Es un reto para toda la región, y un desafío particular para hacer crecer la industria en un país con una gran cantidad de recursos naturales. Por eso, para capitalizar su potencial en esta industria, la Argentina deberá ampliar sus actividades de forma sostenible. Bajo el título de Minería verde, uno de los paneles del último Forbes Minería Summit, integrado por Gustavo Anbinder, Director de Negocios y Desarrollos de Genneia; Cristian Rapetti, socio de Audit & Assurance de Deloitte Marketplace Cono Sur y Miguel Sainz, socio a cargo del área Capital Project Delivery en ERM Argentina y Chile, analizaron el contexto actual por el que atraviesa el sector.
Moderados por la editora de Forbes, Florencia Radici, los expertos aportaron su visión sobre las acciones en las que la minería debe seguir trabajando, no solo para mitigar el impacto y prevenir la huella de carbono, sino para fortalecer las inversiones y convocar a las comunidades locales como parte del cambio, y del crecimiento. “El potencial de la minería en la Argentina va de la mano de las prácticas sustentables, y es una muy buena noticia para nuestro país que cada vez más se hable del tema”, dice Cristian Rapetti, y agrega que si se pone el foco en el potencial exportador que tiene el sector en el país, con minerales como el cobre y el litio, estamos ante una demanda que puede crecer seis veces en los próximos años, absorbida -principalmente- por las energías limpias y la movilidad eléctrica. “Por eso, sin dudas, las prácticas sustentables serán el apalancamiento de la industria, tanto por necesidad como por demanda”.
Si bien las acciones relacionadas con la sustentabilidad han ido creciendo en estos últimos años, Miguel Sainz señala que tanto los recursos como las comunidades donde se asienta la actividad minera siempre estuvieron allí [en el territorio]. “En esta ola de la minería verde tenemos que ser inteligentes en la manera de cómo asumimos esos cambios. En el caso de nuestro país, que no es netamente minero, hay que ver las experiencias del extranjero como también el acervo propio de otras industrias como la petrolera, y ver qué lecciones hemos aprendido -aporta Sainz-. Ser inteligentes, escuchar a las comunidades y entender el ambiente dónde están estos proyectos”. En esta ola, insiste el ejecutivo, distintos países han atravesado por los mismos desafíos que se plantean en la Argentina. “Y no solo tenemos la normativa local -dice Sainz- también estándares internacionales que podemos utilizar como guía”.
Cuando se habla de minería verde, los expertos coinciden en que no solamente se hace referencia al proyecto minero en sí mismo, sino a la comunidad donde la actividad se asienta. “Tenemos los casos de los últimos dos fallos del año pasado, donde se solicitó a las provincias de Salta y Jujuy que brinden información en materia de participación comunitaria -señala Sainz-. También en Catamarca, con un fallo reciente a partir de un amparo presentado por las comunidades. Creo que hay un cambio de paradigma, porque necesitamos de esos minerales críticos para la transformación energética, y esa transición tiene que ser justa. Como país subdesarrollado, la Argentina necesita de esas grandes inversiones, pero hay que abrir la difusión de la información y ser transparentes”.
Desde la óptica de Gustavo Anbinder, hay que tener en cuenta las dos demandas existentes, que juegan un rol clave en el negocio. “Del lado del consumo, cuando hablamos de litio, por ejemplo, no tiene sentido hacer baterías quemando gasoil en la Puna. Los mismos clientes que compran ese litio como insumo integran las buenas prácticas”. De lado de la producción, agrega el director de Negocios y Desarrollos de Genneia, se deben diseñar los proyectos de tal manera que puedan bajar el nivel de emisiones de carbono en la energía que van a consumir. Anbinder menciona que hace un par de años que están trabajando en empresas mineras, y menciona como ejemplo el proyecto para abastecer con energía renovable al Salar del Hombre Muerto; un enclave fundamental para la producción de litio en Argentina por sus características, su tamaño y su ubicación estratégica, al sur de la Puna de Atacama, en el límite entre Catamarca y Salta.
Sin embargo, apunta Radici, la imagen de gran parte de la sociedad sobre las actividades mineras es negativa. “Todos queremos el último celular con su chip, pero al mismo tiempo prevalece una mirada crítica sobre la industria”, plantea Radici y cuestiona: “¿Cómo se supera esta dualidad desde el sector?”
Para Rapetti, a medida que la industria avanza hay cada vez más interesados. “El consumidor va a demandar un producto de calidad competitivo, y va a tener en cuenta toda la información. Las compañías que operan y son públicas en mercados internacionales están acostumbradas a reportar índices de sustentabilidad en base a esos indicadores. Y hasta el acceso a los mercados crediticios depende de eso. La información debe ser confiable para que pueda ser publicada”, sostiene.
El trabajo en conjunto con las comunidades locales, refuerza Sainz, es el único camino posible. “Creo que se le teme a lo que no se conoce. Las comunidades están abiertas al diálogo y hay que abrir esos espacios. No se trata de imponer sino de proponer, de involucrar a las comunidades en las decisiones”. Y agrega: “Si tenemos los estándares de nivel internacional y los mercados van a reclamar esas condiciones, los equipos locales tienen que entender las reglas de juego y trabajar en equipo con las comunidades”.
Quizá, asume Anbinder, el hecho de que la región, y la Argentina, esté más retrasada que los países desarrollados en materia de sustentabilidad y buenas prácticas, hay una ventana de oportunidad para hacer mejor la tarea. “Como llegamos tarde podemos incorporar las mejores prácticas que hay en el mundo, aprender de lo que hizo en otros lugares y mejorar la relación con las comunidades. Arrancar de cero”, concluye.