Invertir en arte: oportunidades para pequeños y medianos ahorristas en un sector sin fronteras
Una de las mejores propuestas de inversión son hoy por hoy los artistas argentinos pues cotiza por debajo de su valor intrínseco representan así una oportunidad de negocio para diversificar carteras, conocer el sector; saber elegir las piezas es clave para maximizar el retorno.

Muchos lo consideran como un refugio de valor y, cada dos por tres, se anuncian ventas multimillonarias; sin embargo, invertir en arte no es tan sencillo sobre todo para el pequeño y mediano inversor, ganar dinero con él demanda conocimiento, manejar “timings” y tiempos distintos a los del mercado de capitales porque como cualquier otro instrumento sufre las crisis e incluso puede llegar a ser ilíquido, todas estas cuestiones se deben considerar a la hora de intentar sacar provecho a las subvaluadas obras argentina.

Según los historiadores, el pionero en este sector fue el francés André Level. En 1904, creó el primer fondo de inversiones. En rigor, funcionaba como un grupo de coleccionista y sindicato de arte. Se conformaba de 12 inversionistas. Por una década, la obra adquirida con sus aportes era expuesta en la casa de cada uno de ellos. Cumplido ese plazo, se la remataba. Bajo esta modalidad adquirieron 145 piezas cuyo valor se cuadruplicó al momento de venderlas.

Como se ve, las compras impulsivas no tienen lugar en este mundo. Esto sucede más aún cuando se busca una rentabilidad. “El acceso es muy simple y directo, yendo a las galería de arte. El tema más complicado es saber si se está haciendo una buena inversión o no”, reconoce Orly Benzacar, directora de Ruth Benzacar galería de arte.

Sin duda, la clave es saber qué comprar. La operación más sencilla es adquirir obras de autores reconocidos. Pero al mismo tiempo, es la más costosa. Entonces, lo provechoso es detectar oportunidades de artistas noveles.

 

“Cuando se busca hacer un inversión en arte, mucha gente recurre al exterior. En realidad, para quien tiene “buen ojo”, la Argentina cuenta con supertalentos. Además, debemos ser de los países con precios más accesibles en relación a la calidad. Nuestro mercado debe ser de los mejores para encontrar oportunidades”, señala Ana Spinetto, directora de Bada (Buenos Aires Directo de Artista) Argentina, México y Madrid.

 

Bajos precios

Por ese motivo, muchas de las obras del chaqueño Milo Lockett forman parte desde hace años de colecciones en el exterior. Sin olvidar que una composición de un argentino puede oscilar entre los 6.000 y 8.000 dólares; mientras la de un brasileño ronda entre los 14.000 y 16.000 dólares.

Como cualquier herramienta financiera, el arte sufre las crisis y la iliquidez. Debido a ello, esta inversión debe ir primero por el lado del gusto. “Siempre tratamos no solo de brindar un asesoramiento 'por mercado'. Es bueno que la obra en sí sea del interés del comprador porque si el artista no 'crece' te quedás con una pieza que te agrada”, recomienda Stefy Jaugust, curadora de arte de la galería Diderot.art.

En el 2000, se registraron muchas adquisiciones rápidas de figuras en boga en ese entonces. Eran transacciones más bien financieras, se entraba y se salía casi en un abrir y cerrar de ojos. “En cambio, hoy la mayoría compra para 'vivir' con ellas. Si surge la posibilidad de venderla y lo desea, lo hace. Esta postura demanda mirar más lo que se adquiere”, comenta la curadora de Diderot.art. 

El mundo del arte es amplio y diverso. Ofrece una multiplicidad de soportes y estilos. Así que uno de los primeros puntos a definir es en qué invertir.

“Existen colecciones enormes como la de Amalia Lacroze de Fortabat armadas 'por gusto'. Fue asesorada, pero ella no compraba porque era una inversión sino porque le gustaba la pieza. Su colección es super eclética”, declara Jaugust.

