Los denominados bonos verdes son un tipo de deuda o valor negociable que emite una organización, tanto pública como privada, para financiar proyectos socialmente responsables con el medioambiente. Las finanzas sostenibles han cobrado un papel fundamental en los últimos tiempos, en el impulso de iniciativas para mitigar los efectos devastadores que la crisis climática está ocasionando.
La primera emisión de bonos verdes tuvo lugar en 2007 por parte del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y marcó uno de los grandes hitos en el compromiso por construir una banca responsable. Hoy en día, la inversión en bonos verdes supone la opción preferente de muchos inversores. Tan solo en 2020, las emisiones verdes alcanzaron más de 270.000 millones de dólares, de acuerdo con los datos de la Climate Bonds Initiative (CBI).
Este tema fue el disparador para un nuevo panel en el Sustentabilidad Summit de Forbes Argentina. Allí se debatieron diferentes aspectos de esta herramienta para el mercado local.
Es importante que como entidad financiera no sólo tengamos una mirada de retorno y sino también de riesgo y que en nuestras acciones generemos un impacto positivo, detalló Constanza Gorleri, Gerenta de Sustentabilidad de Banco Galicia.
Justamente el Bango Galicia fue el primer emisor del bono verde en Argentina y se utilizó para el desarrollo de proyectos relacionados con la eficiencia, la transformación y transición energética.
Los bonos verdes son una tendencia que llegó para quedarse, es una gran posibilidad para acceder a nuevas formas de financiamiento, pero al mismo tiempo los inversores pueden diversificar su portfolio: Pueden ser bonos verdes, sociales y sustentables, una obligación negociable, un fideicomiso, un fondo de inversión, entre otras formas, la esencia está en el uso de esos fondos, para qué se va a destinar ese dinero. El denominador en común es que tenga un 100% de impacto en la sociedad, señaló Julieta Artal Conte, Responsable de Gobierno Corporativo y Sustentabilidad de BYMA.
Recientemente BYMA desarrolló una guía y un reglamento para la Emisión y el Listado de Bonos Sociales, Verdes y Sustentables y un reglamento para el Listado de Valores Fiduciarios y/o Cuotapartes de Fondos Comunes Cerrados de Inversión (FCCI) Sociales, Verdes y Sustentables (SVS). Estos documentos cuentan con la aprobación de la Comisión Nacional de Valores que tuvo un rol activo en el desarrollo de estas nuevas herramientas.
Esta iniciativa busca otorgar al mercado una nueva forma de financiamiento que conceda a emisores, inversionistas y stakeholder en general, la posibilidad de formar parte del objetivo planteado por el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París de mitigar los efectos del calentamiento global; y de promover una mayor responsabilidad ambiental y social tal como lo disponen los principios del Pacto Global de la Naciones Unidas.
En este contexto Conte explicó que hay cuatro componentes centrales para definir un bono verde: saber qué se va a financiar y con qué criterios; cuál va a ser la gestión de ese dinero, qué herramienta financiera se utilizará y la posibilidad de acceder a informes sobre los beneficios medibles de esa inversión.
Hace apenas unos meses la ONG Techo logró intervenir en el mercado de valores y suscribió un bono verde para potenciar y acelerar sus objetivos: la construcción de viviendas en barrios vulnerables de todo el país. Una asociación civil también puede entrar a este esquema de financiación con bonos verdes. En nuestro caso lo hicimos a fines de 2021 por 18 millones de pesos para construir nuestra propia fábrica de materia prima que nos permitirá cumplir nuestro objetivo para la construcción de más viviendas, explicó Florencia Drucker, Directora Ejecutiva de la ONG Techo.
Esta organización de la sociedad civil se convirtió en la primera ONG en emitir un bono verde y logró conectar proyectos sociales con los inversores que es el principal desafío. Comenzamos en 2018 y creemos que es todo un terreno ganado que servirá para abrir un nuevo camino en la financiación para proyectos sociales, concluyó Druker.