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Negocios

¿Por qué los chinos pusieron el ojo en los vinos patagónicos?

Soledad Vallejos

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La historia de la bodega Ribera del Cuarzo, en Valle Azul, de Felipe Menéndez, descendiente de uno de los grandes pioneros de la región más austral del continente, y Adriana Catena, hija del bodeguero más importante de la Argentina; con botellas que cotizan hasta 1000 dólares.

1 Septiembre de 2024 15.45

La relación con China empezó hace poco más de cinco años, y fue el inicio de un vínculo que sostiene hasta hoy y es cada vez más fuerte. En Shanghai, Felipe Menéndez, un argentino que después de años de exploración por la Patagonia en busca del mejor terruño se decidió por Valle Azul y fundó la bodega Ribera del Cuarzo, conoció a un poderoso empresario interesado en producir alimentos con materia prima argentina, procesarlo con tecnología japonesa y llevarlo al mercado chino. En su primera visita a la Patagonia, el asiático se enamoró del Valle de Río Negro, de sus manzanas, sus peras, la fruta seca y el vino. Enloqueció en Valle Azul, con la bodega en medio de la estepa patagónica y sus terruños al pie de la barda, esos acantilados enormes que en lugar del mar como telón de fondo relucen con la aridez de un lecho que se ha secado hace miles de años.

El empresario chino, cuentan desde el área comercial de Bodega del Cuarzo, quiso volver, pero esta vez no lo hizo solo. Lo acompañaba un grupo de colegas, que quedaron tan fascinados como él con las maravillas patagónicas y sus vinos. Se hospedaron en la casa de la bodega, donde Menéndez y su familia viven cuando viajan al sur, una construcción de una planta y una generosa galería que fue construida por una condesa italiana. A pesar de que la propiedad de la bodega no funciona como casa de hospedaje, tampoco como restaurante ni está abierta al turismo, los empresarios chinos insistieron. Y cuando algo no tiene un precio estipulado, muchas veces el que lo quiere (y puede), está dispuesto a pagar el valor que sea necesario. Así sucedió, y excepcionalmente Ribera del Cuarzo aceptó a sus huéspedes, que extendieron su estancia por varios días.

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El primer año llegaron cuatro huéspedes; el segundo año se sumaron más y las visitas anuales se mantuvieron durante algún tiempo. En octubre próximo, el grupo volverá a Valle Azul, donde se extiende este mítico terruño en el que, antes de que Menéndez comprara las tierras, se había construido un acueducto con una serie de bombas para que el agua -un bien muy escaso en la zona-, recorriera esos tres kilómetros y subiera la pendiente de 50 metros de altura que hay entre el canal y el viñedo de cinco hectáreas, que inicialmente fue lo primero que Menéndez plantó allí, al pie de la barda.
 

Más de 150 años en la Patagonia

La familia Menéndez no es una recién llegada a estas tierras, y muchísimos años antes de que alguna bodega local pusiera el ojo en la Patagonia, el tatarabuelo de Felipe, José Menéndez, un emprendedor nacido en 1846, se convirtió en uno de los grandes empresarios que encendió el motor de desarrollo de la región más austral del continente. Un visionario que no solo dio forma a una de las compañías ganaderas de producción y exportación de lana más importantes de la Patagonia, sino que también fundó la compañía de navegación Interoceánica, empresas eléctricas, telefónicas y una de las principales flotas balleneras.

Al mismo tiempo que mi tatarabuelo José en la Patagonia, mi tras bisabuelo (seis generaciones atrás), Melchor Concha y Toro, comenzó su bodega en Chile en 1883. Siempre supe que mi lugar en el mundo estaba en la Patagonia, y dedicando mi vida al vino”.

Hoy, y luego de haber encontrado un río subterráneo en el desierto, contra todos los pronósticos de ingenieros expertos pero con la ayuda de un baqueano descendiente de araucanos, que ofició de rabdomante, Ribera del Cuarzo se extendió gracias a ese manantial, que le permitió a Menéndez multiplicar por cuatro los viñedos y pasar de esas primeras cinco a 27 hectáreas plantadas, principalmente de la cepa malbec, pero también de merlot, pinot noir y petit verdot. El hallazgo, además, hizo posible expandir el negocio y comprar, hace tres años, otras 360 hectáreas contiguas a la finca en un terruño con cielos diáfanos, muchas horas de sol, un factor clave para la vid y suelos minerales abundantes en calcio y cuarzo, que le aportan suculencia y frescura a los vinos.