Otros coleccionistas prefieren seguir una línea. Este es el caso de Eduardo Costantini donde existe un guión curatorial, diseñado en su momento por Marcelo Pacheco.

Orly Benzacar

“En ciertos casos, existe un alto grado de especulación entre quienes realizan grandes inversiones en el sector. No piensan tanto si la obra le gusta, le da placer. Realizan un análisis y apuestan a que la carrera de tal o cual figura seguirá creciendo”,  añade Ana Spinetto.

Más que pinturas

Tal vez, las pinturas son el activo más popular. “Sin embargo, debemos considerar que los dos creadores argentinos vivos (Adrián Villar Rojas y Tomás Saraceno) consagrados no hacen cuadros. Nadie podría dudar que son artistas y que su piezas valen muchísimo”, marca Orly Benzacar.        

Por su parte, la fotografía fue ganando adeptos. “Creció muchísimo. Incluso existen ferias exclusivas de fotos”, acota la directora de BADA. Su crecimiento se refleja en que se pagó 4.338.500 dólares por una imagen del alemán Andreas Gursky, en Christie's de Nueva York.

Asimismo se puede optar por los grabados y ediciones cuyos precios son más accesibles. Algo similar sucede con las copias dependiendo de quién haya sido el autor. Otras alternativas son el arte tribal, artefactos antiguos, cerámica, porcelana, arte textil, joyería, platería, entre otros.

En los últimos años, surgieron las obras digitales y los NFTs. Los últimos son documentos informáticos que contienen metadatos sobre la autenticidad de la pieza virtual. Están confeccionados mediante cadena de bloques. Al ser este un estilo nuevo, ofrece mayores  riesgos y volatilidad.

Ante la vastedad y diversidad de esta plaza, muchos prefieren enfocarse en un período, estilo o artista específico. Aunque, como en cualquier cartera de inversiones, lo mejor es diversificar. Apostar por distintos tipos de objetos, estilos, períodos, artistas y períodos minimiza los riesgos y se maximiza la posibilidad de utilidad.   

Por lo común, el gran dilema es en qué artista invertir. Existen tres tipos: old masters, arte moderno y  contemporáneo. El primer grupo comprende los maestros europeos del 1300 al 1800 como Da Vinci, RembrandtCézanne Klimt. Sus obras alcanzan precios astronómicos en la subastas porque suelen salir a la venta muy esporádicamente.       

En tanto, el arte moderno o de posguerra se centra en mediados del siglo XIX hasta el XX. Incluye movimientos como el Cubismo, Expresionismo y Minimalismo.

De 1945 a la actualidad, se desarrollan las corrientes contemporáneas que, a su vez, se pueden subcategorizar en emergente, a media carrera y consagrado según el estadio del autor.

 El riesgo

“Si buscás un negocio seguro debés ir sobre nombres y autores consagrados. Podés entonces comprar un Van Gogh. Pagarás mucha plata por esa pieza, pero muy probablemente seguirás ganando porque Van Gogh es van Gogh. En cambio, en arte contemporáneo la inversión es inversamente proporcional al riesgo. Quiero decir: destinas poco dinero y tomas un gran riesgo”, enfatiza la directora Ruth Benzacar.

En los últimos tiempos, surgió un cuarto grupo: los artistas celebrity o figuras públicas. Entre ellos se encuentran Murakami, Damien Hirst, Kawas y Lina Iris Viktor. Reconocidos internacionalmente, sus piezas son de gran porte y fáciles de producir en masa. Marcas como Dior, BMW, Hublot o Vans se interesan en ellos tienen como una manera de promocionarse.

“Resta otra instancia. Los herederos de una figura fallecida. Esas obras salen del acervo hereditario. Por tanto se la opera en el mercado primario”, indica Benzacar.  

Según los expertos, a la hora de elegir se debe haber fijado qué tipo de porfolio será. Establecer, por ejemplo, si es una operación de corto plazo que busca una utilidad rápida, o se basa en el gusto y la revalorización a largo plazo.

