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Negocios

Un desafío más: la prueba de la industria textil

Luciano Galfione Secretario de la Fundación Pro Tejer

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Luciano Galfione, secretario de la Fundacion Pro Tejer, revela la realidad actual de la industria textil y los desafíos del sector ante la llegada del Coronavirus.

26 Junio de 2020 13.37

El sector textil venía hasta el 2019 con un uso de la capacidad instalada del promedio del 50%, pero a su vez en franco receso desde el 2016, donde no paró de caer desde un 68% hasta los niveles mencionados. Esto es producto de una pérdida notable del poder adquisitivo de la población, sumada a una presión importadora que creció durante la administración  anterior por encima del 140% en indumentaria. Es decir, un mercado más chico, con niveles de importación incrementales, nos hizo llegar a una situación catastrófica, situación que denominamos una “tormenta perfecta”. 

Desde inicios del 2020, el sector empezó a mostrar leves signos de mejora. El cambio de administración y las nuevas expectativas parecían prever un año donde dejaríamos de caer y empezaríamos a tomar nuevamente una senda de crecimiento sostenido. Los niveles de importaciones de los primeros meses del año todavía eran muy elevados, incluso más que en el 2019, en toneladas, producto de autorizaciones de importación ya otorgadas por la administración anterior y que, en vísperas de posibles restricciones futuras, hizo que los importadores no dudaran en acelerar sus compras. 

Así las cosas, nuestro sector se parecía a un vehículo descompuesto en una banquina que, gracias a la capacidad del conductor de adaptarse, gracias a su proactividad y a su creatividad, con una pequeña caja de herramientas, logró poner en marcha ese auto maltratado (aunque no por viejo ni tecnológico) nuevamente en la ruta para tratar de llegar al pueblo más cercano, buscar ayuda, invertir nuevamente y arriesgar a salir a recorrer ese camino siempre incierto, pero que apasiona al conductor y que lo hace renovar sus energías a pesar de todo y de todos. Siguiendo con nuestra metáfora, nuestro auto hizo unos kilómetros, el conductor ya divisaba a lo lejos un pueblito, empezaba a aclararse esa ruta incierta y solitaria, cuando de la nada, sin casi dar posibilidad a maniobrar, sin poder ni frenar a tiempo, un camión salió a la ruta de esos caminos vecinales y nos chocó de frente. 

La pandemia que golpea al mundo hizo que los niveles de producción mundiales se desplomaran a valores de los que no tenemos memoria; nuestra industria en particular se encuentra en niveles de actividad del orden del 28%, inferiores a nuestra peor crisis económica como fue la del año 2002. Si puntualizamos en el eslabón de la confección, esta caída registra una baja del 38% respecto de marzo de 2019. 

Frente a esta situación, y teniendo presente la capacidad de adaptación e ingeniosidad de numerosas empresas pymes, es que se logró encontrar una alternativa, y una parte del sector (no la gran mayoría) viró su producción a la fabricación de indumentaria sanitaria, tapabocas, barbijos y otros insumos para la salud con calidad, precio y tiempos de entrega de clase mundial. Así se conformaron conglomerados de empresas chicas y medianas que, con protocolos estrictos, en cuanto a la prevención del contagio del Coronavirus, abastecen al Estado y en conjunto están fabricando una gran cantidad de lo que hoy usan nuestros médicos. Si bien esto no es la solución a un corte cuasitotal del consumo, permite a las pymes poder pagar algunos costos y “perder menos” con el objetivo claro de llegar al día después. 

El Estado también hizo su intervención para que esta crisis no termine de matar a un sector golpeado y vapuleado. Un rubro que, producto de la pandemia y la escasez de toda clase de productos sanitarios, hizo que la sociedad, la política y el sector público en su conjunto entendieran la  importancia de  tener  soberanía industrial. Al 
fin de cuentas, cuando “las papas queman”, como se dice vulgarmente, los países se abastecen de sus producciones locales, dejando de lado cualquier otro mercado que, en otra circunstancia, puede ser muy atractivo. 
Con una cadena de pagos totalmente cortada, sin capital de trabajo y con gastos constantes, salir de esta crisis seguramente será doloroso. Se requerirá de múltiples herramientas, crédito y una adaptación a la “nueva normalidad”. 

Nuestro sector es un gran generador histórico de empleo. Nuestros empresarios supieron reponerse, reinventarse una y otra vez. Solo necesitamos que todas las herramientas públicas nos acompañen porque, al fin y al cabo, sin empresas no hay trabajo, y sin trabajo no hay una sociedad que pueda desarrollarse. 

Ser industrial pyme en la Argentina es una tarea titánica pero, si a eso le sumamos pertenecer a la industria textil, es aún más complejo. Así y todo, apostamos a seguir defendiendo y sosteniendo la industria nacional. 

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