Compró la propiedad a la distancia, sin verla más que a través de lo que Google Maps podía mostrarle, pero con la confianza depositada en su primo, que ya lo había asesorado en otras inversiones. Federico Bandini, que tiene 65 años, es ingeniero civil y está radicado en Houston desde su infancia, quería tener algo que le devolviera el contacto con su tierra natal, en Mendoza. Así nació el proyecto de la bodega homónima que hoy comanda, un poco desde lejos y otro tanto desde el propio terruño, en el departamento de Luján de Cuyo, al que visita cada vez más seguido.
Después de varios meses de haber comprado la finca vine a la Argentina, en 2014, y apenas aterricé mi primo me dice que ya había recibido algunas ofertas, que había hecho un buen negocio -cuenta Bandini a Forbes, de visita en Buenos Aires para presentar Los Muros 100 años, un blend de tintas de edición limitada-. Pero después de recorrer la finca le dije que ni loco la vendía, que era un lugar único en donde iba a plantar mis viñedos.
De esos viñedos, y de una constante apuesta en la mejora de los procesos -con una inversión en distintas etapas que alcanzará los 15 millones de dólares-, comenzaron a elaborarse las primeras etiquetas de alta gama de la bodega Finca Bandini, que puede visitarse en Las Compuertas, en Luján de Cuyo. Como todo ingeniero, Bandini es un hombre metódico, ordenado, con actitud analítica y muy observador. Aunque su relación con el vino, asegura, se basa en el conocimiento que adquirió como consumidor eximio. Simplemente sé cuando un vino me gusta, que es lo más importante, dice entre risas.
Corría septiembre de 2019 cuando en la finca se organizó una gran recepción para lanzar al mercado las primeras botellas. Todo estaba listo para arrancar con la comercialización, las campañas de márketing, de comunicación, las catas y los eventos. Pero no hubo tiempo para nada de eso, recuerda Bandini, porque a los pocos meses el mundo cerró sus puertas, y la pandemia paralizó todo. Pasó casi un año y medio para retomar la actividad, en noviembre de 2021 -dice Bandini-. Pero el terruño hizo que valiera la pena esperar. Ahora, no nos para nadie, desafía sonriente.
La historia plasmada en una botella
Con la última etiqueta presentada en sociedad este mes, Los Muros 100 años -un blend de tintas 50% Malbec, 40% Cabernet Franc y 10% Cabernet Sauvignon- Bandini quiso rescatar la historia de la finca, un predio al borde de la Cordillera de los Andes en donde se construyeron los primeros muros que contenían el paso del agua del río Mendoza, en 1922. El agua de hielo que bajaba de la montaña pasaba por esta estructura de hormigón que tenía seis compuertas -cuenta Bandini-. La fecha está allí grabada y aún se puede leer aún en las ruinas que quedan de esos muros, por eso decidimos conservarlos como parte de la historia del lugar. También la época está relacionada con la llegada de mis abuelos, que eran inmigrantes y se instalaron acá apenas unos años después del 22. Todo es muy significativo.
Hoy, Las Compuertas es uno de los distritos más renombrados dentro del departamento de Luján de Cuyo, y Bandini habla con orgullo de ese pedazo de historia que atesora dentro de los límites de su bodega. La ubicación de la finca es privilegiada, en un terruño único no solo para la elaboración de los vinos sino también por su valor patrimonial, íntimamente relacionado con la historia del agua y el desarrollo agropecuario de la provincia, aporta el empresario.
Inversión, familia y futuro
No es la primera vez que Bandini invierte en el país. Arranqué cuando el peso era austral, y a pesar de los vaivenes de la economía seguimos apostando. Pero esta vez quise involucrarme, porque la finca no es un negocio inmobiliario, es un proyecto con el que espero dejar un legado en la familia, desliza.
En materia de inversión, Bandini señala que los primeros cinco millones de dólares fueron dirigidos a la compra de la propiedad, el pozo y la construcción de una represa para que nunca falte agua, entre otras cuestiones iniciales. La segunda etapa, de otros cinco millones, estuvo más abocada a la puesta a punto del viñedo y a la incorporación de tecnología, desde el sistema de riego hasta el diseño de los tanques y los procesos de gestión de la bodega. Es un terreno con variaciones de hasta diez metros según la zona, pedregoso e irregular. Entonces suplantamos el riego por manto que había originalmente y comenzamos a utilizar riego por goteo, que es mucho más eficiente -explica Bandini-. Las parcelas que están al borde del cauce del río son pura piedra, y de allí estamos sacando nuestros mejores vinos.
La tercera etapa apunta más al turismo, por eso el ingeniero piensa en ampliar la sala de recepción para recibir a los visitantes, la cava y la casa de huéspedes. Fuimos refaccionado de a poco las antiguas construcciones que ya había en la finca. También estoy pensando en algo para mí, porque la verdad es que cada vez paso más tiempo en Mendoza. Además, la finca ya se transformó en un punto de encuentro familiar. Vienen mis tres hijos, mis nietos, mis consuegros, mis primos. Todos buscan alguna excusa para viajar a Mendoza y disfrutar del tiempo aquí. La intención de este proyecto era unir a la familia, y lo logré.
En las góndolas locales y del mundo
Sobre la comercialización del vino y su distribución, Bandini cuenta que su objetivo es abastecer al mercado local y luego mirar al exterior, donde ya comenzó a venderse el vino. La comercialización tiene tres aspectos. Lo que es Argentina, Estados Unidos y el resto del mundo. Hace poco despachamos nuestras primeras cajas a España, así que el enfoque es bien global. Y en Texas se está vendiendo muy bien, por supuesto, con un rango de precios que van desde los 15 dólares para la línea de entrada Dos Cauces, Los Muros, a unos 25 dólares, el Magno Corpore, a unos 50 dólares y el Terroir Único, un malbec que en Estados Unidos se paga unos 120 dólares. Atacamos toda la gama. Aquí, en Buenos Aires, la edición limitada de Los Muros 100 años se lanzó con un precio sugerido al público de 15.000 pesos.
Entre los sueños del empresario, está la posibilidad de sostener un crecimiento anual del 30 por ciento, y en aumentar la capacidad de la bodega hasta su máximo de producción, de alrededor de 300.000 litros. Hoy estamos cerca de los 150.000 litros, y para mí ya es una meta cumplida -dice satisfecho-. Tengo 65 años y quiero que el trabajo en la finca lo continúen las generaciones que vienen. Creo que nunca voy a jubilarme porque soy inquieto y me apasiona lo que hago. Pero en 30 años -imagina y se ríe- estaré un poco más tranquilo y disfrutaré de ver a este grupo juvenil que hoy me acompaña liderando el proyecto, concluye.