Ana Spinetto

También, es imprescindible conocer en qué consiste el trabajo del artista, cuáles son sus hitos fundamentales (premios obtenidos, participación en exposiciones,  educación). Esa información  la puede proporcionar tanto una galería de arte, como encontrarla en la web.

Como en toda plaza, es necesario mantenerse informado a la hora de decidir.

Esto puede implicar leer informes, noticias del sector, concurrir a eventos y consultar expertos. Una forma fácil de mantenerse al día es recurrir a plataformas especializadas.

“Un dato a considerar es que en muchas de esos medios casi no aparecen los artistas argentinos. Están dirigidos al mercado internacional y el local es muy chico en comparación a los números internacionales”, advierte Spinetto.

Las webs más importantes de esta plaza son: The Art Newspaper, Artnet, Artsy o Saisho. 

Plaza local

“El mundo virtual ayuda. Ofrece información mundial. Sin embargo, a la hora de ingresar en un mercado debés meterte en tu realidad. De hecho, es mejor ir a una galería. Si ves ahí un artistas que te encanta, lo buscas después por Internet para ahondar”, detalla Orly Benzacar. 

Además, la realidad del autor del primer mundo es distinta a la nuestra. “En América Latina se mueve un volumen menor. Ni hablar en Argentina. Brasil cuenta con una artista viva de 60 y pico de años (Beatriz Milhazes) cuya obra tocó los 3 millones de dólares. A nivel local, no existe aún ningún creador vivo o muerto que haya llegado a esos niveles”, añade la directora de Ruth Benzacar.

Un dato a considerar: los certificados de autenticidad permiten conocer la trayectoria de la obra. Con posterioridad, esa documentación se precisará para venderla.

Es menester asegurarse de que se trate de una obra que no haya sufrido ningún tipo de daño o que no haya sido restaurada en algún punto, ya que este puede afectar su valor. Sucede lo mismo con la reputación de la galería o de la persona con quien harás negocios. ‍

Por otra parte, como todo instrumento, el arte ofrece ventajas y desventajas. Entre las primeras se destaca ser una plaza global. Más aún hoy por medio de las plataformas en línea y las subastas virtuales.

Asimismo, muchos países ofrecen beneficios fiscales para estas colocaciones. “En la Argentina, no existe una ley de desgravación impositiva de las obras de artes. La primera ley relacionado a este tema es la de Mecenazgo de la ciudad de Buenos Aires (número 6.515)”, apunta Benzacar. Esa ley sancionada en 2021 permite deducir alrededor de 5% de Ingresos Brutos.

Para el pequeño y mediano ahorrista, pesa más la lista de desventajas. La primera y principal, es el desconocimiento de la actividad y del artista. En esa misma línea está la dificultad para valorarlo. No existe una fórmula única. Depende de cuestiones como su reputación, originalidad de la pieza, condición, el escenario histórico, y otros factores.  

Instrumentos ilíquidos

Otra barrera es su falta de liquidez. Vender una obra de arte puede llevar mucho más tiempo que deshacerse de acciones o bonos. Esto significa que, en general, para lograr una utilidad se debe ser paciente. Sin olvidar la volatilidad propia de cualquier plaza.        

Stefy Jaugust

Esas fluctuaciones pueden responder a modas, la reputación del artista o de su estilo. Por estos motivos, muchos de los grandes coleccionistas se vuelcan hacia los creadores consagrados. “Brindan más seguridad. Su cotización es más elevada y estable. Ahora, comprar una pieza de quien recién comienza demandará una menor inversión. Aunque el riesgo será mayor porque no sabés qué sucederá con él”,  explica Stefy Jaugust.

El peligro de saturación es una cuestión de peso. “Sucedió que algunos artistas vendieron a precios muy altos. Después eso valores bajaron porque disminuyó la demanda, el mercado se saturó o surgió una nueva moda. Este tipo de inversiones no deja de ser una especulación salvo que compres un Picasso cuyas obras están en los mejores museos del mundo, es uno de los pintores más reconocidos de la historia. Y sus obras son escasas, porque Picasso no puede producir más”, aclara Ana Spinetto.  

