Mano a mano con el presidente de Buquebus: la inversión en el puerto de Buenos Aires y todo lo que viene
Marcela Dobal Directora de Forbes Uruguay
Marcela Dobal Directora de Forbes Uruguay
Transporte fluvial de pasajeros, free shop, hoteles, patio de comidas, una aseguradora, un tambo. Los negocios del presidente de Buquebus, Juan Carlos López Mena, lo mantienen muy activo. A sus 82 años, ahora invierte US$ 300 millones en un barco eléctrico, en una nueva y moderna terminal de Buenos Aires. Sobre su relación con el dinero, sus vínculos con el Estado, sus claves para invertir, sus miedos, el legado familiar y su inminente mudanza, solo, a una habitación de un hotel en obra, conversó con Forbes Uruguay. Extractos.
Es el ferry más grande que se está haciendo en el mundo. Transportará 2.100 pasajeros, 226 vehículos y tendrá 3.000 metros cuadrados de espacio para esparcimiento. Es el décimo barco que hacemos en Australia y estará a mediados de 2025.
Si fuera una persona normal, no sé si lo haría. El mejor negocio para mi empresa, si lo mido por dinero, es no hacer este barco eléctrico ni el de gas licuado que ya tenemos. El retorno depende de la situación en la Argentina, hay que confiar.
El gas licuado tiene menos emisiones contaminantes, 60% menos, y el eléctrico es 100% menos. Nuestra planta de gas licuado es una maravilla tecnológica. Vino de Japón un secretario de Estado y me dijo: “¿Cuánto lo subsidian?”. Cero. No podía creerlo. “¿Cómo resiste?, ¿y para qué lo hace?”. Y mire, cada vez que el buque Francisco recorre ida y vuelta a Buenos Aires ahorra 20 toneladas de CO2 que no se emite a la atmósfera.
Llegamos a un preacuerdo con UTE por el precio y estamos construyendo la instalación de 9 kilómetros del puerto de Colonia, que requiere un cable especial. Vamos a consumir mucha electricidad. Lo bueno es que Uruguay tiene excedente en generación; hay días que es 120%, pero no se puede acumular. Vamos a hacer dos grandes acumuladores, en Buenos Aires y Colonia. Son 50 MW.
Son 90.000 metros cuadrados. En mayo de 2024 se inauguran las primeras 500 cocheras, bajo tres pisos. Y a fin de ese año se inaugura el primer hotel. Habrá más de 800 cocheras en total, dos hoteles con 350 habitaciones, un patio de comidas de 2.400 metros cuadrados, jardines. Es una esquina muy importante y la queremos dejar muy linda.
Tenemos algo muy especial: nos aprobaron dos gobiernos opuestos. Empezamos con el de Macri. Van avanzadas las obras, así que hace poco nos llamaron, nos firmaron el contrato por 40 años y nos bajaron los pagos. Se hicieron socios nuestros, nos cobran por pasajero nada más. No nos cobran por metro cuadrado.
Alrededor de US$ 90 millones. Este tráfico data de 1880. Nunca en la historia una empresa —ni Mihanovich, ni Dodero ni la Flota Fluvial del Estado argentino— hizo una obra en el puerto de Buenos Aires. Argentina es un país convulsionado, con crisis económicas tremendas y la moneda que no vale nada.
Así y todo, adelantamos las obras, porque la vía de salida que tenemos es invertir en ladrillos, hierro, hormigón, que todo eso es producto argentino. Están construyendo dos hoteles que amplían su oferta.
Ya tenemos dos habitaciones hechas. En unos días me voy a mudar a la primera para vivir ahí, en plena obra, solo. Tengo que ir con una linterna, porque la infraestructura se está haciendo. Quiero estar como cuando navegaba a vela en las tormentas y mi disfrute era dominar el miedo.
