Una empresa B es una organización que se compromete a cumplir con altos estándares de responsabilidad social, transparencia y sostenibilidad ambiental y social, y lo certifica a través del sello B.
Para lograrlo, una compañía debe pasar por un riguroso proceso de certificación que evalúa su impacto en áreas como Gobernanza, Trabajadores, Clientes, Comunidad y Medio Ambiente, es realizado por la ONG B Lab, que evalúa y clasifica a las empresas según su desempeño en estas áreas.
A nivel global, hay más de 8.400 empresas B en 96 países. En la Argentina, en tanto, ya son 220: representan a 30 industrias y sectores, totalizan una facturación anual de unos US$ 2.029 millones y emplean de forma directa a 23.960 personas.
“En este momento que atravesamos como país y como planeta, los modelos tradicionales que buscan optimizar el retorno económico a cualquier costo tienen que transformarse. Las empresas B miden y gestionan su impacto con altos estándares y se comprometen a la mejora continua, a poner en el centro de sus decisiones a las personas y al planeta”, señala Marina Arias, directora Ejecutiva de Sistema B Argentina, que brinda herramientas para apoyar a las empresas en su transformación hacia modelos de negocio de impacto, acompaña la certificación de empresas B e impulsa el cambio sistémico hacia un nuevo paradigma económico.
Para Pedro Friedrich, copresidente de Sistema B, “quienes diseñaron el capitalismo lo hicieron con una idea de maximizar la renta y minimizar los costos. Terminó siendo una idea muy brillante para pocos pero muy mala para el resto. El mundo está cambiando a una velocidad increíble y muchas empresas están empezando a darse cuenta de que su éxito no puede ser a expensas del planeta y la sociedad”.
En el marco del mes de las empresas B, tres compañías comprometidas con el impacto positivo participaron de una mesa redonda en la que compartieron su experincia.
Joaquín Basanta preside Agro Sustentable, una empresa dedicada a la investigación, desarrollo, producción y comercialización de productos 100% orgánicos, destinados a mejorar la calidad y el rendimiento agronómico de los cultivos, tanto extensivos como intensivos y que recientemente abrió sede en España. La compañía logró la certificación B hace dos años. “Cuando comenzamos, fue un desafío gigante”, admite. Pero su compromiso con el triple impacto llevó a la innovación en productos y prácticas comerciales.
“La certificación nos abrió puertas y nos ayudó a repensar y replantear el modelo de negocios”, agrega Matías Imperiale, director de operaciones de esta firma, que ofrece productos amigables con el medio ambiente que impulsan el desarrollo de la agricultura orgánica y sustentable.
Por su parte, Nito Anello, cofundador de Zafrán, una compañía cuyo propósito es mejorar el mundo a través de la alimentación y la inclusión laboral, para potenciar la vida de las personas, eliminar las enfermedades no transmisibles y generar un impacto positivo en el ambiente, comparte cómo, con un enfoque en la inclusión laboral y la sostenibilidad, es posible tener un impacto positivo en múltiples niveles. “Hoy somos 42 personas en Zafrán. De ellas 21, tienen una alguna barrera de empleabilidad, como víctimas de violencia de género, discapacidad, inmigrantes, personas que no saben leer y escribir. El foco acá está en los vínculos y en lo humano. Buscamos dar empleo a personas que habitualmente no lo consiguen”, agrega.
Zafrán cocina con pocos y buenos ingredientes, integrales y naturales. En 2020 lanzó Zafranito, una marca de alimentos orgánicos e integrales para las infancias, con el propósito de combatir la obesidad infantil. La compañía prioriza comprarle directamente a pequeños productores locales, que cuidan el suelo con prácticas orgánicas, agroecológicas o biodinámicas.
Por su parte, Agustina Besada, cofundadora de Unplastify, destaca la urgencia de abordar el problema de la contaminación plástica y la necesidad de regenerar océanos. Trabajando con más de 300 beneficiarios, entre escuelas, organizaciones y gobiernos para reducir su huella de plástico, Unplastify demuestra cómo las empresas B pueden liderar el camino hacia un futuro más sostenible. Con 6 años en el mercado, la firma cuenta con clientes en la Argentina, Chile, Estados Unidos, España y, recientemente, México. Natura, Carrefour y Aeropuertos Argentina 2000 son algunos de los clientes que tienen en Argentina.
“Las Empresas B lideran el camino hacia una nueva forma de hacer negocios, ya que utilizan la fuerza del mercado para contribuir al bien común. No son empresas perfectas, pero están comprometidas a transitar un proceso de mejora continua y demuestran que este paradigma es tan posible como necesario”, añade Arias.
En Argentina, además de obtener un puntaje mínimo de 80 puntos en la Evaluación de Impacto B, las organizaciones certificadas deben definir un propósito y modificar sus estatutos para protegerlo a largo plazo, comprometiéndose legalmente a beneficiar no solo a los accionistas, sino a todas las partes interesadas, como los trabajadores, los clientes, las comunidades y el medio ambiente.