Al mismo tiempo, sea cual fuera el autor y el tipo de pieza, existen costos adicionales a considerar como almacenamiento, la conservación, el seguro ante robo y daño.  

También, existen diferencias en cuanto al mercado donde se opera. En el primario están las piezas inéditas. En el secundario se revenden las obras por medio de subastas en donde se puede pagar hasta 30% más. “En esos eventos, se pujan los precios y uno puede ir a ver cómo están los valores de las obras que una busca”, recomienda la directora de BADA.

Con excepción de los Old Masters y ciertos artistas de renombre, los remates son una vía para desprenderse de obras que pierden revalorización. Distinto es en el caso de los autores emergentes. Según los expertos, su participación en una subasta puede indicar calidad.

Como sucede en todos los rubros, existen hoy galerías virtuales. Desde la pandemia, se pasó de 6 millones de dólares a 12 millones de dólares las ventas de arte por e-commerce. De acuerdo a un informe de UBS, aunque las compras online de arte aumentan 3% al año, los entornos offline siguen siendo los favoritos.

 

Venta online

 “Al igual que todas las demás, muestra galería está en pos de una experiencia física de cualquier disciplina artística. El canal digital fue la forma que encontramos para abrir la plaza a un proyecto federal verdadero tanto para autores como para compradores. Por este medio se acercó muchísima gente de todo el país. Crecimos así 200% durante la pandemia”, observa la curadora de  Diderot.art 

Por otra parte, las ferias de arte reúnen a coleccionistas, inversores y compradores. Al tiempo que también se puede comprar directamente al artista.

 

“Parte de la construcción del precio de una obra se relaciona con su circulación, con el exponerse en museo, en lugares  de legitimación En caso contrario, cómo construir su valor. No es verdad que el precio se construye solo y sube después de la muerte del artista. Hay q invertir en visibilidad. Llevarla a ferias para que los vean. Si bien el mundo teórico del arte (curadores, directores de instituciones) se mueven mucho de un país a otro, no todos llegan a la Argentina porque estamos lejos geográficamente”, subraya Orly Benzacar.

Por último y aunque no están desarrollado a nivel local, otra opción son los fondos comunes de arte (FCA).  “En cuanto a estos, considero que falta información y decisión para aprovechar una alternativa que funciona en el resto del mundo. Estamos tratando de desarrollar uno. Incluso organizamos charlas sobre el tema en el Museo Fortabat”, opina la curadora de Diderot.art

Últimamente, la tokenización dijo presente en estos activos. En estos casos se adquiere una fracción de una pieza. De esta forma, la inversión es menor.

No existe garantía alguna de que el arte incremente su valor. Incluso, una pieza puede tardar mucho tiempo en revalorizarse. Por eso, invertir en este sector puede ser lucrativo a un alto costo.

Igualmente, la utilidad de las obras de los grandes maestros puede ser menor porque se mueven menos en el mercado. En cambio, las emergentes o a media carrera posee mayores oportunidades de revalorizarse.

Renta estimada

“Existen artistas que poseen una cierta curva de crecimiento y proyección. Uno de esos casos es el rosario Lucio Fontana donde se puede saber a cuánto pueden cotizar sus piezas y el margen previsible de utilidad”, puntualiza Jaugust. De acurdo a ese tipo de análisis, figuras como KAWS o Damien Hirst podrían arrojar casi un 100% de ROI en un periodo menor a diez años.

“Por mi experiencia profesional, tengo comprobado que al coleccionar arte contemporáneo, donde se realiza una transacción baja y alto riesgo, agrupando varios creadores, si uno de ellos 'pega el salto' cubrís toda la inversión en su conjunto, obteniendo incluso una renta”,  enfatiza la directora de Ruth Benzacar.

Otro elemento negativo de este sector es que no ofrecer flujos de efectivo constante. A diferencia de los bienes raíces o dividendos de acciones, estos inversores solo obtienen ganancias cuando venden la obra por un precio superior al de la compra