Gregorio Perez Companc: el plan de sus herederos para continuar con su legado y expandir su fortuna
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, “Goyo” protagonizó un rally de adquisiciones e inversiones que multiplicaron el tamaño del grupo por diez hasta acaparar más de dos puntos del PBI en ventas y una fortuna incluso superior a la de David Rockefeller.

En la figura de Jorge Gregorio GoyoPerez Companc (89), cuarta fortuna de la Argentina, se sintetiza una manera de vivir. Su muerte, el pasado viernes 14 de junio, cuando según Forbes, encabezaba un patrimonio familiar de US$ 4200 millones, resaltó una vez más su obra, a partir de no solo los más de 150 avisos fúnebres de lo más encumbrado del poder, y el espacio que le dieron los medios masivos de comunicación a la noticia sino, sobre todo, a la infinidad de mensajes de ex colaboradores, empleados, socios e incluso anónimos que se toparon con su presencia, a lo largo de las décadas, agradeciendo su simpleza y generosidad. 

Perez Companc levantó un imperio haciendo del bajo perfil un culto que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, se cristalizó con la compra y expansión de docenas de compañías hasta acaparar ingresos anuales equivalentes a dos puntos del PBI argentino para la década del '90, misma época en que su nombre se codeó con las mayores fortunas del mundo, superando incluso al propio David Rockefeller. 

Hoy, el Grupo Perez Companc reúne más de 10.000 empleados en una docena de empresas y lidera segmentos que van desde las pastas secas hasta los servicios petroleros con ingresos anuales estimados en un punto del PBI actual. Casado con María del Carmen “Munchi” Sundblad Beccar Varela (80), Goyo fue padre de ocho hijos. Margarita Perez Companc, la mayor, falleció en un accidente de tránsito en la década del '80. Jorge, Rosario, Luis, Pilar, Catalina, Cecilia y Pablo completan el team de herederos, a razón de cerca de US$ 600 millones cada uno y que, en los últimos meses, protagonizó su propia reorganización societaria.  

Fiel a su impronta, las únicas entrevistas que concedió fueron a medios especializados de agro y en las cuales jamás hizo declaraciones arriesgadas. Gregorio Perez Companc llegó a ser tildado de “el fantasma” por su nula relación con la opinión pública o “el cardenal” por su profunda fe católica que lo llevó a canalizar donaciones de toda índole a lo largo de su vida. Desde instituciones de salud, como el Hospital Austral y las clínicas FLENI, hasta centros educativos y un proyecto de parque biotemático popularmente conocido como Temaikén

Se lo supo ver en encuentros de autos clásicos, otra de sus pasiones, que sus hijos también heredaron tanto como pilotos y coleccionistas. Mientras que Goyo sumó una de las más grandes colecciones de Ford en el mundo, con al menos 100 unidades, muchas de ellas resguardadas en su propio hangar y autodromo en Escobar, algunos de sus hijos hicieron lo propio de la mano de Ferrari y Pagani, por citar apenas algunas escuderías. 

Asimismo, si las donaciones a la iglesia católica para desarrollar en Pilar el complejo Austral ascendieron a un estimado de US$ 165 millones, algunos se animan a valuar su colección automotriz en hasta cerca de US$ 400 millones. 

En la práctica, a la hora de hacer negocios, supo rodearse de los mejores asesores y construir verdaderas organizaciones de clase mundial, bajo el paraguas de Pecom. En un periodo corto se puede condensar su habilidad en la materia, cuando entre 1997 y 2002, selló la venta de sus participaciones accionarias en más de una decena de compañías, algunas ligadas al proceso de privatización de esos años, como Telecom y Metrogas, a cambio de más de US$ 3600 millones. Esa saga de operaciones también le pone un piso a su fortuna, debido a que “solo”, invirtió en nuevas adquisiciones menos de US$ 1000 millones, con la compra de Molinos Río de la Plata a Bunge&Born, por US$ 390 millones, como la más trascendente. 