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“En mi casa siempre se hablaba de barcos y la industria naviera, y mi papá trabajaba en los puertos. Pero a mí siempre me gustó el campo y todo lo relacionado al mundo del vino. Por eso empecé a trabajar con Nicolás Catena cuando era muy joven”, recuerda Menéndez, que no sólo desarrolló su carrera bajo el padrinazgo del hombre que revolucionó la industria del vino en nuestro país, sino que también fueron el propio Catena y su hija Adriana, quienes lo ayudaron a comenzar con su propia bodega. Pasaron los años y en la actualidad Catena y Menéndez conservan un gran vínculo, y con Adriana Catena incluso son socios en esta bodega.
 

De 100 a 2000 dólares, todo en 20 años

El mercado chino, explica Rosario Langdon, directora de Exportaciones de Ribera del Cuarzo, está descubriendo que, además de Francia, hay otros lugares y mucho más exóticos donde se produce vino de alta calidad, como en la Patagonia. “Hasta el año 2000, ninguna botella de vino francés costaba más de 100 dólares, y fue la demanda de los ricos, como sucedió en Silicon Valley, lo que provocó la primera disparada fuerte en los precios de la industria, con botellas que llegaron a cotizar 400 dólares -cuenta Langdon-. Después, hubo un segundo disparador de los vinos franceses, promovido por la demanda asiática y rusa. Y así una botella de vino francés pasó de 100 a 2000 dólares en veinte años”.

El mercado asiático, y el chino principalmente -dice la experta- disfruta y valora los nuevos vinos del mundo, como los que hoy produce Australia y la Argentina, por ejemplo. “Pero la Patagonia les resulta muy exótica, atractiva, y no solo por su paisaje exuberante y extremo sino por sus costumbres, su carne y los vinos, que se llevan muy bien en todo ese ensamble”, sugiere la ejecutiva, y menciona que en su última visita, los chinos probaron una botella de Ribera del Cuarzo de puro merlot, vino ícono de la bodega, un blend de las cosechas 2019, 2020, 2021 y 2022. “Fuimos separando la mejor barrica de cada año, proveniente de media hectárea de esa cepa, y con eso que habían probado nuestros clientes chinos hicimos una primera producción de 600 botellas magnum -señala Langdon-. Todavía no están a la venta, pero cuando fuimos a Shanghai llevamos algunas”.

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Una botella de 1000 dólares

¿Qué sucedió? La historia se repite, y pareciera que cuando algo no tiene un precio de venta, el que lo quiere está dispuesto a fijar el valor que sea necesario. “Teníamos una idea de comercialización pero aún son botellas que no están listas para el mercado”, explican desde el departamento comercial de Ribera del Cuarzo. Pero con los chinos “no hay caso”, y si no tienen precios, ellos lo fijan, y así hicieron una oferta de 1000 dólares por cada botella magnum de este Ribera del Cuarzo Puro.

Hasta el momento, Araucana Azul es una de las botellas mejor cotizadas de la bodega, con un precio de 100 dólares. Luego está la edición Ribera del Cuarzo parcela única, un vino de 200 dólares en el mercado. Ahora, y por capricho e impulso de la demanda asiática, Ribera del Cuarzo Puro hace su entrada triunfal, aunque los chinos deberán todavía esperar un año para llevarse el tesoro a sus casas. “No las vamos a liberar ahora porque queremos guardar las botellas un año más. Y lo aceptaron -dice Menéndez-. Esto es lo que les pasó a los franceses, porque la demanda de los consumidores que lo pueden todo fueron llevando a la situación de los 2000 dólares por botella de la que hablábamos antes -señala Felipe-. Y en algún punto es lo que está pasando acá también. Al final, son cosas buenas para el mercado argentino. Que los ojos de Asia se posen sobre nosotros, sobre la Patagonia y sus productos es lo mejor que nos puede pasar para seguir creciendo”.


 

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