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Javier Madanes Quintanilla
Negocios

Javier Madanes Quintanilla: "En términos de competitividad, Argentina no viene muy bien que digamos"

Florencia Radici Forbes Staff

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El presidente de Aluar y Fate, mira más allá de la coyuntura y analiza qué necesita la Argentina para volver a la senda del crecimiento: inversión, educación y desarrollo.

1 Diciembre de 2021 12.43

Javier Madanes Quintanilla, presidente de Aluar y Fate, sabe de primera mano que hacer negocios en la Argentina no es sencillo. Viene, de hecho, de semanas intensas, en las que estuvo sentado con el presidente Alberto Fernández para delinear un plan de inversión que podría superar los US$ 1.000 millones. "Hace 26 años, Aluar pagó US$ 250 millones por la concesión de la represa de Futaleufú. Se operaba con un contrato, que se empezó a cuestionar. Llevamos 10 años en los que esa discusión se fue postergando cada 6 meses. Lo que ahora acordamos es que vamos a dejar que la concesión venza en 2025 y veremos qué es lo que se hace después. Para poder seguir operando con esta matriz hasta 2025, clarificamos un paquete de inversiones que tiene que ver con resolver los problemas de restricciones de transmisión eléctrica, inversiones en el parque eólico y otra serie de desembolsos. No hay subsidios ni nada. Es respetar los contratos y poder poner la planta al 100%", explica el empresario.

Javier Madanes Quintanilla, presidente de Aluar y Fate

 Aluar quiere aumentar su producción para que eso se refleje también en sus exportaciones. En el último año fiscal, terminado en junio, facturó US$ 460 millones por los envíos al exterior. Según ese último balance, la firma facturó $ 86.728 millones y ganó $ 4.641,6 millones; un año antes, esos números habían sido de $ 95.241 de ventas pero $ 5.082 de pérdidas.

-¿Cómo están hoy las compañías después de más de un año y medio de pandemia?

-La pandemia hizo caer el nivel de actividad, en el peor momento, un 50%. Aún no estamos plenamente recuperados, estamos operando en el orden del 75%. La salida de la pandemia no va a ser muy rápida por un montón de factores. El primero es porque todavía resta salir de los protocolos que marcan restricciones en productividad. Es un poco aventurado decir que el tema sanitario ya está resuelto. Tal vez sea algo más endémico y tendremos que ver qué significa convivir con eso. Por otro lado, en el mundo se generó un proceso inflacionario fuerte durante estos dos años y hay faltantes bastante marcados de insumos. No va a ser fácilmente reparable.

-El mundo no va a volver a ser igual...

-Se está recomponiendo, y algunos países están cambiando su estrategia. China, por ejemplo, se está volcando más a su mercado interno. Hoy, la globalización va a tener sus restricciones.

-¿Eso genera oportunidades para la Argentina?

-Sí, pero las cosas hay que hacerlas eficientemente. Si queremos aprovechar la ocasión y asegurarnos ciertos bienes o poder ofrecérselos a otros, vamos a tener que poder hacerlo de manera competitiva. Y, en términos de competitividad, la Argentina no viene muy bien que digamos. Sería bueno primero revisar nuestros objetivos generales y, sobre todo, algunos rasgos de nuestra política económica, porque la oportunidad está pero hay que generar condiciones para no estar haciendo inversiones que después vayan a costo hundido.

Javier Madanes Quintanilla

-¿En qué condiciones habría que trabajar como país para generar esta eficiencia?

-El primer problema es que la Argentina se convirtió en un país un poco... renuente al capital de riesgo. Más bien, nos agrada lo especulativo. Nos parece que es más seguro estar jugando la suerte de un instrumento financiero que un proceso de capital de riesgo que lleva años desarrollarse. Con esa política, muy lejos no vamos a ir en materia de crecimiento. Por otro lado, es uno de los motivos que nos llevaron a tener costos de endeudamiento que hacen inviable tanto el rol del sector privado como el del público. Hoy más que quintuplicamos el costo financiero de cualquier país medianamente ordenado. Pretender que eso salga de recursos internos es seguir matando la actividad y hundiendo el crecimiento. Si no logramos corregir eso, revertir la caída de producto de Argentina va a ser casi imposible. Hay que tener la inteligencia de orientar los recursos a actividades que resulten prioritarias.

