Leonardo Wehe, director de Zona Franca-Parque de las Ciencias de Uruguay, explica el beneficio de las zonas francas 3.0 para empresas argentinas con mindset global.
Cuando se habla de comercio exterior en Argentina, hay un actor que no suele mencionarse (ni se lo reconoce por la relevancia que podría tener): las zonas francas. Algo que, por el contrario, Uruguay supo desarrollar de modo ejemplar los últimos 30 años: hoy cuenta con 11 de ellas, en las que operan 1.150 empresas de todo el mundo, desde Pepsico (que en Colonia montó su división WorldWide Flavors, que abastece a todas sus filiales en los diferentes sabores de sirope) hasta firmas canadienses que cotizan en bolsa gracias al negocio del cannabis medicinal como Aurora (uno de los primeros unicornios de la marihuana) o Auxly.
¿Cómo lo hizo un país con solo tres millones de habitantes y de apenas 176.000 km2 (poco más que la provincia de Córdoba)? A una política de Estado clara y consistente, se le suman otros atributos nada menores: Uruguay nunca estuvo en la lista negra de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y tiene una reputación excelente en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y hay más: Uruguay es número uno en Latinoamérica en índices de libertad de corrupción, libertad de prensa, democracia, prosperidad, calidad de vida. Y tiene un marco legal muy business friendly: las empresas en zonas francas tienen cero impuesto a la renta; no pagan IVA sobre los bienes de uso que compran nacionalmente; no pagan aranceles por materia prima o mercadería que traen del exterior; no perciben retención de distribución de dividendos a los accionistas. Todo esto se traduce en un imán de inversiones de altísima calidad en un país que nunca las hubiera visto si no fuera de otro modo, explica Leonardo Wehe, empresario e inversor argentino que hace ocho años apostó a esta tendencia del otro lado del Río de la Plata.
Wehe es director de Zona Franca Parque de las Ciencias, una inversión de US$ 44 millones que cuenta con 50 hectáreas a pocos kilómetros del aeropuerto de Montevideo y una fuerte infraestructura industrial para que cualquier empresa que quiera venir a montar una fábrica pueda conectarse al instante, apunta Wehe, y sigue: En Argentina, la zona franca es un poco tabú porque hay un concepto muy básico de lo que es, muy 1.0. En cambio, en Uruguay, hay una concepción 3.0, que se asemeja a la de países líderes en esto como Singapur o Emiratos Árabes. No se trata de atraer empresas que hagan solo ensamblaje o empaquetado (que supone un valor agregado mínimo), sino que se busca atraer a compañías que incorporen los eslabones más valiosos de su cadena productiva.
Wehe revela que la Zona Franca Parque de las Ciencias cuenta con más de 50 clientes que ya alcanzaron los US$ 300 millones en inversión propia y hay otros US$ 200 millones en pipeline. En una economía global, es clave pensar en cómo ser más eficiente al hacer un site selection. La buena noticia es que, para los emprendedores y empresarios argentinos, hay un paraíso para mitigar todos los riesgos locales (impositivos, laborales, de la macro) a solo media hora en avión, concluye.