- ¿Quién es Kai Pacha? ¿Qué la convirtió en emprendedora social?
- Me viene a la mente una situación bisagra en mi vida. Vivimos acá unos incendios forestales muy grandes, la reserva se quemó en un 90% y hubo que evacuar a los animales que recuperamos del mascotismo y otras situaciones. No había bomberos, así que corrí hacia el humo para liberar a los pumas encerrados, pero las llamas estaban muy cerca. No podía ver nada. Recuerdo que lloré y pedí perdón, porque que los pumas murieran en un incendio intencional... Me pareció que la estupidez humana nos estaba quemando. En ese momento, miré a mi alrededor y vi a los nueve pumas rodeándome. Y, en lugar de huir, me siguieron. Recordemos: los pumas no se domestican. Sentí que me decían que confiaban en mí y que pertenecía a su manada. No habría sido capaz de manejar a nueve pumas sola en ningún otro momento. Después de eso, mis amigos me llamaron Kai Pacha, que significa “puma protector del aquí y ahora”. Un abogado registró este nuevo nombre en el Registro Civil de Córdoba y generó jurisprudencia, porque es el primer nombre que se cambia por la misión de la persona. Ahora, cada vez que alguien me llama por mi nombre, recuerdo por qué vivo.
- Solés decir que el puma es un faro que nos guía hacia el equilibrio entre lo humano y lo salvaje. ¿Qué significa?
- Los humanos ven a los depredadores como una amenaza. Década tras década, nos adueñamos más de la naturaleza, tratando de hacerla productiva, de generar dinero. La coexistencia no es algo que hayamos aceptado. Por eso los pumas son como un fusible. Otras especies se extinguen en silencio, pero los pumas resisten y protestan. Cuando el puma no encuentra comida en la naturaleza, va a las granjas a comer ovejas o potrillos. Eso significa que donde surge el conflicto entre los pumas y los ganaderos es precisamente el lugar donde suena la alarma. Los pumas están diciendo: “Me estoy quedando sin bosque. No tengo ninguna presa salvaje aquí. Nuestra especie está en peligro, igual queremos subsistir”. Ahí es donde tenemos que plantar árboles, reintroducir animales y regenerar la tierra para ellos y para nosotros.
- ¿Y cómo resuelve Pumakawa este problema?
- La misión de Pumakawa es crear un diálogo con los agricultores. Por ejemplo, nos asociamos con los criadores de ovejas para abordar los daños que los pumas causan a sus rebaños. Su práctica tradicional de matar a los pumas no resuelve el problema, así que tiene sentido desde el punto de vista económico que tomen en cuenta nuestras prácticas alternativas. Por ejemplo, llevamos burros para proteger el ganado o recomendamos el uso de perros protectores que ahuyentan a los pumas. El uso de luces también es eficaz: hemos desarrollado un kit de iluminación que se activa en presencia de los pumas y los ahuyenta. El paso más importante es la reintroducción de presas salvajes. En Córdoba, por ejemplo, es la vizcacha, que es un roedor. Esto se remonta a la idea de la coexistencia. Así que las intervenciones son muy sencillas, pero puede ser difícil desarrollar nuevos hábitos. Por eso estamos ahí para guiarlos.
- ¿Qué papel juega la empatía, incluida la empatía con la naturaleza, en su trabajo?
- En Pumakawa trabajamos con mucha gente que piensa de forma diferente que nosotros, como los políticos. Trabajamos con ganaderos cuyas prácticas son diferentes de las nuestras. Nos ha ayudado a avanzar mucho más que la lucha. La empatía es lo único que puede ayudarnos a evolucionar como sociedad y a reconstruir nuestro vínculo con la naturaleza. Personalmente, conectarme con la mirada de un animal, por ejemplo, puede solucionar cualquier problema que tenga. Me puede cambiar el día.
- Estás ampliando nuestra noción de empatía con la naturaleza a través de las políticas públicas en Argentina. ¿Qué avances has tenido y cuáles son las estrategias detrás de ellos?
- Nunca había planeado ir más allá del trabajo de campo. Pero, gracias a la ayuda de organizaciones internacionales como Ashoka, empecé a ver que teníamos herramientas para compartir con los políticos, y que hacerlo facilitaría que se convirtieran en aliados. Así que hemos trabajado en dos frentes: generar una conversación pública, originando en el corazón de las personas la necesidad de ser animal, de ser planta, de ser parte; y trabajar con mucha perseverancia con los políticos. Más allá de la gestión, tratamos de que queden por escrito resoluciones o reglamentos para cuando las gestiones cambian, no empezar de cero. Eso nos ha llevado a logros como, por ejemplo, que Aerolíneas Argentinas restrinja el traslado de los trofeos de cacería. Incluso hemos logrado que se cierren cuatro criaderos de pumas para ser cazados. Vamos a recibir unos diez pumas de esos criaderos, lo que es una gran responsabilidad. Pero es nuestra moneda de cambio, porque así los propietarios no tenían que realojar a los pumas ellos. Siempre nos involucramos en la solución. Eso, el hecho de que no nos posicionemos como opositores, es lo que crea buenos lazos con los gobiernos provincial y federal.
- ¿Cómo describirías tu conexión espiritual con los pumas?
- Los pumas me salvaron. Hace 22 años, una puma recién nacida estuvo a mi cargo y tuvo seis diagnósticos de eutanasia porque hubo muchas de dificultades en criarla sin su mamá. En su mirada vi que quería vivir. Entonces, superamos varios diagnósticos y vivió hasta los 22. Creo que realmente podíamos comunicarnos y Kaku, esta puma, me abrió el mundo de los pumas que eran tan marginados como yo me he sentido marginada. El puma está marginado porque tiene una perspectiva diferente. Así que, en cierto modo, yo también me siento como un puma. Si pienso en mi infancia, siempre me he comunicado mejor con los animales que con las personas. De hecho, estoy en el espectro del autismo, lo que me ha permitido muchísimo.
- ¿Cómo podemos ayudar a que más humanos se sientan en armonía con la naturaleza?
- Se empieza por sentirse enamorado y permitirse a veces el ridículo. Salir de la rutina diaria que nos pone la vista corta. Eso puede suceder cuando en la primavera empiezan las flores o los brotes, o cuando uno se queda quietito y mira una hormiga que lleva una hoja inmensa encima. Puede sonar un poco romántico, pero necesitamos más poesía y enamoramiento. La conexión con los animales es la pura esperanza. Contagia. Esa conexión puede recordarnos que hasta los pequeños gestos valen. Nos puede recordar que todas las personas comunes, todos los cualquiera, tenemos una misión y somos agentes de cambio.
*Por Alexandra Mitjans, directora global de Planeta & Clima en Ashoka.