-¿Cuáles son esas actividades?

-Argentina tiene, en primer lugar, un déficit en materia de infraestructura que hace inviable todo lo otro. Lo primero que hay que atacar es eso. Tenemos problemas de inversión en el transporte energético. Después, hay un listado no digo infinito pero sí amplísimo, pero que también depende mucho de cómo la Argentina se vincule con el resto del mundo. En materia de política exterior, el país viene teniendo un comportamiento un poco... sinuoso. Nunca terminamos de definir muy bien con quién queremos tener una relación de largo plazo. Recién cuando tengamos todas estas variables medianamente ajustadas es de esperar que haya inversores extranjeros que vengan y su capital lo radiquen por plazos largos y no con la expectativa de estar haciendo retiros de caja todos los años, que es lo que ocurre.

-¿No hacemos estrategias de largo plazo porque nunca funcionan o no funcionan y entonces no las hacemos?

-Argentina tuvo un equilibrio distinto hace años. En lugar de avanzar y generar nuestros propios desarrollos, nos pareció que era más simple tener beneficios para tener armadurías. Se convirtió en un país ya no productor sino más bien ensamblador. Esto se resuelve, como cambio socioeconómico, con gente preparada, o sea, educación (pero un ciclo educativo es un proceso que requiere de por lo menos 15 años), y priorizar nuestros objetivos. Vamos a tener que aceptar que la recuperación del poder adquisitivo va a ser progresiva. Si tenemos paciencia y logramos transitar entre distintas posturas ideológicas y ofertas políticas, y buscamos algunos puntos de acuerdo, vamos a recuperar algo del terreno perdido.

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-¿Ves la posibilidad de ponernos de acuerdo? Desde la política, los empresarios...

-El sector empresario está desentusiasmado, por decirlo así. Es un proceso de destrucción que viene de mucho tiempo atrás. Grupos privados nacionales o radicados en el país fueron desapareciendo. Si uno compara con 50 o 60 años atrás, dudo que haya quedado un 10/15% de la burguesía nacional que existió. Puede no ser bueno ni malo, pero el que tiene más raíces por ahí los problemas los puede manejar con un poco más de entusiasmo y dándose más tiempo. El capital extranjero llega a conclusiones muy rápido, porque siempre tiene muchas más alternativas.

-¿Se puede volver a entusiasmar? 

-Es un punto de llegada, más que de arranque. Primero, vamos a tener que bajar el nivel de conflictividad interna. No digo que nos pongamos todos de acuerdo, pero bajar los decibeles.

-¿Hay voluntad?

-Hay días que uno piensa que sí, otros que no. Tampoco es un tema puntual de esta gestión de gobierno o la anterior, sino que viene desde hace mucho tiempo. Todavía no creo que entremos en un círculo virtuoso de querernos los unos a los otros. Falta pasar una cantidad de facturas. A veces no sé si son pagables, porque revisar temas de tantas décadas pasadas es una tarea compleja.

-¿Quizá es momento de mirar hacia adelante?

-Mirar un poco más hacia el futuro y reconocer que hemos cometido errores. Tiene que haber en algún momento una suerte de perdón y tapar un poco el espejo retrovisor, si no siempre volvemos sobre lo mismo.

Javier Madanes Quintanilla

-¿Ves esa posibilidad hoy?

-Somos un poco masoquistas. Por ahí vamos a tener que reeducarnos. La juventud va a tener que reeducarse. Cuando uno ve la juventud libertaria que tiene hoy la Argentina, preocupa. Va a extremos: un modelo donde no existe el Estado como expresión de deseo o donde especulativo. Y algunos, no tantos, son los que ponen el lomo y reinvierten. Cuando uno tiene un país donde el poder adquisitivo va decreciendo, la pobreza aumenta, una gran parte de esa responsabilidad se la adjudica al sector privado y otra parte al Estado. Es un proceso lógico. Si no volvemos a una etapa de crecimiento y de mejora de las condiciones sociales, la visión de la sociedad sobre el sector privado va a seguir siendo muy pobre.

-¿Cómo ves el clima de inversión hoy?

