A los 34 años, Sacha Spitz es el fundador y dirige Yavu, un fondo de venture capital enfocado en startups tecnológicas. Como emprendedor inquieto, luego de estudiar en la Universidad de San Andrés, vivió en Chile, Ecuador y Canadá. Llegó a dar la vuelta al mundo durante seis meses cuando tenía 25 años. Fue cofundador de varios proyectos: desde un emprendimiento de indumentaria, un centro cultural, hasta tech startups. Una de esas tech startups le permitió formar parte de varios programas de incubación y aceleración (Startup Chile, Seed Minas Gerais, Wharton Venture Initiation Program), e incluso cursar la materia Entrepreneurship en Wharton. En la actualidad es codirector de la Incubadora UdeSA y la UdeSA Startup Competition, que premia todos los años a los emprendimientos innovadores del país.
La historia de riesgo la lleva en la sangre: es hijo y nieto de productores de cine argentino de las décadas del 60 hasta el 80 con películas de Sandro, Los Parchís, Titanes en el Ring, Los Superagentes, Libertad Leblanc y la Coca Sarli, entre otros.
Por ahora el fondo de venture capital Yavu invierte en emprendimientos tecnológicos early stage. Dispone de US$ 4 millones para invertir en startups que están en etapa de preaceleración hasta rondas seed. Allí el objetivo es alcanzar 40 startups con aportes de hasta US$ 100.000 dólares en cada una.
Hasta el momento identificó 15 emprendimientos que, según Sacha, reúnen los requisitos indispensables: son de base tecnológica, con alto grado de innovación, tienen la capacidad de escalar de manera regional o global, y además están liderados por equipos de emprendedores.
Pero tiene más cartas para jugar. A fin de año busca lanzar un segundo fondo de inversión de US$ 25 millones para invertir en hasta 50 compañías entre 2021 y 2025. En ese caso las inversiones estarán enfocadas en startups que estén en dos etapas, aceleración y seed y con diferentes montos: entre US$ 50.000 y 200.000 en etapas iniciales, y luego seguimiento de entre US$ 500.000 y 2 millones en las mejores compañías del portfolio.
Yavu significa “robusto” en quechua, y no hay duda de que tienen que apelar a ese atributo para su éxito. “Pensamos en un nombre que identifique las raíces sólidas que queremos construir en las startups en las que invertimos, para que esas compañías después crezcan y se expandan por Latinoamérica y el mundo”, señala.
¿Cuál es el valor agregado que ofrecen a los emprendimientos en los que invierten?
Además de capital de hasta US$ 100.000, le damos a cada startup asesoramiento estratégico (lo llamamos hands-on acceleration model), red de mentores (con gente que hizo carrera en Google, McKinsey, Facebook, Delivery Hero, Amazon, AB Inbev, Nestlé, Peugeot, entre otras), espacio de oficina, ayuda con business development, introducción con fondos de inversión para sus siguientes rondas de financiamiento (por ejemplo Kaszek, Meli Fund, ALLVP, Cygnus, Jaguar, Monashees, entre otros). Puedo decir que el 75% de nuestro trabajo es ayudar a los emprendedores y sus startups a que se conviertan en atractivos para los fondos de expansión y que puedan levantar una Serie A y logren hacer crecer sus compañías. Siempre evaluamos si los founders tienen el potencial para atraer más talento, más capital, y así lograr que sus startups tengan crecimientos exponenciales. En el caso de que no estén listos, es nuestra tarea ayudarlos a alcanzar ese nivel que se requiere.
¿Por qué decidiste lanzar un fondo de inversión para proyectos de etapa temprana?
Yavu surgió como una respuesta para solucionar un problema que identificamos en el ecosistema de inversores en Latinoamérica hace 4 o 5 años. Vimos que había muy pocos players invirtiendo en startups en etapas muy tempranas de desarrollo, previo a que tengan product market fit o tracción; entonces era muy difícil para equipos con grandes ideas que testeen sus hipótesis, desarrollen sus productos mínimos viables, generen atracción, para luego escalar y llegar al siguiente nivel. Por eso, decidimos pararnos en lo que se llama el valle de la muerte dentro del ciclo de vida de las startups. Sentimos que había una oportunidad y una necesidad para generar un fondo que se involucre en el día a día de los proyectos, que no invierta en 25 o 50 compañías por año, lo que se llama habitualmente spread and pray, sino que invierta solo en 5 o 10 startups anuales y que se dedique 24x7 a estar disponible para ayudar a los equipos emprendedores a resolver los problemas y desafíos del día a día.
¿Cuál es la impronta personal que le agregaste al proyecto?
Si bien mi job description incluye la palabra invertir, no me veo como un inversor tradicional sino más bien como emprendedor, y por eso es que tratamos de que Yavu siempre esté parado del lado de los emprendedores, pensando junto con ellos, arremangándonos a su lado para estar presentes en el día a día y ayudarlos con lo que necesiten. Ese acercamiento es lo que hace que seamos también súper transparentes, honestos y frontales con los equipos emprendedores, en cuanto al feedback, en cuanto a la decisión de invertir o no. Somos más hinchas del laburo duro, del pico y pala, que de hacer cheques a las startups y esperar sentados a que eventuales frutos aparezcan por generación espontánea.
¿Cómo buscan inversores?
Arrancamos en su momento con inversión personal y friends and family y luego fuimos sumando a inversores ángeles. Luego hicimos fundraising con emprendedores exitosos y family offices de Argentina, para el fondo de US$ 4 millones. Para el segundo fondo contaremos con el apoyo de high net worth individuals, family offices, corporaciones y fondos de fondos. A cambio de nuestra inversión y propuesta de valor, tomamos participación accionaria de la startup, que puede estar en el rango de entre 2% y 10%, dependiendo del tamaño de la ronda de financiamiento y de la valuación al momento de la inversión.
¿De qué manera trasladaste aprendizajes anteriores a este proyecto?
Creo que acá lo más importante fue cómo pudimos aprender primero desde el lado del emprendedor para luego pasarnos del lado del inversor; y de esa manera detectar todas aquellas cuestiones que creemos que estaban mal implementadas o que estaban faltando, para poder ofrecer una propuesta de valor robusta que complemente la inversión en dinero y que repercuta en que los mejores emprendedores del país y de la región nos elijan para que seamos sus inversores.
Hay una ligazón muy fuerte con el arte, tanto a partir de tu familia como de algunos de los advisors que tuvo el proyecto, como por ejemplo Alejandro Carosso, que es un dealer de arte, y el primer CEO de VH1 y MTV Ed Bennett.
Totalmente. Igual, si bien soy un apasionado del arte y fanático de la industria audiovisual, se dieron de pura casualidad cada una de esas cosas. Aunque tienen cierta correlación en dos aspectos: por un lado, en utilizar la creatividad para generar un producto (ya sea una startup, una película o una obra) que sea bien recibido por su audiencia o mercado; y, por otro lado, en que también esté más bien relacionado con la producción de películas. Podríamos pensar que emprender e invertir en startups también se trata de encontrar los mejores actores para interpretar los distintos roles que un equipo debe tener, con el fin de ejecutar el guion a la perfección (o equivocarse rápido y aprender para mejorar), además de proveerles el escenario y todos los recursos para que ese éxito suceda. En este sentido, estoy evaluando la posibilidad de armar el proyecto para filmar la remake de algunas de las películas de mi familia.