La industria avícola celebra la baja de retenciones y apuesta a ganar mercados
En el sector afirman que la clave del despegue no pasa hoy por el dólar sino por bajar impuestos. Tras el fin de la influenza aviar en el país, se espera la reapertura del mercado chino.

El sector avícola nacional dejó atrás el lastre que representaba la presencia en el país de la influenza aviar, lo que significa que hoy los mercados del exterior están literalmente abiertos. Pero se sabe que acceso a mercados no es lo mismo que exportaciones garantizadas.

Para eso se necesita “que la macro acompañe”, señalan referentes de la industria. La decisión adoptada el pasado lunes de bajar en un 25% los derechos de exportación aplicados a las ventas externas de carnes -abarca a los cortes vacunos y también a la carne aviar-, va en el sentido correcto, y fue bien recibida por los productores y exportadores de la cadena avícola. En la práctica las retenciones bajarán del 9% al 6,75%.

El panorama sectorial empezó a cambiar hace exactamente un año. El 8 de agosto de 2023 el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) finalizó las acciones sanitarias del último brote de influenza en aves y elevó los documentos que indican que el país está libre de la gripe aviar a la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA), que formalizó ese estatus en octubre pasado.

Tras cumplir con los protocolos respectivos algunos mercados empezaron a comprar nuevamente pollos y derivados desde Argentina, y entre ellos un mercado importante como el chileno.

Y la última semana llegaron al país unos 15 representantes del organismo sanitario de Filipinas, que está auditando frigoríficos y haciendo trabajos en campo para cerrar los protocolos con el Senasa y que país pueda exportar a ese destino carne aviar, pero también cortes vacunos y de cerdo.

La ruta a Beijing

Aún falta China, que antes del brote de influenza aviar absorbía el 36% de las exportaciones”, señala Roberto Domenech, presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA). Pese a ello, aclaró que hubo varias visitas de especialistas de ese país para auditar las plantas y por lo que se sabe “se fueron en forma satisfactoria”.

El estatus libre de influenza aviar y la baja de retenciones generan expectativas favorables en la cadena de valor avícola. No sólo por las exportaciones de carne de aves, sino también por las oportunidades de embarcar más productos con valor agregado como huevo en polvo, y también yema y albúmina en polvo, todos productos muy valorados en el exterior.

Sólo para tener en cuenta, el 98% de las exportaciones de la industria del huevo son ovoproductos, y apenas el 2% corresponde a huevos frescos. El huevo en polvo se exporta a un precio promedio de US$ 7.000 la tonelada, dos veces y media el precio por tonelada que paga China por la carne vacuna (unos US$ 2.700 a valores de junio).

 

“Cada tonelada de soja que transformás en huevo (tras el proceso de producción), se vende a cuatro veces el valor, y por cada tonelada de maíz el sector le da siete veces el valor”, señala Javier Prida, presidente de la Cámara Argentina de Productores e Industrializadores Avícolas (Capia), la cámara que nuclea a los productores y exportadores de huevo.

En base a este agregado de valor, Prida sostiene que “hay muchas posibilidades de crecer”, sin embargo, advierte que “el costo argentino nos corre de los mercados”, poniendo énfasis en el costo de los fletes y los costos laborales no salariales.

El empresario sostiene que hoy la actividad “está saludable”, con unos 55 millones de gallinas ponedoras, más de un ave por habitante, lo que es un “muy buen número”, incluso en términos regionales. El consumo interno se ubica hoy en 336 huevos por habitante por año y se espera que a fin de año llegue a 352 huevos hab/año. Pero aclara que éstos son datos positivos “mientras te acompañe la macroeconomía”.

Y en relación a eventual atraso cambiario, fue categórico: “El 87% de nuestra matriz de costos está dolarizada, el maíz, la soja, las vitaminas, vacunas, energía, combustible, fármacos y genética, todo está dolarizado, así que si me tocás el tipo de cambio, no me mejorás nada. Lo que me interesa es que me saquen impuestos”, reclamó Javier Prida.

Inversiones para crecer

En cuanto al sector productor de carne de aves, como se mencionó, la apuesta fuerte es que se reabra el mercado chino. Hasta 2022 China importaba unas 95.000 toneladas anuales por unos US$ 190 millones. Pero todo cambió en febrero de 2023 cuando comenzaron los brotes de influenza aviar.

“Para volver al mercado, hay que volver con precio”, admite sin vueltas Roberto Domenech, en relación a la estrategia del sector para volver a embarcar despachos rumbo a Beijing. En ese sentido, valora la reducción de los derechos de exportación, pero la apuesta no se queda ahí.

En primer lugar, el país está diversificando la oferta exportadora y hoy no sólo se venden pollos. Países como Vietnam, y en menor medida Singapur o Malasia, demandan garras, alas y hasta harina de plumas, que se utiliza para alimentar peces. Durante muchos años el principal comprador de harina de plumas fue Chile para su importante industria ictícola.

También se exportan las barbillas y crestas de las aves, muy utilizadas en la industria de dermatológica, porque tienen gran concentración de ácido hialurónico, e incluso el guano vendido al mercado interno como fertilizante, con gran aporte de nitrógeno y fósforo.

El otro desafío clave es “desarrollar las inversiones y la reapertura del crédito para concretarlas”, explica Roberto Domenech. El empresario destacó que la producción de aves está estancada desde hace seis años, en torno a los 2,5 millones de toneladas al año.

Para crecer se requiere invertir en galpones con sistemas computarizados, renovación de aire, utilización de energías renovables, etcétera, una tecnología que permitiría mayor bienestar animal y además bajar el tiempo de crecimiento de las aves de 45 días a 41 o 42 días. La clave, indica, es que haya crédito a 15 y hasta 18 años, algo que hoy los bancos no tienen en sus carteras.

Se necesitan de 100 a 150 galpones nuevos por año y cada uno cuesta de 250.000 a 280.000 dólares”, explica Domenech, una inversión anual que podría llegar a los US$ 40 millones en la industria. No parece demasiado para un sector con gran potencial exportador.