La sociedad actual es híbrida producto de una mezcla desequilibrada de lo digital y lo real nacida del avance vertiginoso de la informática que trastoca casi todos los parámetros; para contrarrestar sus embates, el humanismo tecnológico cobra fuerzas para poner en el centro a las personas.
“Un montón de cosas de la vida cotidiana están embebidas de procesos tecnificados. Por eso se debe repensar el impacto diario de temas como el derecho y la brecha digital, o la protección de los datos privados. Tal vez lo más interesante es que estas cuestiones empiezan ya a estar en las agendas y las cabezas de los líderes”, recalca Guillermo Ocampos, socio fundador de Together Business Consulting.
Hoy por hoy, la inteligencia artificial (IA), el machine learning, Internet de las Cosas (IoT) y el blockchain modificaron las formas de producir. Pasó lo mismo como sucedió en su momento con la agricultura y la ganadería, la máquina a vapor y la electricidad.
“Las aplicaciones en boga reflotan la polémica de la imposibilidad de prescindir de su impacto en la gente. Esta visión no es nueva. Viene de los años 50 y se rediseñó con el paso de los años”, observa Iván Cangiano Quiroga, secretario del departamento pedagógico de Administración de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA.
La prontitud de estas innovaciones es tal que es fácil confundir este progreso como un fin en sí mismo. Cuando, en realidad, es solo un medio. “En algunas iniciativas que estudiamos con otros profesores de esta facultad nos llamó la atención cómo las personas se enamoran de la velocidad de estas transformaciones. Se olvidan incluso de la conmoción que originan en su entorno”, enfatiza Cangiano Quiroga, quien es también docente de la dirección General y subdirector del Centro de Investigaciones de la FCE UBA.
Industria 5.0
“Esta hibridez de la sociedad se debe a que estamos en un momento de cambio. No será ya una opción el uso de la tecnología en un futuro. Por ello no se habla ahora solo de la industria 4.0 sino de la 5.0 o B2H. Esta última se refiere a la relación entre el humano y lo tecnológico”, marca Gina Márquez, head de Join2Work de HR- Tech Software en alianza con ARCH Latam.
De alguna manera se intenta adoptar una visión social, humanista, inclusiva y sostenible. Esta mirada garantizará una transición reforzando los derechos de las personas.
“En el impacto ético de la digitalización gira gran parte de las cuestiones. Hace unos días leí que los escolares usan, en China, unas bandas en la cabeza para medir su nivel de concentración en clases. De inmediato me surgió una pregunta: ¿Esa práctica no es invasiva?”, puntualiza la ejecutiva de Join2Work.
Ante esos casos, algunos estudiosos reclaman un nuevo contrato social. “Organizaciones, gobiernos, empresas y otras instituciones buscan conseguir algún grado de control o norma, por ejemplo, sobre la privacidad de los datos. Se avanzó bastante, pero se viene corriendo desde muy atrás”, subraya Ocampos, quien es también colaborador de Potenciar Solidario, asociación que soporta a más de 350 ONG.
La Unión Europea, Estados Unidos y de las Naciones Unidas trabajan en el tema. En mayor o menor medida, las demás naciones se adhieren o replican esa normativa.
“Cuento con varios años en consultoría empresarial. La verdad, nunca vi tantos avances al mismo tiempo. Para unos, la tecnología disponible puede ser una oportunidad tremenda para dar un gran salto. Otros ven todos los problemas que surgen de esos cambios. En algún momento, deben converger en un punto de equilibrio”, afirma el fundador de Together Business Consulting.
En ese sentido, Carissa Véliz, filósofa del Instituto de Ética para la Inteligencia Artificial de la Universidad de Oxford, señaló la necesidad de pensar estos temas como un colectivo. “Si no actuamos de forma conjunta, no seremos capaces de protegernos. Existe mucho en juego. Nos va el futuro en ello”, acota.
Extensión y superposición
El campo de este humanismo es tan amplio como la propia digitalización. Su marco de acción se extiende a varios ámbitos. Inclusive, se superponen. Esto aumenta su complejidad.