Todos tienen miedo, en las empresas también. Da miedo hacer tantas cosas, pero total, nos vamos a morir igual, haciendo o no haciendo. Mejor, hacer.
Hasta que se inaugure, a finales del año que viene. Ahí también ahorro un alquiler. Mi mamá decía: “Juan Carlos, los pesos se juntan de a centavos”. Es así; son cosas antiguas.
Empecé a trabajar porque mi padre se enfermó. Juntaba zapallitos, verduras e higos de una quinta de un tío mío en la ciudad de Buenos Aires. Tenía ocho años. Iba a la feria con un carrito todo pintado, con papeles de colores, los zapallitos lustrados y la gente hacía cola. En una hora vendía todo.
Mi mamá me cerraba la puerta con llave, pero a las 6 AM lloraba tanto para salir, que me abría. Siempre fui de hacer cosas. Me subyuga hacer cosas y no gastar el dinero, sino reinvertirlo. No me tomo vacaciones, porque me divierto en lo que hago.
Ya lo aprobó el Ministerio de Transporte y Obras Públicas, ahora falta el visto bueno de la Administración Nacional de Puertos (ANP), que espero que sea pronto. Tienen vencida la concesión para operar en el puerto.
La concesión la tendría hasta 2024, pero me la sacó Mujica en 2014. Nuestra terminal la usamos y construimos nosotros. La podemos seguir usando, pero administrada por el Puerto, que se rompe todo, se caen los techos… Y ahora con esta inversión… Se haría una concesión, como es la ley ahora, y una vez que finalice la obra nos darían 50 años.
Lo que cobra el puerto es un robo. Le pagamos US$ 10 millones por año. Las empresas del Estado… Bueno, son lo contrario a lo que dice el sistema capitalista. Hace poco inauguramos una cafetería de muy buen gusto en el puerto. Trajimos mármol de Carrara, quedó espectacular. Me la habilitaron, pero no puedo cobrar.
Todos los pasajeros que entran pueden consumir gratis. Es una lógica de locos. El concesionario anterior al que se le terminó el contrato presentó un recurso judicial. Así que hice que entren los pasajeros que están en business y primera clase para que consuman gratis.
Están contentísimos. Calculamos dos años de ese gasto, pero es una cosa que se podría aprobar como mucho en 30 días. Diez ya es bastante…
La honestidad. Te lleva la vida demostrarlo pero explica la perduración. Estamos recorriendo el año 43. Antes que nosotros, desde 1880, ninguna empresa duró tanto. Cuando empecé, el que era dueño de Ferrilíneas, que después la terminé comprando, me dijo: “Está cometiendo un error, hace mucho ruido y este es un negocio que pasa desapercibido”.
Se equivocaron Mujica y el presidente del Banco y se la agarraron conmigo. Fui citado una sola vez como testigo. La jueza y el fiscal me acompañaron adonde estaban mis abogados afuera, porque no tenía que estar ni con abogados y les dijeron: “Al señor López Mena jamás lo vamos a citar de vuelta”. Eso pasó. Después se inventan historias, porque hay intereses también. Pero acá yo soy medio popular, subo al barco y todos los que me saludan lo hacen con afecto.
Siempre estuve tranquilo con mi imagen. Tengo 1.200 empleados, preguntale a cualquiera de ellos qué piensa de mí. Me propusieron ser senador ahora, pero no me interesa. Soy más importante para la sociedad como empresario que como político, pero al Estado le harían bien muchos cambios.
El peso del Estado va en contra del progreso del Uruguay: Yo iba a hacer un hotel en la parte histórica de Colonia. Compré la propiedad en una licitación pública. Tardaron 23 años en aprobarme hacer el hotel, después de que compré todo. El TOCAF (Texto Ordenado de Contabilidad y Administración Financiera) es como la Biblia. Es un sistema creado por la burocracia, un libro donde miran y te dicen que no se puede. Es una palabra maldita para mí. Sin embargo, a nadie se le ocurre actualizarlo. Habría que quemarlo como un símbolo de que la burocracia no puede impedir los sueños de los hombres.
