Avon tiene el compromiso social de impulsar el desarrollo de las mujeres para lograr un mundo mejor para todas las personas. Así fue como realizó un estudio con más de 1.000 mujeres junto a Gentedemente, para entender cómo perciben las mujeres argentinas la desigualdad de género en términos financieros, laborales y de emprendedurismo.
Uno de los insights que surgió de este informe revela la dificultad de las mujeres para hablar de plata. Enunciar temas relacionados con dinero, finanzas o inversiones siempre se ha ubicado en un terreno más masculino y por eso Avon busca concientizar sobre la independencia económica y financiera de las mujeres.
El propósito del informe fue dilucidar cómo se puede impulsar esta conversación desde una perspectiva de género y derechos humanos, en la convicción de que eliminar las barreras a la participación económica femenina es crucial para el progreso de toda la sociedad.
Hoy en Argentina más de 800.000 personas emprenden a través de la venta por relaciones, que ha demostrado ser un gran aporte a la economía particularmente de las mujeres y específicamente de muchas jefas de hogar. De hecho, Avon (con más del 70% de su equipo de liderazgo a cargo de mujeres y una política que elimina la brecha salarial por género) cuenta con una red de más de 200.000 vendedoras en todo el país.
El tema fue eje de una de las mesas en el marco de la octava edición del Forbes Summit Mujeres Power, de la que participaron Adrián Kohan, CEO de Gentedemente, la compañía que elaboró el informe, y Sabrina Castelli, Founder & CEO de Mujer Financiera.
Luz de alerta
No puede haber equidad de género si no hay independencia financiera, pero el 60% de las mujeres a nivel regional no lo ve como un requisito. Falta esa conciencia, advirtió Kohan. El experto explicó que encuestaron a unas 20.000 personas en Argentina y otros cuatro países de la región, la mayoría mujeres. Como corolario encontraron que no solo hay una conciencia importante sobre la desigualdad de género, sino que es más fácil para los hombres sostener la independencia financiera. Solo un 10% de las personas consultadas respondió que eso resulta más simple para las mujeres.
Pero lo que lo sorprendió fue que apenas 6 de cada 10 mujeres considera que se requiere de independencia financiera para alcanzar la equidad de género. No lo sospechábamos, y nos encendió una luz de alerta, reconoció Kohan.
Más allá de respuestas previsibles (como que la tarea de cuidado de las personas en el hogar continúa estando completamente mal distribuida, y ni hablar de quien tiene la carga mental del carnet de vacunación de los hijos) encontraron varias perlitas. Kohan precisó al respecto: No solo hay una distribución desigual de las responsabilidades de pagar las cuentas sino una invisibilización de esa tarea cuando la hacen las mujeres. Son más los hombres que piensan que lo hacen que los que realmente se encargan de eso.
También descubrieron que, ante una crisis, las mujeres renuncian primero a sus gastos de esparcimiento para mantener intactos lo más posible los de sus hijos, pero conservan en el maquillaje un refugio de indulgencia. Y detalló: Es una de las últimas categorías donde achican gastos, porque con poco dinero compran algo que dura mucho y tiene un impacto importante en el bienestar personal ya que les permite expresar su estado de ánimo y transmitir identidad.
Dinero, un estímulo positivo
Castelli compartió el debate desde su experiencia como empresaria y como experta en finanzas. La mujer se ocupa casi del 90% de las compras de casa y de la familia y tiene un ratio de incobrabilidad más bajo que el hombre. Es negocio prestarnos dinero, invitó. También consideró que hablar de plata es difícil por la distribución histórica de los roles de las mujeres y los hombres en la sociedad. Pero no es solo que las mujeres nos incorporamos más tarde a la fuerza laboral sino que también hay sesgos culturales porque se ha percibido que es incómodo, que está mal tocar el tema del dinero, dijo.
En realidad hablar de plata es difícil cuando ganás poca, porque hay brecha de género en materia de ingresos, porque tenés un trabajo no remunerado, porque no estás en un puesto de liderazgo y por ende no tenés objetivos de ahorro o inversión. Cambiar estos tres factores requiere trabajo y años. La mayor prueba de que es una tarea lenta es que recién en la década del ´70 las mujeres pudieron tener bienes a su nombre e incluso una tarjeta de crédito propia. Aunque con un límite más bajo que las de los varones, claro.
Sin embargo, valoró que las generaciones más jóvenes empiecen a cambiar esa mirada en la que, por ejemplo, la mujer tiene el rol de la gastadora cuando en realidad es la que se ocupa en un 90% de las compras familiares en la casa. Algo parecido ocurre en el ámbito corporativo. Cuando uno observa el capital invertido en compañías lideradas por mujeres en América latina, observa que es solo el 0,6%. Tenemos un 50% menos de acceso a financiamiento. Falta ese reconocimiento, empoderarnos y entender el rol que tenemos, precisó.