Pablo Paladini: "La rentabilidad de dos dígitos se está dando cada vez menos en la industria"
Cecilia Valleboni Forbes Staff
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En 2023, Paladini celebra 100 años y cuenta con la cuarta generación familiar al mando. “Nos encuentra muy sólidos en el mercado de la alimentación y seguimos invirtiendo en el país. Apostamos al crecimiento”, asegura Pablo Paladini, director y vicepresidente. Es que en los últimos años la compañía familiar encaró un proceso de transformación que los llevó incluso a cambiar su estatuto: pasó de ser Frigorífico Paladini a Paladini S.A. “Queremos ser una empresa alimenticia. Trabajamos en innovación, invertimos $ 1.000 millones en los últimos años y llegamos a categorías como pastas, milanesas de soja y papas, entre otras”, enfatiza.
La empresa cuenta con 6 plantas industriales en su predio principal de Villa Gobernador Gálvez y una en Pergamino. Además, tiene dos criaderos de cerdos propios –con 12.000 madres– y 9 sucursales a lo largo del país (Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Mar del Plata, Tucumán, Resistencia, Neuquén, Bahía Blanca y Santo Tomé). Con 2.400 empleados de forma directa, es el mayor productor de cerdos a nivel nacional y procesa de 75.000 a 80.000 toneladas anuales para la elaboración de productos cárnicos, que incluye porcino y vacuno.
- ¿Qué significa querer ser una empresa alimenticia y cómo piensan lograrlo?
- El crecimiento lo vemos en tratar de llevarle al consumidor soluciones para sus necesidades de consumo, ya sea para un almuerzo o un producto elaborado calentado en el microondas o en el horno. Una porción de carne con un acompañamiento como vegetales o un puré de papa, por ejemplo. Hay una tendencia mundial. Trabajamos también en bajos niveles de sodio, una iniciativa que nació mucho antes del etiquetado frontal. Además, lanzamos productos como papas o pastas, que en algún punto solucionan. Es una comida rápida de elaborar.
- ¿Y parte de los $ 1.000 millones que invirtieron en los últimos años fue a eso?
- Sí. Hubo actualización de maquinaria, inversiones en nuevas líneas de productos (como el jamón cocido bajo en sodio) y crecimiento del portfolio. Hoy es muy amplio y no abarca solo productos cárnicos. Es un poco parte de la coyuntura que nos toca vivir: tenemos que ampliar a nuevos productos para seguir manteniendo los niveles de facturación.
- ¿Tiene que ver también con un cambio de hábitos en los consumidores?
- También. Ahí nos enfocamos en productos como la milanesa de soja o hamburguesas vegetarianas Hay un cambio muy grande en los consumidores, que se produce también en una empresa de consumo masivo donde vos direccionás a distintos canales y sectores. Tenemos productos de conveniencia, que tienen otro nivel de público, que se destinan al consumo del día a día.
- ¿Y cómo es posicionar a una empresa con tantos años ligada a lo cárnico en esos nuevos rubros?
- Es un camino que, con la experiencia de haber incorporado otros productos relacionados con lo cárnico, la tenemos. Vamos aprendiendo. No lanzamos productos por lanzar. De hecho, casi no tenemos productos discontinuados. Salvo por una cuestión netamente económica: para no erosionar la calidad del producto preferimos discontinuarlo. La calidad nos distingue y es mucho más fácil conseguir el conocimiento del consumidor en un producto que la marca respalda. El rombo es el mayor activo. No solo con un valor económico, sino que es el apellido de mucha gente y hay que cuidarlo. Hoy somos –junto a 2 o 3 empresas– de las nacionales alimenticias que llevan el apellido. Y en volumen de facturación creo que somos la número uno.
- ¿Cuándo comenzó el camino de transformación?
- Empezó como un plan estratégico a 2023, cuando cumplamos los 100 años. Hoy viene evolucionando. Se trabajó con los miembros del directorio y nos pusimos el objetivo.
- ¿Hay rubros a los que todavía no llegaron y que les interesan?
- Hay algunas categorías que quizás estamos tocando y en las que vamos despacio. Pero son productos que nos interesan mucho. Por ejemplo, la línea de pastas o de quesos. Tenemos productos de muy buena calidad, pero cuesta muchísimo imponernos porque hay players muy grandes a nivel nacional en ambos mercados. Uno tiene que ir haciéndose el espacio y no hay que apurarse en querer imponer un producto.
- Tienen procdución propia de cerdos…
- Tenemos dos criaderos y somos el mayor productor de cerdos a nivel nacional, con lo cual eso nos ubica como referentes en el sector agropecuario. Para la elaboración de productos cárnicos, procesamos entre 75.000 a 80.000 toneladas anuales de porcino y vacuno.
