que Horacio Rodríguez Larreta ganó sus dos principales, las dos Buenos Aires.
-Javier Milei sorprendió con una buena perfomance del 13% y ya se escucharon algunas voces incómodas y con cierto temor por el avance ideológico que pregona. ¿Cómo lo ves?
Soy una excepción en esto. A Milei lo veo como un fenómeno pintoresco que no es muy diferente de otros fenómenos pintorescos que tuvimos desde 1983. La Argentina es un cementerio de terceras fuerzas. La única que fructificó fue el PRO. Y lo hizo porque el radicalismo quedó demolido después del 2001 en el área metropolitana. Solo en la zona metropolitana. Por eso, el PRO no penetró el territorio y tuvo que aliarse con el radicalismo. Milei representa el hartazgo de los incluidos más que la rebelión de los excluidos. Y tiene una elección que es digna en la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más próspero del país: saca el 13%. Alsogaray, en 1989, fue la tercera fuerza en una elección presidencial. Y había dos partidos más grandes. Así que, en un escenario en el cual el voto normalmente se fragmenta, la tercera fuerza fue el 22%, casi el doble que Milei. ¿Qué quiero decir con esto? Hay mucha gente pensando en el peligro ideológico. Yo veo lo de Milei como un fenómeno sociológico.
-¿En qué sentido?
No tanto por lo que piensa, sino por lo que representa. Y representa a un montón de gente. Jóvenes, muchos de ellos; varones, la mayoría, que están enojados. Es más rabia que ideología lo que hay detrás de esa expresión electoral. Y la rabia pasa. Rompe o pasa. Ellos prefieren romper, pero si no rompen el sistema, eventualmente va a pasar.
-Pero no faltan las comparaciones frente a algunas experiencias que está transitando Europa o Brasil mismo con Jair Bolsonaro.
Está en sintonía con esos fenómenos de alt-right (N. de la R.: el controvertido grupo de choque de ultraderecha), Steve Bannon, Bonsonaro y Trump. Pero es una elección distrital en la Capital Federal, y la Capital Federal es un distrito raro en la Argentina porque es donde el peronismo no gana nunca. El peronismo suele ganar en todo el país pero no en la Ciudad de Buenos Aires. Y este fenómeno prende en CABA, que es un distrito aislado. En el resto del país no vemos Mileis.
-¿Cómo ves al presidente Alberto Fernández?
¿Cuál es la palabra en castellano para 'overwhelmed'? ¿Agobiado? Lo veo superado por las circunstancias. Pero, y esto es muy importante, ayer se hizo cargo de la derrota mejor que otros de su espacio y mejor que Macri hace dos años. Mientras, los kirchneristas habían bailado festejando una victoria que no era tal, incluyendo a Kicillof. Así que, si Alberto a veces parece que vive en una burbuja, ayer estaba bien acompañado por el resto del kirchnerismo. Estaban todos en otra dimensión.
-¿Y el vínculo con Cristina? Se especula mucho desde afuera acerca de quién tiene el poder, de si ella quiere volver a la presidencia y si quiere tener un espacio más protagónico. ¿Cómo ves esa relación y hacia dónde creés que va el espacio?
Para no entrar en la psicología. Lo que vemos son las listas de candidatos que fueron diseñadas para que los que sacan, pongan. Lo que vemos es un equilibrio total en las listas de Capital y provincias, sobre todo las que armaron ellos dos. Hay tantos para la Cámpora que salen, hay tantos para la Cámpora que entran. Se mantiene el número. Lo mismo para Massa. Lo mismo para los dientes de cada uno. Así que no es verdad que haya un avance. Si vos hablás con gente, hay muchos a quienes les parece que cada vez que hay una vacante en el gabinete, Cristina avanza y hay un ministro más. Y no es verdad. Ese fenómeno no se manifiesta. Desde hace dos años que están cambiando figuritas, manteniendo los equilibrios. El tema es que el Presidente no tiene capital propio. Cristina, sí. El capital de ella es el electorado de la provincia, sobre todo conurbano, sobre todo tercera sección. Y Alberto se apoyaba en ella habiendo pensado que iba a hacer equilibrio. Originalmente, lo dijo él, pensó que iba a gobernar con los gobernadores. Y hoy, en su gabinete, de 21 ministros hay un ministro que responde a los gobernadores, Luis Basterra, y cuatro exintendentes bonaerenses.
El territorio de la provincia de Buenos Aires está cuadruplicado en el gabinete respecto a las gobernaciones.