-Está en un momento muy delicado. La visión es de supervivencia y no tanto de crecimiento. Para hacer las cosas en este mundo se necesita capital, y hay muy fuertes restricciones de capital, de divisas. No veo un cambio copernicano en esto. Va a ser muy progresivo y espero que se aliente a la inversión. Hay dos temas que tienen que transmitirse como imprescindibles: la formación educativa y la inversión. Y a eso hay que darle tiempo. Antes de una década no se van a ver resultados. Pedirle paciencia a la gente después de un deterioro tan grande tampoco, por eso los liderazgos son sumamente importantes.

-¿Les cuesta conseguir personas calificadas?

-La formación de un técnico en la parte productiva se triplicó: si antes en dos meses alguien podía entrar en el circuito productivo, hoy son seis meses. En las actividades de mayor valor agregado, como la industria informática, Argentina es como una suerte de usina, un puente para hacer cosas en otro lado. Eso es lo que tenemos que tratar de cambiar. Espero que no terminemos con una mudanza generalizada de los más competentes a otros países o modelos que no sirven. Se puede volver a tentar a la gente a que se forme y progrese. Pero para eso necesitás formación académica, inversión y proyectos. Ahí es donde podremos estar a la par de otras sociedades. Sin eso, serás un país del fondo de la tabla.

Javier Madanes Quintanilla

-¿Cómo están a nivel de exportaciones?

-Aluar dejó de exportar un porcentaje importante por operar al 75%, con lo cual pasó de exportar 320.000 toneladas a 200.000. Estamos tratando de recuperarlas. En el caso de los neumáticos, nuestro mayor problema es salir de los protocolos y recuperar productividad. Los saldos exportables están muy condicionados por la producción y con algunas dificultades para la reposición de equipamiento. Es vox populi que cuesta conseguir las divisas para comprar tanto insumo como bienes de capital.

-¿Cuáles son las variables macro que más afectan el negocio?

-Lo que más nos afecta es el sentimiento de frustración por no poder avanzar con los proyectos de inversión, que se demoran o traban. Los otros temas los vas resolviendo. Lo que más afecta es la certeza de que uno va por un camino de crecimiento. La falta de un proyecto global.

-¿Cómo se genera empleo en Argentina?

-Inversión. El empleo genuino, si no hay inversión, es absolutamente imposible. Es fácil decir todo esto pero después hay que llevarlo a la práctica.

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-¿Qué 2022 esperás?

-Hablar de crecimiento o dónde va a estar parado el sector privado sin tener en claro cuál va a ser el equilibrio institucional es imposible. Si no, uno tiene fantasmas que no se disipan. La elección es importante pero es un día. Después, tenés que vivir con una gestión oficial que sea respetada y donde la transición hasta la próxima elección no sea un Vía Crucis. La Argentina se tiene que reordenar institucionalmente.

-¿Qué balance hacés de los casi dos años de gestión del Gobierno?

-La pandemia cambió todo. Eso no se puede negar. Después uno puede discutir si fue acertada o no la gestión de la pandemia. Lo que veo es que en las dos propuestas políticas que existen no hay una cohesión que al ciudadano lo deje tranquilo. Entonces, el fuego amigo está a la orden del día todo el tiempo. Eso es malo y es importante de resolver. En inversión privada estamos todavía demorados. Cuando el país recupere su capacidad de crédito, tanto económico como moral, recién ahí vas a tener un cambio de tendencia. Faltan unos cuantos meses, todavía.

-Y si se concreta el acuerdo con el FMI, y cuándo...

-Eso es un misterio.

-Después de tantos años, ¿te planteás retirarte o vender? ¿Estás cansado?

-¿Cansado? Estoy destruido (ríe). Son dos cosas distintas. Hoy pienso más con relación al interés de mis hijos en el futuro. En muchas oportunidades pude haber salido. Decidí no hacerlo. No estoy para nada arrepentido. Sí fue una decisión totalmente equivocada. Uno tiene que ser sincero, también. Las nuevas generaciones todavía pueden recuperar un poco esa apatía que generaron, pueden volver a enamorarse del país. También reconocer que uno es parte de los errores. Si no, es muy fácil decir que la culpa la tiene este gobierno, el anterior o el otro. Somos todos responsables de la decadencia en la que entramos. Si somos responsables, nos tenemos que hacer cargo. ¿Lo haremos nosotros? Tal vez. ¿Lo tendrán que hacer los chicos? Ojalá uno les infunda la voluntad, la vocación de sentirse parte y empujar.

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