Mientras tanto, se presume que gran parte de la liquidez restante, nutre aún hoy el Family Office que los Perez Companc tendrían radicado hace décadas en los Estados Unidos. Pero eso ya forma parte del terreno de las especulaciones. Hoy, el Grupo Perez Companc quedó en partes iguales repartido entre Luis, Rosario y Pilar Perez Companc, tres de los herederos naturales del clan tras lo que fue una reorganización societaria tasada en al menos US$ 550 millones, el mes pasado. 
 

El campo, su otra gran pasión 

Del mismo modo que la venta de 74.000 hectáreas agrícola-ganaderas al grupo inversor Argentina Farmland Investors, hace dos décadas, no significó la salida definitiva de la familia Perez Companc del negocio, el pasamanos de sus tierras en la provincia de Buenos Aires el último año a otra familia de renombre en el sector y el cartel de venta colgado en sus campos en Uruguay no dejará al clan fuera del rubro agropecuario. Vacas Jersey, ovejas y caballos sangre pura mantendrán a los hermanos Perez Companc ligados a la actividad. Las estancias Santa Ana y San Ramón, en la provincia de Santa Cruz, donde suman al menos 270.000 hectáreas son solo una muestra de ello. 

Asimismo, si bien la familia conserva una unidad de negocios sólida, su dominio agropecuario supo ostentar mayores superficies antes de su salida del negocio petrolero. En la operación por la cual Petrobras se hizo con Pecom Energía, en 2002, hubo tres negocios que no le interesaron a la estatal brasileña y que el convenio permitía vender a otros inversores. 

Entre esos activos se contaba el centro de explotación minera de oro y plata Cerro Vanguardia, ubicado en la provincia de Santa Cruz, que la familia vendió al grupo sudafricano AngloGold, por US$ 90 millones, incluidas sus 40.000 hectáreas. Algo similar ocurrió con al menos 169.000 hectáreas de bosques, selvas nativas y plantaciones repartidas entre Misiones, Corrientes y el Delta. Los activos forestales de la familia pasaron a manos de Alto Paraná ese mismo año por un monto estimado en US$ 53 millones. Misma cifra pagó Argentina Farmland Investors, génsis de la actual Adecoagro, por los campos de Pecom Agra, ubicados en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Corrientes con unas 22.000 hectáreas sembradas, alrededor de 57.000 cabezas de ganado, y seis tambos con 3200 vacas que, en ese entonces, generaban 22 millones de litros al año. 

La pregunta del millón es si fue acertado el timing para la venta de esos negocios agropecuarios justo en vísperas de un nuevo ciclo alcista del precio de los commodities. En teoría, la operación por la cual la familia cedió las 74.000 hectáreas agrícolo-ganaderas, al fondo que aún hoy lidera Mariano Bosch, le habría reportado una ganancia de US$ 27 millones. Esa es la diferencia entre lo que la familia pagó en los '80 y lo que obtuvo en 2002. Sin embargo, solo tres años después, volvió sobre sus pasos y desembolsó US$ 15.000 por hectárea para quedarse con dos estancias en Capitán Sarmiento y Arrecifes. La primera se llama San Javier y supo pertenecer a la familia Vázquez Iglesias para luego pasar a manos de los Cordero. Son 1000 hectáreas que Perez Companc habría destinado no solo a agricultura sino también a ampliar su negocio de cría de caballos, otra de las pasiones que comparten las mujeres de la familia.  