Es una posibilidad que, a partir de ahora, Alberto empiece a equilibrar. Por ejemplo, con Manzur, que es el gran gobernador que sale limpio de la derrota. El peronismo gana en seis provincias nada más y Tucumán es la mayor. Manzur tiene redes empresariales y acceso directo con Alberto y mala relación con Cristina. Así que uno se imagina que ahí Alberto podría equilibrar. Lo que no sabemos es si quiere, si su psicología le permite buscar el equilibrio o si está entregado a Cristina.
-De cara a noviembre, ¿el oficialismo tiene chances de revertir estos resultados? Hay desafíos sanitarios y, sobre todo, económicos en la Argentina. ¿En dos meses puede hacer algo?
Gran pregunta. Es importante esta distinción porque hoy se jugó por porotos y en noviembre se juega por plata. Es muy difícil dar vuelta la elección nacional. Pero hay antecedentes de reversiones provinciales. Y el Gobierno lo que necesita es revertir en dos provincias para no perder el quórum en el Senado. Así que tiene que poner toda la plata en Chubut y en La Pampa. Lo que necesita es no perder Chubut y La Pampa. El resto del país está prácticamente jugado. Si le va bien, si consigue unos puntos más, si se da el milagro y gana la provincia de Buenos Aires, mejor. Pero, si no, necesita mantener a esos 37 senadores a sangre y fuego. Y eso con dos provincias alcanza. Ya en el pasado ocurrió con Rodríguez Saá. Perdió en las PASO y después ganó en La Pampa también. Así que lo que el Gobierno necesita para sobrevivir lo tiene al alcance de la mano. No es fácil, pero es factible. Ganar nacionalmente está casi descartado.
-¿Quién se alzó como figura fuerte de la oposición? ¿Horacio Rodríguez Larreta es el gran ganador?
Sí, ganador. No sé si diría gran ganador porque le disputaron espacios y no fue monopólico. Pero le sirve que le disputen los espacios. Le sirve tener a Martín Tetaz en su lista directa en la Ciudad de Buenos Aires. Le sirvió tener a Ricardo López Murphy, le sirvió tener a Facundo Manes. Eso le da riqueza cromática a la coalición que, hasta ahora, era amarilla. Vos mirás los mapas y los seguís viendo de amarillo, pero ya no es amarillo Juntos por el Cambio. Por lo menos, es amarillo y rojo. La que está un poco menos protagónica es Lilita Carrió, que metió unos cuantos diputados, pero para mantener lo que tenía; no avanza. El radicalismo avanza y avanza en la provincia de Buenos Aires. Ganó cuatro secciones de ocho. El radicalismo va a tener más legisladores provinciales bonaerenses y el PRO va a tener menos en la legislatura. El radicalismo pasa a tener más capacidad de negociación. Gana Larreta, pero gana el radicalismo.
-¿Qué es lo que no estamos mirando?
Hay dos cosas. En la región: en Brasil hay un gobierno prácticamente militar. Es una democracia tutelada. Hay 6.000 militares que están en el Ejecutivo, desde ministerios para abajo. Los militares marchan con tanques y el presidente amenaza a la justicia. Eso en la Argentina no pasa. Los militares no son ni de cerca ni de lejos un actor político.
El otro contraste es con Perú. Perú hace 15 años tiene el mismo presidente en el Banco Central. La Argentina tuvo ocho en el mismo período. Pero todos los expresidentes peruanos están prófugos, presos o suicidados, y el actual presidente no tiene ni un tercio del congreso, así que lo pueden destituir en cualquier momento. Y el sistema de partidos está fragmentado. El más votado y la segunda en la primera vuelta sacaron el 32%; en la Argentina el 88%. Perú tiene 2% de inflación, a 2% se financian los mercados internacionales. En la Argentina, hay 50% de inflación sin acceso a los mercados, pero con estabilidad política. Somos Perú en el espejo. La pregunta es cuánto puede resistir la política estable a la destrucción económica. Por ahora, somos otro milagro. Hay que arreglar la economía. La política está resistiendo golpes hace 10 años sin quebrarse, pero la paciencia tiene un límite.
-¿Martín Guzmán?
El Presidente tiene tres opciones: insiste con Guzmán, que es una salida razonable, de mediano plazo; se ortodoxiza, tipo Redrado; o se Cristiniza, que es el que le diga Kicillof. Como Costa o algún otro. De esos tres escenarios, Guzmán es el más desgastado pero, al mismo tiempo, el que necesita menos tiempo de adaptación para hacer lo que tiene que hacer.