En 2015 en un país donde la movilidad eléctrica parecía una utopía, dos hermanos uruguayos decidieron pedalear contra la corriente y fundar Loop Bikes. Siguiendo el ejemplo de su padre, que fue el primero en introducir los automóviles chinos en el mercado uruguayo, Matías y Martín Fernández, no temían a lo desconocido. Inspirados por su visión, emprendieron un camino propio creando una comunidad alrededor de la movilidad eléctrica.
Los comienzos fueron desafiantes. Ser los primeros implicaba importar una moto eléctrica plegable desconocida en el mercado local, construir una marca desde cero y convencer a los usuarios de que la movilidad podía ser tan práctica como estética.
El verdadero punto de inflexión llegó con la pandemia, cuando la necesidad de moverse de forma individual catapultó la demanda y puso a prueba su resiliencia. A fuerza de convicción, trabajo en equipo y decisiones arriesgadas —como montar su propia fábrica y asociarse con la marca australiana Michael Blast— Loop logró no solo sostenerse, sino crecer.
Hoy Loop Bikes produce unas 10.000 bicicletas al año, tiene presencia en Argentina y Brasil, y proyecta un futuro donde cada hogar tenga, al menos, una bicicleta eléctrica.
1.Animarse a ser pioneros
La historia de Loop comienza con una impronta familiar marcada por la innovación. El padre de Martín y Matías Fernández fue de los primeros en introducir la movilidad eléctrica en Uruguay, lo que los llevó, ya en 2013, a buscar el primer auto eléctrico del país. En 2015, durante una visita a una fábrica en China, descubrieron un producto inédito en Uruguay. "Nos encontramos con un producto totalmente innovador: una moto plegable, que te la ponías bajo el brazo", recuerda Martín Fernández.Tres años después, se convirtió en el primer modelo de Loop. A pesar de las dudas del mercado, apostaron por traer algo que no existía y forjar un nuevo segmento.
2.Conectar con una comunidad
Loop nunca fue solo una empresa de bicicletas. Desde el comienzo lo que buscaban era construir una comunidad con valores compartidos y encontrar un producto que respondiera a esa necesidad. "Lo que buscábamos era hablarle a una comunidad que tenía la necesidad de moverse de una forma diferente, mucho más moderna, libre y sustentable", afirma Matías Fernández. Esta conexión con su público les permitió consolidar una marca con identidad propia, que hoy es reconocida por su diseño, su espíritu boutique y su coherencia en los valores que transmite.
3.Esperar a la oportunidad
Loop nació con una visión clara y su crecimiento fue lento pero constante. En 2019, antes de que la movilidad eléctrica se volviera tendencia, enfrentaron un momento crítico: o cumplían sus objetivos o cerraban. Decidieron seguir y expandirse a Paraguay. Luego, en marzo de 2020, la pandemia los encontró en plena transición hacia una producción propia. Con fábricas cerradas y costos de flete disparados, era un contexto desafiante. Sin embargo, la crisis sanitaria jugó a su favor: la necesidad de evitar el transporte público disparó la demanda, y gracias a un depósito en Chile pensado para Paraguay, pudieron abastecer al mercado uruguayo. Fue el empujón que necesitaban.
4.Priorizar la calidad
Loop nunca quiso competir por precio. Desde el inicio, eligieron productos que los representaran con orgullo, no necesariamente los más baratos. Martín lo resume así: "Traemos lo que nos gusta". Su alianza con Michael Blast —una marca australiana con enfoque boutique y alto estándar de diseño— marcó un antes y un después en la marca. Con fabricación propia, lograron diseñar modelos exclusivos, controlar cada ítem, cada color, cada parte. Eso consolidó su diferencial frente a sus competidores. Hoy pueden producir hasta 10.000 unidades al año y adaptarse rápidamente a la demanda. "Cuando empezamos a traer modelos de colores arriesgados, como el rosado, quebramos stock", afirma el co-fundador.
5.Confiar en el equipo
Ambos fundadores coinciden: nada de esto sería posible sin el equipo que formaron. "Confiamos mucho en la gente", dice Matías, y esa cultura de empoderamiento atraviesa toda la organización. A lo largo de los años, el equipo creció y se fortaleció, manteniendo siempre una energía y un espíritu que los propios clientes perciben al entrar al local. Su socio francés fue también clave: los animó a soltar el control, apostar por los colores y pensar a escala regional. "Nuestro crecimiento tiene mucho que ver con él. Nos incentivó a arriesgarnos cuando en general nos gusta tener todo muy bajo control", reconoce Martín.