El cimbronazo económico que vivió la Argentina en los últimos meses no solo erosionó el poder de compra de las clases baja y media; también impactó de lleno en el patrimonio de los que más tienen.
El aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos, en marzo, generó un efecto mariposa que impactó de lleno en la economía argentina en los meses sucesivos. El peso sufrió una devaluación cercana al 50% y la fuga de capitales alcanzó los US$ 6213 millones, solo en mayo. Sumado el retorno del FMI como acreedor, fueron motivos más que suficientes para crear una tormenta perfecta que pulverizó siete trimestres de crecimiento y encendió luces amarillas.
El cimbronazo económico no solo licuó gastos y erosionó el poder de compra de las clases baja y media, también tuvo un impacto directo en los ahorristas e inversores de clase alta y los 50 apellidos miembros de la último Ranking Forbes no salieron ilesos de esta situación.
Una caída de US$ 7000 millones
Los ADRs argentinos en Wall Street fueron testigos privilegiados de la apatía que despertó la Argentina a inicios de mayo. A excepción de las tecnológicas MercadoLibre y Globant, que sostuvieron sus valores, desde los bancos hasta las energéticas todas sufrieron estruendosas bajas desde sus picos máximos a inicios de este año. En torno a esas pérdidas, algunas menguadas por cierta recuperación durante julio, y la desvalorización proporcional de aquellas fortunas que se restringen al ámbito privado (no cotizan en los mercados bursátiles) se estima que los 50 apellidos más ricos de la Argentina resignaron US$ 7000 millones en los últimos tres meses. Es decir, sufrieron una caída que en porcentaje alcanzó los dos dígitos, desde los US$ 70.000 millones en base a los recursos estimados entre febrero y marzo, de este año, hasta los US$ 63.000 millones de la última semana.
Sin embargo, no todos perdieron por igual, algunos sostuvieron su fortuna intacta e incluso, otros lograron incrementarla a contramano de la tormenta local, como es el caso de la familia Rocca, que sumó US$ 500 millones a su patrimonio, desde febrero.
Los más golpeados
Julio Patricio Supervielle fue noticia el 19 de enero de este año cuando el Grupo Supervielle, el holding con el cual administra su gigante financiero, superaba los US$ 3000 millones de capitalización bursátil. Apenas siete meses más tarde, otra es la historia. El grupo financiero que lleva su apellido vale “solo” US$ 1310 millones y su fortuna cayó a la mitad de lo que le atribuyó Forbes en el Ranking global, publicado en marzo. De hecho, ya no figura entre los argentinos más ricos en la versión en tiempo real que tiene Forbes.com.
En el mismo rubro, otros argentinos sufrieron la misma suerte. Jorge Horacio Brito que llegó a ostentar US$ 1500 millones, hoy tiene US$ 984 millones y técnicamente está fuera del club de los mil millonarios (o "billionaires", en inglés). Su socio en Macro, Jorge Ezequiel Delfín Carballo corrió con la misma suerte y ya no integra la lista.
No es el único desafortunado en este raid pesimista. Eduardo Costantini, amo y señor de los barrios cerrados y las esbeltas torres de oficinas en la zona de Catalinas, también abandonó su corto paso por el selecto club de multimillonarios a nivel global. Las acciones de Consultatio, su buque insignia, cayeron de $ 66 a $ 41,95 en la Bolsa porteña. Si a eso se le agrega el efecto devaluatorio, la empresa tiene una valuación en dólares un 50% menor a lo que supo alcanzar.
Las familias Escasany, Braun y Ayerza, tridente controlante del Grupo Financiero Galicia (GFG), corren la misma (mala) suerte. GFG vale unos US$ 5600 millones al 30 de julio versus más de US$ 11.000 millones en febrero de este año. Basta extrapolar las participaciones de cada una de las familias para determinar cuánto han perdido en tan solo un semestre.
Ni siquiera los apellidos cercanos al poder de turno, como la familia Caputo, se salvaron de la sangría. Mirgor cayó desde los $ 660 por título a solo a $ 392 en la actualidad. Si antes llegó a valer casi US$ 600 millones, hoy, está valuada en “apenas” US$ 250 millones. Más allá de una venta marginal de acciones que hizo la familia en los últimos meses, lo perdido por el clan Caputo asciende a US$ 180 millones en tan solo seis meses. Al menos, estuvo más asertivo tanto con la venta de la constructora que lleva su apellido como lo que habría sido su salida de Central Puerto, en febrero, cuando la empresa debutó en Wall Street.