- ¿Cómo está el negocio en Argentina?
- Hoy hay una necesidad de empujar la venta. Muchas veces uno tiene que acompañar al mercado y otras, empujar la venta. En ese empujar la venta, uno trata de que todos los productos salgan. El empuje grande lo está dando la viena, el jamón cocido y la mortadela, que son emblemáticos.
- ¿Cómo impacta la coyuntura?
- El país no te deja mirar el mediano y largo plazo si no te obligás a hacerlo. La agenda te la marca el día a día y te la llevan las medidas económicas. Son muy altos los niveles de inestabilidad. Y se da por la debilidad que tiene el Gobierno. La crisis no es solo económica, hay una crisis institucional muy grande y hay una carencia de instituciones donde poder protegerse o estar como ciudadano de a pie. En eso la justicia funciona lenta, hay muchos factores donde no te podés apoyar. No hablo como empresario, sino como ciudadano.
- ¿Y la macro?
- En el día a día nos preocupa muchísimo el tema de la inflación. También los cambios bruscos que produce el Gobierno. Hoy entra un ministro de Economía nuevo y toma medidas. Al no tener un cambio único, genera inestabilidad al inversor. No hay peor persona con miedo que un inversor. También el cambio de reglas de juego todo el tiempo. Desde la época de Moreno que nos bajaban contenedores de carne que iban a exportación de Cuota Hilton a medidas del tipo de cambio. Hoy, por ejemplo, la exportación de cerdo es muy compleja.
- ¿Por qué?
- Con este tipo de cambio no nos conviene exportar cerdo. Y es un país que necesita exportar. Es netamente contradictorio. No hay políticas o un plan económico que sean establecidos por algún Gobierno y que se mantengan en el tiempo. El último plan económico –que no es una cuestión que me guste decirlo, porque lamentablemente pasó mucho tiempo– fue el plan de la convertibilidad de Cavallo. Te puede gustar o no, pero fue un plan. Después de eso, vinieron todas medidas parches con momentos mejores y peores.
- No tenés dudas de que no hay un plan económico…
- Por supuesto que no. Son todas medidas. No se estableció un plan. Por ejemplo, Mauricio Macri había dicho que íbamos a ser el supermercado del mundo, una frase muy linda. ¿Cómo lo vamos a lograr? ¿Cuándo? ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué plan de infraestructura vamos a tener? Son cosas que nadie se sienta a ver porque ningún político planta un árbol para que la sombra se vea dentro de 20 o 30 años. Quieren plantar un árbol y que dé sombra en el momento. Eso no es factible. Estamos esperando siempre que terminen los gobiernos o el cambio de gobierno. En las cuestiones personales uno quizás puede tomarse el tiempo, pero en una empresa no, porque es como andar en bicicleta: cuando parás, te caés. Estás moviéndote todo el tiempo: inversiones, compra de compañías, unidades de negocios nuevas. Eso te lleva a una vorágine, y se suma que el Gobierno te está persiguiendo a ver qué cosas estás haciendo mal o bien. Y no me refiero a la cuestión impositiva solamente, me refiero a la presión de inspecciones de municipios, provincias… Nosotros somos agentes de percepción y esas son las ineficiencias del Estado que estamos cubriendo. Por ejemplo, alguien nos factura a nosotros y retenemos IVA, Ganancias. Esa es una función del Estado, no nuestra. El Estado delega su incapacidad de poder ir a buscar a una pyme ese IVA o esas ganancias en las grandes empresas. Acá hay gente que trabaja para Paladini, a la que le paga el sueldo Paladini, y trabaja para el Estado. Esas son cosas que tenemos que empezar a rever como país si queremos realmente empezar a bajar los costos internos para poder ser un país exportador, o sea, el supermercado del mundo.
- ¿Ustedes exportan?
- Tenemos algunas exportaciones de producto terminado a Perú, Paraguay y un cliente chico en Hong Kong. La media res de cerdo iba mucho al mercado chino y, antes de la pandemia, el mercado ruso también era interesante.
- ¿Ahora no están exportando?
- En media res la exportación es casi cero. China es un gran consumidor y ellos mueven el precio. Pero hoy el precio no es lo que afecta, es el tipo de cambio el que no conviene.
- ¿Y cómo impacta la restricción de importaciones?
- Muchísimo. Pero creo que pasa por desconocimiento. Nosotros teníamos las salchichas en Precios Cuidados. El Gobierno te exigía la entrega de producto a las grandes cadenas, quienes hacían muy buen negocio con el producto. Cuando decimos que tenemos que importar el insumo para fabricar la salchicha de viena, te dicen que no. La industria de la alimentación en general depende de insumos o materia prima importados entre un 40% y un 50%.
