Una oferta de un habitual de la plataforma
Elon Musk, visionario, empresario, apasionado del espacio y las nuevas tecnologías, de comprar criptomonedas y emprendedor mediante nuevas ideas de negocio es usuario frecuente de Twitter. La plataforma donde existen entre 200 y 400 millones de usuarios activos se ha convertido en el altavoz de la gente influyente y Musk la utiliza con certeza: en un mensaje vierte opiniones personales al igual que otro lo utiliza para realizar anuncios corporativos de alguna de sus empresas. No obstante, desde hace un tiempo, las estrictas reglas sobre lo que se podía mencionar en los 140 caracteres, y cierta arbitrariedad en las personas que podían usar la red (y las ideas que representan) estaban dando que hablar de Twitter más que los propios contenidos.
En un entorno algo crispado y bajo la premisa de cambiar Twitter (más explícitamente 'arreglarlo') y devolverlo a unos orígenes centrados en la libertad de expresión y en la veracidad de las ideas y las personas que operan en ella, Musk anunció públicamente el pasado 14 de abril su intención de comprar la red social por una oferta de 44.000 millones de dólares.
Esta fue rechazada en primer término por la junta directiva y aceptada unos días después. Con todo acordado, en un movimiento como mínimo atrevido, durante las siguientes semanas Musk puso en duda el valor real de la compañía: alimentó los rumores referentes a las cuentas falsas y se enfrentó públicamente a su cúpula. Todo esto hizo tambalearse el valor en bolsa y comenzaron a oírse algunas voces que ponían en duda lo acertado del precio.
El acuerdo estaba más cerca de desmoronarse que de cerrarse. Tanto fue así que el 8 de julio Musk volvió a usar la red social para anunciar que quería retirarse del acuerdo. Una vez más, la junta directiva de Twitter se opuso y abrió la vía judicial para que lo acordado unos meses atrás fuese vinculante, exponiendo (entre otros argumentos), la transparencia inusitada que habían mantenido con el potencial comprador y la veracidad sobre las cuentas falsas.
El mercado se preparaba para una batalla judicial excepcionalmente pública y enrevesada a la vista de lo complejo que podría llegar a ser determinar el valor de la compañía. No obstante, un nuevo giro de guion recondujo la situación y el 4 de octubre Musk volvió al trato original: publicó un tweet expresando que Twitter sería un acelerador para la creación de 'X, la aplicación para todo' (algunos mencionan que podría estar preparando el lanzamiento de una aplicación centralizadora de todas las actividades diarias de una persona, similar al WeChat chino), haciendo efectiva la compra el 27 de octubre.
Se han precipitado las consecuencias
Mientras que lo anterior ha sucedido en unos 6 meses, en tan sólo tres semanas tras la formalización de la compra y la entrada de Musk por la puerta de la sede con un lavabo en las manos y un juego de palabras, una cascada de acontecimientos han hecho tambalearse los cimientos de la compañía.
Ha publicado mensajes directamente dirigidos a posibles anunciantes y, a pesar de la intención inicial, no ha dado carta blanca a los usuarios y sus ideas.
Sobre los contenidos mantendrá un equipo para la evaluación de los mismos y en referencia a los usuarios ha cancelado cuentas de 'falsas' y de imitadores (a pesar de ser personajes bien conocidos) y ha promovido la monetización de las marcas de verificación de usuarios, lo que rápidamente quedó fuera de control y se convirtió en un problema real de tweets fraudulentos.
En referencia a la estructura empresarial, nada más entrar por la puerta echó a los máximos dirigentes y durante la primera semana despidió directamente a unos 3.700 profesionales (de un total de unos 7.500). La pasada semana hizo una declaración de intenciones mandando un mensaje a su menguada plantilla exigiéndoles un sacrificio total y rendimiento excepcional para mantener sus puestos de trabajo. La respuesta: una oleada de renuncias masivas perdiendo otros 1.200 empleados esta semana. Mientras tanto, Musk ha cerrado literalmente el acceso a los centros de trabajo para evitar una posible destrucción de activos críticos.
En qué situación se encuentra la compañía y hacia dónde irá es una incógnita, no se sabe si la plataforma podrá mantenerse con los empleados restantes o si se reconvertirá en algo diferente. Lo único que está claro es que Elon Musk ha decidido dar una patada al avispero, lo que suele traer consecuencias impredecibles.