La resiliencia en las empresas: cómo repensar y prepararse para el futuro
Marcelo Cetkovich Director médico de INECO
Marcelo Cetkovich Director médico de INECO
La pandemia del Coronavirus nos obliga a tomar medidas extraordinarias para preservar la distancia social, algo que parecía imposible para nuestra idiosincrasia. Todos nosotros sabemos que no seremos los mismos cuando esto termine, y nos preocupan las secuelas sobre nuestro bienestar psíquico y económico.
Pero al mismo tiempo se desarrolla en forma silenciosa un mecanismo de adaptación creativa que nos permite lidiar con la crisis. De forma muy rápida desarrollamos hábitos de cuidado y protección que expresan, al mismo tiempo, instinto de conservación y altruismo solidario: cuidándome, cuido a la comunidad. El trabajo a distancia se convirtió velozmente en una herramienta cotidiana. Muchas personas hacen clases de gimnasia frente a las pantallas. La higiene ha adquirido un protagonismo impensado, y así nos hemos adaptado en todos los aspectos de nuestra vida.
Estos cambios son los primeros indicadores de que la mayoría de nosotros estamos desarrollando habilidades nuevas ante la adversidad. Sabemos que nuestro organismo responde con cambios que nos permiten adaptarnos y lidiar con las demandas, a esto llamamos estrés. En los últimos años, los investigadores cambiaron el foco de la atención y comenzaron a estudiar la resiliencia, que es la capacidad de los seres humanos de salir fortalecidos luego de atravesar situaciones críticas. Convertir la desgracia en experiencia.
Muy lejos de ser una coraza que nos hace impermeables a la adversidad, la resiliencia es la capacidad de levantarnos luego de haber caído. La resiliencia sería, por un lado, una capacidad preexistente, y no todos estaríamos igual de provistos. Pero la resiliencia es también el proceso que se pone en juego cuando aparece la demanda. Los mecanismos biológicos y psicológicos que nos brindan herramientas para enfrentar y solucionar la situación, las denominadas estrategias de afrontamiento, serían parte del programa. Aquí, adquieren un rol fundamental las distintas respuestas emocionales que ocurren frente a la adversidad: miedo, ansiedad, ira, asombro, tristeza, entre otras. Reconocer estas emociones, no ignorarlas, es el primer paso que nos permitirá convertirlas en la energía necesaria para lidiar con la adversidad. Finalmente, la resiliencia también puede ser
pensada como el resultado final de haber enfrentado un desafío extraordinario y salir fortalecidos.
Frente a esta situación para la cual no estaban preparadas, las empresas han venido adaptándose como pueden. Lo que ha pasado fue inesperado, y las consecuencias reales de lo que sucede son aún desconocidas. Sin duda el COVID-19 tiene y tendrá un gran impacto no solo desde el punto de vista sanitario sino también desde un punto de vista económico y social. Este sin duda es un contexto adverso para cualquier organización. Pero hemos dicho que los seres humanos tenemos la capacidad de crecer y fortalecernos en la adversidad. Esto que llamamos resiliencia. Las empresas también pueden sin duda tener esa capacidad.
Según afirma un reporte realizado por la consultora McKinsey, aquello que fue suficiente para recuperarse de la crisis financiera del año 2008 hoy no será suficiente. En esta crisis, donde el futuro que enfrentaremos será muy distinto al pasado que conocíamos, además de dar respuestas rápidas frente a la situación, va a ser necesario algo más.
Lo que ha sucedido cambiará muchísimas cosas, desde las costumbres de las personas hasta sus formas de pensar y sus necesidades. Es probable que no volvamos a trabajar de la forma en que lo hacíamos: cambiarán las formas de trabajo, de comunicación, de pago y de reunión. Probablemente cambien las formas de vender y también los productos que se van a valorar. Según el mencionado reporte, aquellas empresas que no esperen un retorno a la situación previa, y que puedan imaginar estos diferentes escenarios y prepararse para ellos, van a tener sin duda una mayor probabilidad de éxito y de fortalecerse en esta adversidad.
Por otra parte, el COVID-19 no solo impacta de lleno en la salud física y en la economía de las empresas y las personas, sino que también afecta su salud emocional. Aquellas organizaciones que tengan en cuenta este aspecto y que cuiden a su personal, propiciando el desarrollo de recursos y capacidades que protejan su bienestar, tendrán mayores probabilidades de pararse y sobresalir en esta crisis.
En resumen, la resiliencia es la capacidad humana de enfrentar la adversidad y salir fortalecido de ese enfrentamiento. El panorama que enfrentan empresas y organizaciones es definitivamente adverso, pero sin duda trae consigo también la posibilidad de crecimiento. Aquellas empresas que comprendan que la normalidad a la que volveremos es incierta y distinta a todo lo que conocíamos, y que además valoren las diferentes y múltiples aristas de esta crisis, serán aquellas que no solo permanecerán de pie frente a estas circunstancias sino que además habrán sentado en el proceso bases más sólidas para su crecimiento.