La gestión de los recursos energéticos en la Argentina generó en lo que va del siglo muchos más problemas que soluciones, al punto de condicionar a toda la macroeconomía sin distinguir gobiernos. Insumo básico de cualquier proceso de desarrollo productivo y social, una buena plataforma energética debe incluir seguridad de abastecimiento, costos competitivos, energías limpias y sustentables acordes con la lucha contra el cambio climático y una economía sectorial sana. Se podría decir que todos esos aspectos están cuestionados en el país.
A la luz de los resultados de un 2020 que cerró con una caída del 5,5% de producción de petróleo y de 8,9% de gas natural, el peso de tarifas congeladas por casi dos años que atacan las finanzas de las empresa y el agobio de los subsidios por casi US$ 6.000 millones, el ex secretario de Energía Jorge Lapeña y presidente del Instituto Argentino de la Energía (IAE) plantea la urgencia de “un cambio de rumbo que atienda los problemas no resueltos en los últimos 20 años y que vienen ahora recargados” por las consecuencias de la pandemia.
Presidente de la petrolera YPF durante la gestión de Raúl Afonsín, Lapeña cuestiona el rumbo de la compañía de los últimos años, los riesgos de su alto endeudamiento, pero sobre todo el rol que dejó vacante en la industria de los hidrocarburos, con una crítica mirada sobre los efectos que generó la apuesta a todo o nada en la esperanza de Vaca Muerta, valor indiscutido de este y los dos últimos gobiernos.
“Hay una visión negativa de la marcha de los negocios energéticos en un momento del sector del que no se puede decir otra cosa que está muy comprometido. Desde el punto de vista de los hidrocarburos, la Argentina erró la estrategia hace mucho tiempo al concentrar la producción de petróleo y gas proveniente de Vaca Muerta”, afirma uno de los mayores referentes independientes de la industria.
¿Por qué una visión tan crítica de un recurso que, si bien está pendiente de su desarrollo masivo, tiene el reconocimiento global?
Vaca Muerta, como los yacimientos no convencionales, es requirente de altos costos de inversión, de sofisticadas técnicas de perforación y de alto costo de explotación. Esto generó dos efectos. Por un lado, la elevación de los precios de la energía en el mercado interno argentino con precios que exceden los de la competencia para esos mismos productos en el mercado internacional. Es decir, hoy Argentina es un país que produce petróleo y gas caros. Pero, por otro lado, debemos preguntarnos cuán caros. Podríamos decir que el precio internacional del mercado del gas es el Henry Hub de los Estados Unidos y que oscila en torno a los US$ 2,5 el millón de BTU, y para poder vender a ese precio debe producir a US$ 1,5. Bueno, Argentina casi duplica ese valor, y por lo tanto es caro en el mercado interno y no es comercializable en el mercado internacional, ni tiene infraestructura para sacarlo ni costos competitivos para participar en el mundo. Por lo que se convierte en una desventaja comparativa.
¿Y en el caso del petróleo ocurre lo mismo?
Ocurre lo mismo. Para explotar Vaca Muerta es necesario endeudarse en dólares y requiere una corriente de inversión que tiene que venir del exterior, pero que después hay que repagar. Y en este momento endeudarse con el exterior para un país que tiene el desequilibrio macroeconómico de la Argentina es realmente oneroso y complicado. Este fenómeno también tiene el macro efecto de haber generado la crítica situación de YPF, la empresa más importante de la Argentina, columna vertebral del sistema energético que produce el 60% de naftas y de gasoil, el mayor productor de gas y petróleo, que está sobreendeudada en el orden de los US$ 8.000 millones cuando tiene un valor de mercado que no supera los US$ 1.500 millones por el valor de sus acciones. Pero esta es una situación muy complicada no solo para la empresa sino que tiñe a todo el sector. El hecho de ver tambalear a la principal empresa argentina es preocupante para el sector que está conmovido y expectante por cómo se soluciona el problema.
¿Esa deuda que se está reestructurando con éxito no es un buen punto de partida?
Desde el punto de vista político, el Gobierno actúa como un principiante. Queda claro que asumió sin un plan para YPF y complica el funcionamiento del mercado porque obliga al sector a afrontar estos altos costos y se le superpone el grave desequilibrio económico. El Gobierno declaró una emergencia general en la cual incluyó la educativa económica energética y otras, a diez días de haber asumido, e intervino los entes reguladores, pero no tenía idea de fondo para aplicar en el sector energético. Cambió dos secretarios de Energía que no se expresaron públicamente, y habla de una carencia de ideas, a lo que suma una situación complicada con el relevo del presidente de YPF que no tenía experiencia energética y va a ser reemplazado por otra persona que tampoco tiene expertise ni antecedentes el sector. Pero es cierto que todo esto está emparentado con el desmanejo del siglo XXI en una saga de desaciertos tremendos como lo fue la venta primero a Repsol, luego a los Eskenazi, la nacionalización intempestiva de 2012 y la equivocación estratégica de haber concentrado a YPF en yacimientos de alto costo sin la experiencia y los capitales necesarios.
Vaca Muerta es la estrella energética de este primer año de Gobierno, pero también de los últimos dos, casi sin diferenciar ideologías. ¿El error fue no haber aprovechado lo que aún ofrecía el convencional que es de costos más bajos?
