Tener una cultura organizacional definida y sana es muy importante para cualquier empresa, especialmente si es grande, ya que afecta tanto a la imagen corporativa de la compañía como al bienestar de los trabajadores.
Es complicado que la gente trabaje a gusto si no sabe hacia dónde va la compañía y es difícil que esta sepa a dónde va si no tiene bien definidas su metas y su cultura.
Nadie sabe exactamente cuál es el objetivo final de la compañía
Los trabajadores saben cuál es el trabajo del mes o la semana, pero no saben exactamente cuál es el objetivo a largo plazo de todo es trabajo.
Los trabajadores están desanimados
Los empleados comienzan a estar decaídos, no muestran interés por lo que hacen, mucho menos aún pasión, algunos incluso abandonan la empresa, pero nadie habla sobre los motivos de estas bajas.
Lo común es poner o atribuir excusas de corte personal en vez de admitir que el trabajo era un dolor de cabeza para esas personas debido a la empresa.
Nadie se queja, antes piensa en abandonar
Los empleados están tan desanimados que creen que nada de lo que digan va a suponer una mejora y se limitan a decir lo que sus superiores quieren oír mientras buscan otro trabajo mejor para marcharse de la empresa. Si las cosas están mal, las mentiras se acaban notando.
Las decisiones se toman a la ligera, los errores no sirven de nada
Lo que primero aparece, se hace, total, las cosas están tan mal que se haga lo que se haga va a ser mejor que no hacer nada. En una empresa donde la cultura no está dañada se tratan de mejorar las cosas, los errores también existen, pero se aprende de ellos.
La creatividad y calidad desaparecen o descienden
Cuando los empleados ven que la empresa no tiene un rumbo concreto y no mejora, tienden a ser menos proactivos, menos creativos y, en general, a hacer su trabajo peor, por lo que la calidad suele descender progresivamente.
*Nota publicada en Forbes España