Es verdad que somos un monopolio, pero un monopolio de seguridad. Cuando se hacen nuestros barcos, el astillero hace los planos y va a la empresa número uno del mundo en seguridad en Noruega. Todo eso cuesta millones de dólares, pero viajo y llevo tres generaciones: el abuelo, el hijo y los nietos. Es un tema de principios y responsabilidad. Pero, respondiendo la pregunta, me gusta la competencia.
Para nosotros es mejor que la situación esté normal y vayan uruguayos a pasear, pero que vengan argentinos también. El mejor año que tuvimos en los últimos 10 años fue con Macri en 2018. Fue récord histórico. Iban muchos uruguayos y nunca vinieron tantos argentinos. Hoy los uruguayos son el 40% del total, otras veces son la mitad. Y ahora, con la inflación, viajan la mitad de argentinos.
No me interesa el dinero, nunca fue mi razón principal. Es una herramienta para hacer lo que uno quiere o lo que le divierta. Es emocionante cuando el barco llega y todos los empleados están contentos. Por supuesto, si es rentable, mucho mejor, porque podés seguir haciendo otras cosas. Muchas veces pensé lo mismo que hoy: Por ahí dentro de un año estoy quebrado, pero prefiero quebrar por hacer cosas y no ser millonario por no hacerlas. Pero debe haber tomado sus recaudos para no quebrar.
Tratar de no tomar deuda y financiar los proyectos con la rentabilidad de la compañía o con activos propios. Cuanta menos deuda tenga la empresa, más segura va a estar si viene una gran crisis. Eso lo hice siempre.
Porque me sacaron corriendo los jubilados, que los maneja el Banco República (BROU). Quería venderle un porcentaje minoritario a los fondos de pensión y todos los años reunir, en una cancha de fútbol, a 100.000 jubilados y pagarles los dividendos. Me dijeron que eso sería demagogia. Le tienen miedo al empresario. Los burócratas prefieren manejar el dinero de los jubilados y prestarlo a quienes quiebran. A unos les dieron US$ 40 millones y a la semana quebraron.
Pescado en la heladera.
No te lo voy a decir. Hace poco me encontré con Luis Alberto Lacalle, que viajaba a Buenos Aires. Veía a la gente que subía y me dice: “Che, ¿cuál es tu break even?”. Si querés saberlo, ponete una empresa. La facturación y esas cosas están en los balances. Y la nuestra es una empresa re controlada por el Estado.
Vendemos muchos paquetes en el mundo, en EE.UU., en Europa, en Brasil. Me gustaría tener una empresa de aviones, ya que hoy no hay una uruguaya. Nos clausuró Mujica, nos hizo perder US$ 43 millones, pero yo lo aprecio. No sé lo que es tener bronca… por ahí me dura unas horas.
Tengo 10 hijos, dos mujeres y ocho varones. Algunos trabajan conmigo. Son muy buenos, muy trabajadores, pero no están enamorados de la empresa (se ríe). Les digo que hay que trabajar mucho, estar atento. Dicen que soy demasiado absorbente. Yo creo que los personalismos, si se manejan con criterio, son buenos.
Mientras siga con muy buena salud: no sé lo que es tomar un remedio, puedo subir escaleras corriendo… Hace poco tuve un problema: tenía hipo. Entre mi ex y mis hijos sin que me diera cuenta me dieron una pastilla para dormir y me hicieron todos los análisis que nunca me quiero hacer. Quedaron asombrados, porque no tengo presión, no tengo nada.
Sí, te lo exigen los bancos. Si en este momento me muriera, ya está elegido el nuevo directorio. Pero pienso vivir, por lo menos, otros 40 años.
*Entrevista publicada originalmente en Forbes Uruguay. Fotos: Diego Olivera.