En la 47 Conferencia anual del Instituto de Metales, sir Erich Ashby estableció, en Londres, que los desarrolladores tecnológicos debían resolver los problemas nacidos de sus adelantos. Invitó también a reflexionar sobre las implicancias de sus mejoras en la gente. Así, nació en 1947 este movimiento.
A partir de entonces, varias instituciones se crearon con el fin de impulsar este cambio filosófico. Para 2019, más de mil líderes suscribieron el Manifiesto de Viena. En él, se plantea la preocupación sobre la monopolización de la web, el aumento de opiniones y comportamientos extremistas en las redes sociales, la pérdida de privacidad y la difusión de la vigilancia digital.
“La inteligencia generativa ya se está utilizando en Wall Street. Me surgen, de nuevo, dudas de cómo impactará en los mercados financieros”, plantea Márquez.
Según la agencia de noticias Bloomberg, algunos fondos y bancas de inversión emplean IA para research, sintetizar el desempeño de las operaciones, analizar los mensajes de la Reserva Federal o predecir políticas monetarias.
En términos generales, se puede definir al humanismo tecnológico como una corriente ideológica centrada en la intersección de la ética y la innovación digital. Promueve el uso responsable de la tecnología. Se basa en la ética con el fin de lograr el desarrollo individual, la convivencia social y el progreso sostenible de la Humanidad.
Para alcanzarlo debe garantizarse al unísono los derechos de la ciudadanía y proteger el ámbito digital. Estos objetivos demandan normativas públicas y privadas.
Humanizar la experiencia
En vista que estos avances los hacen las personas ya se habla de B2H. A través de esta óptica se busca humanizar la experiencia del consumidor y del trabajador. Asimismo asumir que los seres humanos son únicos. Por lo tanto, no reaccionan igual ante una misma situación.
“Esta cuestión pesa en los ámbitos de dirección de las organizaciones. Muchas veces presionados por lograr resultados o superar a la competencia los únicos criterios que emplean son la efectividad y la eficiencia de las herramientas”, destaca el profesor de la UBA. Ante esos principios se dejan de lado, dicen, lo humano y lo ético.
“El desafío de los departamentos de Recursos Humanos es generar procesos no solo para los clientes externos sino también para los internos. Significa modificar el qué y cómo del organigrama de la compañía. Será un procedimiento complicado que demandará una mentalidad digital”, afirma Márquez.
El primer paso consiste en asegurarse que la organización cuenta con una cultura centrada en la gente. Se fomente, en segundo lugar, los fines colectivos y la mejora continua.
“Es necesario comprender que, en general, la digitalización implica cambios para el empleado, los equipos o el área de trabajo. Pueden alterar la forma de relacionarse, cambios de hábitos laborales y personales, horarios y hasta el lugar físico”, manifiesta Ocampos.
Además, las empresas deben realizar acciones formativas de su personal. La finalidad de esta acción sería tanto incorporen conocimientos tecnológicos como para conformar prácticas orientadas a la comprensión del individuo en sí.
Es necesario recordar que la irrupción de nuevas técnicas da lugar a desigualdades. Esto sucede por dos motivos. El primero, algunos ciudadanos no acceden a la tecnología y carecer de los recursos para aprender su empleo. La otra causa es simplemente no saber emplearla.
Para enfrentar ese escenario es preciso aunar esfuerzos. En ese sentido es importante estimular la colaboración y el trabajo intergeneracional. “Nuestros profesores emérito, honorarios y titulares son los guardianes del saber. En la mayoría de los casos no son expertos digitales. Durante la pandemia, creamos vínculos entre ellos y sus asistentes para salvar esa falencia. Se manejó mejor la gestión del conocimiento por medio de clases grabadas o charlas abiertas en medio de las plataformas (streaming). Se crearon además contenidos que permiten ir más allá de una clase o un evento”, recuerda Cangiano Quiroga.
Situaciones como esa se observan en todas las empresas. Por este motivo, las organizaciones deben aggiornarse. De esa renovación nacerá una nueva cultura empresarial más humana.