De pronto, las góndolas empezaron a poblarse de packagings con octógonos negros, que van ocupando cada vez más espacios a medida que los repositores incorporan nuevos paquetes. Frente a los estantes, algunos consumidores ponen cara de sorpresa, y otros ya están empezando a entender qué relación tienen esos sellos con su salud.
En la sexta edición de Forbes Health in Action Summit, tres expertos en nutrición y producción de alimentos analizaron los alcances de esta ley. Sergio Britos, nutricionista y Director del Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de la Alimentación (CEPEA); Martín Ferrara, Marketing Director en Grupo Bimbo, y Gustavo Álvarez, R&D, Quality & Food Safety Director de Danone Lácteos, expusieron acerca de esta transformación.
Estamos empezando a observar tibiamente los sellos de advertencia en las góndolas, y creo que es un momento confuso para la gente porque algunos consumidores pueden sentir inquietud. Se vienen meses interesantes acerca de la comprensión y la utilización de esta nueva herramienta, definió Britos.
Álvarez contó que Danone se anticipó a estos cambios con modificaciones en sus productos que en realidad vienen aplicando gradualmente hace 20 años. Antes de que la ley entrara en vigencia -detalló- ya habíamos hecho reducciones de por ejemplo el 60% de azúcar en productos como Danonino y Serenito.
Sin embargo, el ejecutivo consideró que el sistema de perfilado en las etiquetas es bastante estricto en Argentina, tiene umbrales muy bajos. Por eso trabajamos en un portafolio de productos libre de sellos, algunos que son reformulaciones y otros directamente nuevos, subrayó.
Una estrategia similar es la adoptada por Bimbo, compañía que se propuso ir mejorando el perfil nutricional de sus productos en todo el mundo. En Argentina -afirmó Ferrara- tomamos las experiencias de otros países que ya habían implementado las regulaciones, y adecuamos algunas recetas para que los empaques no tengan sellos.
El octógono, solo un indicador
Pero la calidad nutricional de un producto no puede medirse solamente por la cantidad de sellos. Álvarez lo explicó con un ejemplo: un yogur entero tiene 3% de grasa, 5 o 6% de azúcar agregada y también presenta grasas saturadas, por lo que debe ser comercializado con tres octógonos.
Pero si ese yogur es acompañado en una merienda o un desayuno por galletitas dulces, se trata de productos que pueden tener 30 o 40% de azúcar y 20 o 25% de grasa. Son muy diferentes en términos nutricionales, pero si solo contás los sellos, parecen iguales, advirtió.
Para comprender que incluso un producto alcanzado por los octógonos puede tener aportes nutricionales positivos hay que formar al consumidor. El sello sirve para orientar y elegir, aunque no está diciendo todo. El yogur entero -mencionó, volviendo al ejemplo- es una muy buena fuente de proteínas, calcio, vitaminas, pero los nutrientes positivos no están contemplados en el sistema de rotulación.
Álvarez recomendó a las compañías acompañar la evolución de los gustos de los consumidores sin dejar de lado la experiencia sensorial. Atender lo racional y hacer alimentos mejores desde el punto de vista nutricional, pero que también sean ricos.
Ferrara coincidió: El desafío es que los productos cumplan con las exigencias de la parte nutricional, pero también con las de sabor. Para eso miramos qué es lo que el consumidor va buscando. Para Bimbo, el horizonte aparece despejado puesto que, cambio de fórmula mediante, ni en panes ni en tortillas tuvieron que incorporar sellos.
La empresa basó su experiencia en lo que sucedió en Chile, Perú y Uruguay, donde la ley entró en vigencia hace ya tiempo. Sabemos que en Argentina el consumidor irá subiendo la vara y exigiendo cada vez más, dijo el Marketing Director de la compañía.
Un desequilibrio de varias aristas
La calidad de la comida que ingerimos tiene aristas que exceden los octógonos. Britos dijo al respecto que según la más reciente Encuesta Nacional de Nutrición, el 55% de la población argentina padece de sobrepeso u obesidad, y más del 85% no tiene una alimentación saludable.
Por eso, este profesor e investigador consideró que una ley que regula el entorno de compra pero no tiene como propósito educar, no basta. Argentina tiene un agujero negro en materia de educación alimentaria nutricional, porque carecemos de estrategia y de una política decidida al respecto. De hecho, el Ministerio de Salud debería estar haciendo una campaña muy fuerte y no se observa, cuestionó.
En los dos o tres primeros años de vida de una persona se forman los hábitos alimentarios y en la etapa de la escolaridad, se asientan. En ese marco Britos alertó acerca de que los varios pecados alimenticios que ejercemos en el país no están alcanzados por esta norma.
Tenemos un consumo muy bajo de verduras, legumbres, granos, cereales integrales, frutas, yogur, leche, pescado, y a la vez muy elevado de harinas, cereales refinados, carnes rojas, azúcar, remarcó.
Un primer paso para empezar a resolver este desbalance es recrear mejores entornos alimentarios en escuelas y ámbitos laborales. Los estímulos para no comer saludablemente son muchos, desde plazas en las que los bebederos no funcionan hasta restaurantes que en lugar de ofrecer una fruta mientras esperamos, nos dan manteca, observó.
¿Hacia dónde va el perfil nutricional argentino? De acuerdo con Britos, hay tendencias claras: Se ve que se observan criterios de sustentabilidad en la producción de los alimentos y se siguen dietas flexitarianas, vegetarianas o veganas, con una disminución del consumo de carnes en general y de rojas en particular. De hecho, el 25% de la población no come carne o está dispuesto a probar una alimentación más vegetal, concluyó.