- Y cuánto desgasta todo ese proceso, ¿no?
- Muchísimo. Realmente muchísimo. Te saca el foco de dónde tenés que trabajar. Donde en otros países está dado que no vas a tener problemas de esas características, acá no. Las condiciones cambian permanentemente. Tengo muchas esperanzas en el país. Creo que las cosas tienen que cambiar, tienen que venir nuevos aires. Tengo mucha esperanza en las nuevas generaciones. Los chicos de entre 25 y 30 años vienen con un chip totalmente distinto. Son chicos globales, con una cabeza fresca y mucho más abierta a poder cambiar las cosas, a no ser tan fanáticos quizás de algunas cuestiones políticas y ser mucho más prácticos.
- Decías que están en una etapa en la que hay que empujar el consumo. ¿Cómo ves al consumidor?
- El consumidor fue evolucionando en los últimos años. Es mucho más racional y tiene el poder de hablarle a la marca sin intermediarios. Y la marca tiene que responder. Ese poder hace que las marcas tengamos que escuchar al consumidor. Antes uno hablaba en forma de discurso con una pauta publicitaria y no tenía reclamos (de disponibilidad, de calidad). Además tiene mucha información. Y también tenemos un consumidor al que, por una cuestión de bolsillo, le cuesta muchísimo poder llegar a algunos productos determinados.
- ¿Cómo les fue en facturación en 2021 y cómo viene este año?
- La facturación creció por inflación y el volumen creció poco, pero creció, que no es un tema menor. Este año lo vemos muy complicado por una cuestión netamente económica: aumentos de tarifas, quita de subsidios y el bolsillo del consumidor está más delicado. Se empieza a restringir el consumo y empiezan a aparecer consumos de negocios de proximidad, de ir a comprar lo mínimo indispensable del día porque quizás no se puede hacer compra programada por el volumen que significa.
- ¿Este año ves crecimiento?
- Estaría conforme con tener un crecimiento en volumen similar al del año pasado, pero lo veo muy difícil. Me parece que la industria de la alimentación tendrá un bajo crecimiento. Sí van a aparecer las terceras o cuartas marcas como opciones.
- ¿En números cuánto proyectás?
- Tres o cuatro puntos de crecimiento, no más de eso. Y esperemos lograr eso…
- Además, con una rentabilidad muy golpeada…
- Claro. No podés trasladar todos los costos al consumidor porque si no te transformás en un producto de nicho y somos una empresa de consumo masivo. Los costos fijos son muy altos. No es una industria que apagamos la luz y el costo es cero. Hay 2.400 salarios que se tienen que pagar.
- La vicepresidenta, Cristina Kirchner, la semana pasada pidió más regulación de precios y criticó la rentabilidad de las empresas alimenticias…
- ¿Qué es ganar mucho? Porque si lo llevamos a dólar es una cosa, si lo llevamos a porcentaje es otra. Si decimos: una empresa gana 10 puntos, un 10% después de impuestos. Yo me voy a Estados Unidos y gano 5. Prefiero ganar 5 con una estabilidad económica que los 10 de acá. ¿Entonces qué es mucho? La rentabilidad de dos dígitos se está dando cada vez menos en la industria. De ganar un dígito a perder estás a nada, es un abrir y cerrar de ojos. De ganar 5 puntos a perder un punto estás ahí. Y de ese punto es muy difícil poder volver. La industria que empieza a perder es muy complicado que pueda recuperarse en 2 o 3 años. Cuando sos rentable, tenés bancos, tenés acceso a financiamiento. Pero cuando no sos rentable y te cuesta juntar la plata para el pago de la cuestión operativa, es terrible.
- ¿Cómo ves 2023, que además tiene el componente de las elecciones?
- Va a ser un año muy movido. En lo político, obviamente. Las PASO van a ser una bisagra. Como pasa siempre con todos los gobiernos en años de elecciones, se van a inyectar muchos pesos, con lo cual habrá una disparada en la inflación en algunos meses. Vamos a tener quizás inflación de 8 o 9 puntos. No quiero hablar de inflación de dos dígitos en algunos meses, pero vamos a estar cerca de eso, porque hay una necesidad de volcar pesos al consumo. El consumo es la única variable que queda hoy para tener a la gente en relativa paz. No hay capacidad de ahorro, llegar a vivienda propia a través de un financiamiento es imposible... Todo esto producto de la erosión que recibe el peso todo el tiempo por la inflación. Hablo con chicos jóvenes y ya la vivienda propia no está en la agenda. Y muchos ya desestiman hasta el vehículo propio. Veo mucho el cambio de chip en las nuevas generaciones, con esa necesidad de ser mucho más prácticos de lo que fuimos las generaciones actuales, y eso va a hacer que quizás se produzcan cambios positivos.