En pleno debate por la búsqueda de consensos para generar nuevos incentivos orientados al desarrollo masivo de Vaca Muerta, el economista y director de la consultora Energía y Economía, Nicolás Arceo, explica cómo esos recursos extraordinarios de gas y petróleo permitirían superar la restricción externa que enfrenta la economía argentina a lo largo de las últimas décadas. El desacople de los precios internos con la paridad de importación, la necesidad de una infraestructura orientada a la exportación, la presión de una transición energética que avanza aceleradamente y el péndulo de las políticas energéticas en las últimas décadas generan un escenario complejo que es necesario abordar por oficialismo, oposición y gobiernos provinciales.
¿Hay un consenso en la clase política de la relevancia que tiene Vaca Muerta para el crecimiento?
Se habló mucho de Vaca Muerta en los últimos años, pero no se termina de dimensionar su potencialidad. Solo los recursos no convencionales en la cuenca neuquina representan 18 billones de barriles de petróleo y 318 TCF, que así dicen poco, pero si se lograra el desarrollo solo de la mitad de esos recursos permitiría exportar unos US$ 37.500 millones anuales durante tres décadas. Eso implica más que duplicar las exportaciones del complejo oleaginoso que exportó en los últimos cinco años por US$ 18.000 millones. El volumen de recursos de Vaca Muerta es muy significativo y puede permitir superar o al menos morigerar la restricción externa que enfrenta la economía argentina a lo largo de las últimas décadas, una de las causantes del estancamiento económico y que le llevaron desde mediados de los 70 a registrar un crecimiento muy por debajo del pro - medio de la región.
Si se diera ese consenso, ¿en cuánto tiempo veríamos los resultados de este potencial?
No hay un crecimiento mágico, las inversiones hidrocarburíferas tardan en madurar y hay dos tiempos de desarrollo. Argentina tiene infraestructura de exportación para lograr un salto inicial en la producción de petróleo relativamente rápido asociada con los 750.000 barriles/día que viene de los 90, y ya está disponible. Se requeriría más infraestructura para aumentar los niveles de exportación de crudo a partir de esos niveles y se necesita un nivel de inversión aún más significativo para la evacuación masiva de gas natural desde la Cuenca Neuquina; esto significa ampliar la capacidad de transporte y la instalación de terminales licuefactoras. En caso de disponibilidad de recursos, Vaca Muerta abre la posibilidad de desarrollar la industria petroquímica, pero ya como una segunda etapa.
¿Vaca Muerta es víctima de la inmediatez que requiere la Argentina para resolver la macro?
Vaca Muerta es víctima de una coyuntura internacional bastante volátil como lo fue entre 2014 y 2016, cuando tuvimos un precio del crudo muy bajo que no viabilizaba el desarrollo masivo. Eso se empezó a superar en 2017 con un aumento de inversiones, y el año pasado tuvimos récord de caídas del precio del curdo. Hoy hay una perspectiva de un barril a un precio internacional que claramente viabiliza la producción de Vaca Muerta orientada al mercado internacional.
¿No está faltando todavía en el país la decisión de Estado de hacer crecer la industria, sin importar quién gobierne?
En la producción hidrocarburífera pasa lo mismo que en otros sectores, y es que la Argentina no logra consolidar políticas de largo plazo que vayan más allá de los cambios de administración de turno. Para la industria petrolera no hay una política de Estado de largo plazo que fije reglas y mecanismos de asignación y determinación de precios que uno pueda prever que se van a mantener en el tiempo. Hubo cambios de reglas, no solo en el sector hidrocarburífero, a lo largo de las últimas décadas.
Quizás el principal conflicto se vea en la tensión entre el precio local y el de exportación, en conservar las tarifas del mercado local contra la necesidad de exportar?
Claramente la principal tensión está entre el precio local y el vigente en el mercado externo. Argentina tiene que tener, como la mayor parte de los países, mecanismos de amortiguación de los precios locales respecto de los vaivenes del mercado internacional, pero cuando se verifican desacoples muy significativos y perdurables desincentivan los niveles de inversión en el país. Hoy tenemos un barril en el mercado local en torno a los US$ 55, con un crudo por encima de los US$ 80 en los mercados internacionales, y eso genera un gran desincentivo a la inversión.
¿Es posible hacer un plan que vaya cerrando esta brecha y que se cumpla?
Hay dos discusiones. En primer término, cuál debe ser el nivel de esa brecha, porque la Argentina no necesariamente tiene que acompañar el precio en el mercado mundial; una cosa es una brecha de US$ 25 entre US$ 255 y US$ 80 y otra es un porcentaje similar entre US$ 80 y US$ 110. El país podría definir mecanismos de desacoples a través la utilización del impuesto a los combustibles líquidos como buffer ante oscilaciones de precios internacionales y un esquema de retenciones crecientes, pero más allá de eso lo importante para la inversión es determinar un mecanismo de largo plazo que explicite las condiciones de determinación del precio de paridad de exportación y del precio del crudo local.
¿La transición energética va achicando la ventana de la gran oportunidad de Vaca Muerta? ¿Cuánto tiempo nos queda?
Es difícil estimar cuándo la transición energética va a sacar a los hidrocarburos del juego. Es muy difícil afirmar si la meta de emisiones cero se va a cumplir a mitad de siglo o no, lo que es claro es que esa ventana se está acortando y que no tenemos un siglo para ponernos de acuerdo. Argentina, para aprovechar las próximas décadas, tendría que lograr una política de Estado que fije reglas de juego claras que permitan el desarrollo masivo de la producción no convencional en las próximas décadas. La transición implica una oportunidad muy significativa porque se va a utilizar al gas como combustible de transición para reemplazar al carbón. Más allá de los nombres, Argentina tiene que definir políticas de Estado con claros consensos entre oficialismo, oposición y gobiernos provinciales en un marco regulatorio estable en un mediano y largo plazo.
¿Cuáles son las fortalezas y las debilidades del proyecto de ley de promoción de las inversiones hidrocarburíferas que se encuentra en análisis en el Senado?
El proyecto tiene como principal fortaleza poner en discusión la producción hidrocarburífera y recaba algo necesario, que es un nuevo régimen de promoción y un marco regulatorio. Pero el proyecto plantea un régimen de promoción con una producción base para las distintas compañías, y que del incremental un 80% se destina al mercado local, un 20% se permite exportar, y el 50% de las divisas generadas de eso tienen libre disponibilidad.
Un déficit es que el incentivo es escaso, porque si duplico mi producción lo que van a permitirme exportar es un margen menor; se trata de un mecanismo de promoción para el 10% de la producción, y el 90% de la producción del mercado local claramente no tiene especificado el precio. La Argentina necesita subsidiar la energía para dotar de mayor competitividad a su sector industrial, pero podrá subsidiar sustentablemente a la energía una vez que produzca 1,5 millones de barriles, cuando lo destinado al mercado local sea una proporción relativamente baja del total.
¿Vaca Muerta puede ser una nueva oportunidad perdida en la Argentina?
No, Vaca Muerta se va a desarrollar y el sector hidrocarburífero es el único en la Argentina con la potencialidad de alcanzar un salto sustantivo en las exportaciones que permita revertir la restricción externa que nos afectó a lo largo del último siglo. Lo que está en discusión es cuán rápido nos ponemos de acuerdo para desarrollarla. Igual hubo cierto consenso y continuidades en la última década que permitieron recuperar la producción de gas natural e incorporar 160.000 barriles del no convencional. El dato positivo es que viene creciendo progresivamente desde 2010 en adelante, con un salto ininterrumpido en la producción en la última década.