Por más de tres décadas, Kristine Tompkins ha sido una figura clave en la conservación de los ecosistemas sudamericanos. No solo por su rol en la protección de más de 5,7 millones de hectáreas en Chile y Argentina, sino por su visión integral del trabajo ambiental: una que conecta la restauración ecológica con el bienestar humano. "Crear parques y traer especies es parte del trabajo; la otra es conectar eso con el futuro de las comunidades", dijo en diálogo con la editora de Forbes, Florencia Radici, en el marco del Forbes Sostenibilidad Summit.
Ex CEO de Patagonia, Tompkins dejó una exitosa carrera en el mundo empresarial para sumergirse por completo en la conservación. Su transición no fue fruto de una crisis personal ni de un desencanto profesional, sino de una búsqueda más profunda. "Todo iba muy bien, tuvimos mucho éxito, pero personalmente pensé: quiero hacer algo más directo, quiero una vida más silvestre", explica. Fue en los años 90 cuando, junto a su marido Douglas Tompkins (fundador de The North Face y Esprit), comenzó a adquirir grandes extensiones de tierra con el propósito de restaurarlas y, finalmente, donarlas como parques nacionales.
El camino no fue sencillo. Al principio, enfrentaron resistencia e incredulidad por parte de autoridades y comunidades locales. "Nadie creía realmente que este sueño —de agregar todo lo que hemos hecho y donarlo— era sincero", recuerda. Sin embargo, su constancia y resultados hablaron por sí mismos. Hoy, Tompkins Conservation ha participado en la creación o expansión de 15 parques nacionales, como el Parque Nacional Patagonia en Chile y el Parque Nacional Iberá en Argentina.
Pero pronto se dieron cuenta de que proteger el territorio no era suficiente. "Era muy obvio que había áreas donde muchas especies estaban extinguidas o sus números eran muy bajos o frágiles. Decidimos que no vamos a trabajar en un área sin entender qué especies están ausentes y trabajar para retomarlas", cuenta. Así nació su enfoque de "rewilding", la reintroducción de especies clave para restaurar ecosistemas completos.
Uno de los logros más resonantes ha sido la reintroducción del jaguar en los Esteros del Iberá, una región donde esta especie estuvo ausente por más de 70 años. Hoy, ya hay alrededor de 40 individuos registrados. "Y hay varios que no, porque son cachorros y no estamos poniendo collares para seguirlos", dice Tompkins. Estos animales empiezan a expandir su territorio, cruzando incluso hacia Brasil y Paraguay.
Pero no es sólo el jaguar. La fundación trabaja con un total de 27 especies en Argentina y Chile, muchas de ellas en lo alto de la cadena trófica: pumas, ocelotes, cóndores. Cada una cumple un rol ecológico esencial. "Estamos empezando a reconstruir cómo se ve un ecosistema cuando uno tiene mucho éxito en el trabajo de Rewilding", explica.
Uno de los grandes desafíos de este enfoque es la conectividad. Para que las poblaciones de animales prosperen, necesitan moverse. "Estamos trabajando en crear conexiones entre parques. Por ejemplo, ahora en Argentina, entre el Parque Nacional Iberá y el Parque Nacional El Impenetrable en el Chaco", señala Tompkins. En paralelo, avanzan en nuevas adquisiciones de tierra en las Yungas y en Misiones, buscando establecer corredores biológicos: "Stepping stones", como los llama, que permitan el desplazamiento seguro de los animales.

Sin embargo, Tompkins es clara en que no todo se puede resolver creando parques nacionales. "Es imposible hacer esto en todos lados. Entonces, tuvimos que empezar a cambiar la estrategia", reconoce. La restauración ecológica, para Tompkins, no puede desligarse de las personas que habitan esos territorios. Desde el inicio, su fundación trabaja codo a codo con comunidades locales. "Sabemos que ellos son los genuinos del lugar. Son personas cuyas familias han vivido generaciones ahí, conocen profundamente el territorio", afirma. Por eso, cada uno de sus equipos incluye personas locales y cada proyecto busca integrar beneficios concretos para las comunidades vecinas.
En Iberá, por ejemplo, hay diez comunidades alrededor de los esteros que se ven directamente beneficiadas por la vuelta del jaguar y otras especies. "Ellos son las áreas más importantes de todo", sostiene Tompkins. Los animales reintroducidos se convierten en símbolos de identidad y atracción turística. El ecoturismo, bien gestionado, abre nuevas fuentes de ingresos y fortalece el vínculo entre la gente y su entorno.
"Si las comunidades no ven una razón positiva para su propia economía a largo plazo, estamos cayendo en términos de qué significa conservación a largo plazo. Porque es imposible", advierte. Para ella, es peligroso suponer que la conservación puede imponerse desde afuera, sin involucrar ni empoderar a quienes viven en esos territorios.
En un contexto global donde el cambio climático y la pérdida de biodiversidad avanzan con rapidez, Tompkins sabe que las estrategias deben ser dinámicas. "Cuando uno tiene mucho éxito en el trabajo, siempre tiene que cambiar la estratégica también", dice. Hoy, Tompkins Conservation y sus organizaciones aliadas —Rewilding Argentina y Rewilding Chile— están más enfocadas que nunca en la conectividad y la resiliencia ecológica.
Los próximos años prometen nuevas alianzas, nuevos territorios y nuevos aprendizajes. Pero la misión central sigue intacta: "Devolver al mundo su naturaleza salvaje". Un objetivo tan ambicioso como urgente, pero que Tompkins no ve como utopía sino como tarea posible. "Hacer conservación es como remar contra la corriente —admite—, pero si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo va a hacer?".