Es presidente del Otamendi y atiende a las comunidades más vulnerables del país. Cómo gestiona Jorge de All la pandemia
Alex Milberg Director
Alex Milberg Director
A poco más de un año de que se confirmen los primeros casos de COVID-19 en el país, el presidente del Sanatorio Otamendi, Jorge De All, repasa los números de la pandemia para sacar una instantánea de este inédito suceso. En la institución se internaron más de 1.500 pacientes con diagnóstico confirmado de Coronavirus. El número de pacientes atendidos fue mucho mayor, debido a que sólo el 20% de los confirmados requieren hospitalización. Pero, en el marco de la segunda ola en el país, el contexto es muy distinto. “Realmente fue una ola, fue un tsunami para todo el sistema de salud público y privado. El sistema hizo lo imposible para prepararse, con infinidad de inversiones en infraestructura, equipamiento, en tecnología y sobre todo en nuestra gente”, destaca el médico.
"La diferencia fundamental entre la primera y la segunda ola es que hoy nos encontramos con pacientes mucho más graves, mucho más jóvenes y muchísimos más pacientes", cuenta durante el Forbes Healthcare Summit. "Llevamos más de un año preparándonos, sobre todo en el equipo de trabajo que es un factor determinante de la medicina. La medicina tiene mucho más que ver con armar un muy buen equipo, cuyos médicos sean altamente capacitados, buenas personas y empáticos con los pacientes. Hicimos inversiones en los elementos de protección personal para nuestros equipos, pero además se consiguieron respiradores, equipos para monitoreo de la terapia intensiva y hasta incorporamos tanques de oxígeno suplementarios".
¿Y las tasas de mortalidad están mostrando mejoras con las vacunas?
Probablemente las vacunas hayan sido una herramienta para cambiar el formato epidemiológico. Por otro lado, las nuevas cepas juegan un papel importante. Ahora, la situación de saturación del sistema en este momento es acuciante, a pesar de todos los refuerzos que hicimos en el sistema de salud.
¿Qué porcentaje de ocupación de camas tienen?
Llevamos un nivel de saturación total, de más de 100% en los últimos seis o siete meses. Nunca bajamos y lo que hicimos en los últimos dos meses es extender la terapia intensiva a lugares que habitualmente no están preparados para ser terapia intensiva. No hay otra opción y la sociedad y la situación sanitaria del país lo demanda.
¿Cómo es esa adaptación improvisada?
Sin duda el cuello de botella es la terapia intensiva y fundamentalmente ese equipo de trabajo. Médicos, enfermeros, kinesiólogos y el resto del equipo de soporte. Previo a la pandemia estábamos habituados a tener en ventilación mecánica cerca de 10 pacientes. En la primera ola, en agosto, llegamos a 22. Y hoy estamos en cerca de 34 pacientes. Esto excede los límites de la terapia intensiva, se está haciendo en otras áreas adaptadas al fin, pero en donde no se dan todas las condiciones adecuadas y de estándar óptimo.
¿Cómo es tu perspectiva para los próximos meses, teniendo en cuenta que el frío recién comienza y las vacunas lentamente van llegando?
Creo que van a ser dos meses muy duros para todo el sistema. De hecho, estamos trabajando muy conscientes de eso, en comité de crisis permanente, con todos los grupos médicos y de apoyo. Creemos que la vacuna es una herramienta fundamental y la otra son las restricciones, que en mayor o menor medida vamos a tener que utilizarlas para combatir el problema sanitario feroz e inédito en la historia del país y del mundo.
¿Cómo se trabaja en la comunicación y la capacitación de los médicos que están haciendo un papel fundamental y que además están en comunicación con los familiares? ¿Cómo se maneja en los equipos?
La comunicación es un problema estructural de la formación médica. Dicha formación no existe. Con respecto a la formación médica, uno se va formando en función de sus maestro. Aprendemos de ellos cómo manejarnos con los pacientes. En nuestro trabajo con la Asociación Civil Cuerpo & Alma, llevamos a los chicos de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica Argentina (UCA) al norte del país a que aprendan esto que es fundamental: cómo nos paramos frente a nuestros pacientes. Tiene que ver con la empatía, el poder ponerse en el lugar del otro de una manera muy genuina. Yendo al punto del COVID, fue un gran desafío cómo nos relacionamos con las familias de los pacientes, que en definitiva también son nuestros pacientes y necesitan de nuestra contención. Fue un desafío adicional y lo entendimos así.
¿Cómo fueron estos 15 años de trabajo con Cuerpo & Alma, yendo a capacitar médicos que están en zonas vulnerables y llevando recursos de primera calidad para trabajar en el aspecto técnico y humano?
Empezamos en 2005, éramos un grupo de 10 personas y en ese momento hacíamos 500 consultas por año. Hoy somos 500 médicos que hacemos más de 12.000 consultas por año y realizamos más de 600 o 700 cirugías por año, en el lugar, montando quirófanos a veces en el medio del monte. El espíritu de esto es poder brindar atención en zonas con mucha pobreza y con mayor dificultad en el acceso a la atención médica. Queremos brindarle atención con profesionales y tecnología de alto nivel. Aquellas personas que nosotros no podamos resolver, como en el Impenetrable chaqueño o en el norte de Santiago del Estero, los traemos a Buenos Aires, los alojamos, los acompañamos, se operan y luego regresan a su lugar de residencia.
¿Cómo impactó la pandemia para la Asociación?
La pandemia nos generó algunas restricciones y nos desafió. Tuvimos que cambiar nuestra modalidad de atención. Hoy estamos viajando todos los meses, con una frecuencia mayor pero grupos más pequeños de médicos. Eso nos permite mantener la asistencia y la educación para la salud. La educación es una forma de dejar capacidad instalada en el lugar, no solo a la comunidad sino por el contacto directo con las escuelas, capacitándolos en diferentes ejes de trabajo fundamentales.
¿Qué fue lo que más aprendiste a nivel personal en este año tan particular?
Fue un gran desafío. Fue lidiar con una situación totalmente inesperada y lidiar con un concepto muy dramático para el médico que es la incertidumbre. Los médicos no estábamos preparados para esta situación. Como líderes de instituciones no estábamos preparados. Y creo que volver a las bases, a los valores fundamentales fue lo primordial. El trabajo duro, la humildad, la solidaridad con el equipo y estar muy cerca de nuestros pacientes y de nuestro equipo de trabajo. En la misma trinchera, trabajando codo a codo con nuestros médicos, enfermeras y con los problemas muy diversos que surgieron por la gran velocidad del cambio que tuvo la pandemia. La adaptación fue una herramienta muy importante para subsistir.
En una entrevista con Carlos Pagni, hiciste una reflexión muy interesante, sobre esta situación donde pareciera que la única salida para un sector fuera Ezeiza. ¿Te acordás qué dijiste?
Sí, creo que todos los que tuvimos la oportunidad de recibir cierta educación, tenemos en algún punto la responsabilidad de devolverle al país todo lo que nos dio la universidad pública. Estoy convencido de que al país lo hacemos entre todos. No creo que tengamos que mirar el partido desde la tribuna, desde la crítica, sino que tenemos el desafío de involucrarnos a jugar el partido. Hoy Argentina nos necesita a todos acá, trabajando en Argentina y más unidos que nunca porque la situación es crítica en todo sentido. No solo desde el punto de vista sanitario sino también con más de 40% de pobres. Tenemos que dejar un testimonio a las próximas generaciones, un mensaje de optimismo, de que vale la pena poner un granito de arena por el país.