Efectivamente, YPF fue sacada desde hace 25 años de su rol histórico de explorar, descubrir yacimientos, nuevas cuencas, incorporar nuevas reservas de bajo costo para reemplazar las viejas. Este es el corazón de la actividad petrolera, que es descubrir petróleo para poner en producción y fue algo que la principal empresa abandonó completamente a partir de la privatización de los 90, cuando se extranjerizó y sus socios eran fondos extranjeros que buscaban invertir para reproducir su dinero. Pero esto fue compartido no solo por el Justicialismo y sus diversos gobiernos sino también por la administración de Cambiemos, que apostó a Vaca Muerta como también lo hizo el Gobierno de Neuquén. Fue un error histórico de la argentina petrolera que se está pagando carísimo, muy posiblemente con el peligro de la desaparición de la empresa o de hacer un salvataje impensado.
Como no todo es gas y petróleo, ¿qué ocurre en el sector eléctrico?
En el sector eléctrico veo un problema similar porque se acerca a la bancarrota a partir de esta idea de tener petróleo y gas caro. Teniendo en cuenta que la electricidad se genera con hidrocarburos en un 60%, ofrece una energía cara que la población no puede pagar. Hoy estamos pagando la mitad de lo que cuesta generarla. Lo que estamos haciendo los consumidores de energía eléctrica, que somos el 95,5% de la población, es pagar la mitad de lo que cuesta la electricidad, y esto provoca un déficit del orden de los US$ 4.000 millones por año, que para que las generadoras no quiebren es compensado por transferencias de un Estado exhausto. Esta inyección de fondos de magnitud exhorbitante lo único que hacen es ahondar ese equilibrio macroeconómico incluyendo la emisión inflacionaria. El sector energético es un sector globalmente considerado fuera de punto en lo económico y financiero, y que sin la ayuda del Estado nacional iría a la quiebra
La economía ingresó ahora en el desafío de avanzar en el descongelamiento de tarifas. ¿Cómo se va a salir de esa situación a priori tan compleja?
No se va a salir porque el Estado no tiene capacidad de financiar nada que no sea con emisión monetaria. Lo que está haciendo es generar mas inflación, devaluar el peso y así demandar más gasto. En la medida en que se siga por esta vía, el tema no se resuelve. Lo peor es que no hay idea innovadora ni la va a haber si se mantiene el error estratégico que cometieron dos administraciones y que podrán cometer los próximos tres o cuatro gobiernos de seguir con la idea de que Argentina se salva por Vaca Muerta, que hay que poner plata en ese yacimiento con más subsidios, que no se pueden aumentar tarifas y que entonces hay que congelar y compensar con mas subsidios. El Gobierno esto no lo ve o cree que va a zafar, y en esa medida va a profundizar el error. Pero ninguna economía puede avanzar sin un sector energético que no funcione porque es el insumo básico del proceso de desarrollo económico y social. Estamos postergando el problema y la solución política.
¿Entonces la solución del problema energético es más política que económica y de disponibilidad y gestión de los recursos?
El Presidente debería explicar que tiene un problema serio, explicar el tema sin disimularlo, sin seguir viejas recetas y buscar apoyos en la clase política, sobre todo las de representación parlamentaria, para encarar un plan a medio y largo plazo. Pero esto es como tener una enfermedad y engañar el enfermo, en lugar de transparentar el problema, tener un enfermo informado y encarar entre todos la solución. El Poder Ejecutivo tendría que convocar a una solución política como se hicieron las grandes cosas de este país y validar ese apoyo en las fuerzas empresarias, la academia, para llegar a una meta acordada y terminar con muchos terraplanistas en la Argentina que creen en las soluciones mágicas.
En una coyuntura de crisis y sin esa mirada de largo plazo, ¿cómo se inserta la visión de la transición energética y el futuro de las nuevas energías?
La transición energética es una realidad. A los que creían que iban a zafar porque estaba Donald Trump en la cima del poder, bueno... La democracia más antigua y sólida del mundo resolvió el problema. Entonces, ahora hay que referenciarse en lo que hace Joe Biden, y la lucha contra el cambio climático tiene que ocupar un rol central, lo que implica una transición desde una energía carbonosa y la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas) hacia una energía que no produzca gases de efecto invernadero. En la Argentina solo tenemos el 40% de energías que no producen gases de efecto invernadero, pero los automóviles son 100% carbonosos, entonces la transición debe llegar al 2050 a una emisión neutra. Para eso hay que tener un plan energético que la Argentina no tiene.
El Gobierno anterior se dedicó cuatro años a hacer escenarios que son simulaciones de lo que puede pasar en el futuro, cuando lo que hay que hacer son pronósticos y actuar con políticas y obras. En la medida en que digamos que Vaca Muerta es la única salvación de la Argentina, evidentemente seguimos pensando que no es necesaria esta transición. Argentina tiene que modificar esto, y el Presidente tiene que aprender de Biden que al segundo día de estar gobernando cambió la dirección de su antecesor en este tema. Argentina no puede seguir sin plan energético; el Mosconi viene insistiendo con esto y los gobiernos fracasan desde Alfonsín por no tener plan energético, algunos porque no querían y otros porque no sabían.