La misma impronta emprendedora al pie de la Cordillera fue probablemente la que impulsó al mayor de los herederos, Jorge Perez Companc, a comprar un campo inundado, en Bosch, provincia de Buenos Aires. Sus amigos llegaron a tildarlo de “criador de patos”. Sin embargo, allí, hoy, obtiene excelentes resultados agrícolo-ganaderos. Es solo parte del origen de La Gloriosa, otra empresa agropecuaria ligada a la familia, en este caso, en manos de uno de los herederos de Goyo y sus nietos. En los hechos, este grupo explota 15.000 hectáreas en el sudoeste bonaerense y hasta se animó a desarrollar un pequeño viñedo en Balcarce y, hace un par de años, sumó arándanos en Corrientes. 
 

Sus orígenes

Nació en Buenos Aires en 1934. De acuerdo a lo relatado por Luis Majul en su libro “Los Dueños de la Argentina” recién fue anotado el 23 de agosto de 1945 con el nombre “Jorge Gregorio Bazán”, hijo legítimo de Benito Bazán y Juana Emiliana Molina. Según cuentan allegados al grupo, fue Margarita Companc de Perez Acuña quien decidió incorporarlo a la familia, obligando a sus hijos a prometer que lo tratarían como a un hermano más. 

Unos años en el Colegio La Salle de Buenos Aires, lo depositaron en 1966 en el negocio petrolero, trabajando para la estatal YPF. Es en 1970 cuando ingresa a la compañía familiar, como Superintendente de Operaciones de Campo en la zona de Neuquén y, luego, como Gerente de Operaciones Petroleras. En 1978, se suma como Gerente General a la Compañía Naviera Perez Companc y, en 1982, es nombrado vicepresidente de la misma. Entre las empresas que dirigió en esa época estuvieron las siguientes: Servicios Especiales San Antonio, Petroquímica Cuyo, Minera Sierra Grande, Somargen, Petrosur, La Patagonia Compañía de Seguros, Pecom Agropecuaria y el Banco Río de la Plata, entre otras. También, participó en diferentes proyectos mineros, hidroeléctricos, petroquímicos, de telecomunicaciones, transporte y almacenaje, en el país y el exterior. Ya en 1988, consagrado como uno de los popes de la Argentina, recibió el Konex de Platino como empresario de la Industria Básica. 

Muchos antes, en 1946, los hermanos Carlos y Jorge Perez Companc fundaron la sociedad Compañía Naviera y Comercial Perez Companc, según se describe en el mismo libro. Su actividad inicial fue el transporte de maquinaria pesada y otros materiales desde Buenos Aires hacia el sur de la Argentina, lo que la convirtió en pionera del desarrollo de dicha región. Pero el comienzo de esta historia es bastante más lejano: se remonta a 1887, cuando Domingo Companc, abuelo de los fundadores, llegó a la Argentina. 

Entre 1888 y 1891, Domingo trabajó como ingeniero en la provincia de La Rioja. En 1893, se radicó en el entonces territorio nacional, hoy provincia de Santa Cruz, donde colaboró con el gobernador, general Edelmiro Mayer. En Santa Cruz, Domingo estuvo acompañado por su hija Margarita Companc, quien fue la primera profesora de francés de la zona. En 1894, a fin de poblar su campo, llevó desde Coronel Pringles, en la provincia de Buenos Aires, un arreo de ovejas, travesía que le llevó un año. En 1896, tras fallecer su padre y el gobernador Mayer, Margarita regresó a Buenos Aires y contrajo matrimonio con Ramón Perez Acuña. 

Desde entonces y durante casi medio siglo, los campos de Santa Cruz quedaron librados a la mano de Dios. En 1935, Carlos Perez Companc, hijo de Margarita, se graduó como abogado e inició juicio contra las personas que habían ocupado los campos. Obtuvo sentencia favorable a principios de los años '40 y en 1944, junto a su hermano Jorge Joaquín, médico cardiólogo, emprendieron la tarea de iniciar la organización y la población del futuro establecimiento. 

Terminada la Segunda Guerra Mundial, Carlos y Jorge viajaron a los Estados Unidos. Admirados por la potencialidad de ese país y conscientes de las necesidades de la Patagonia argentina, decidieron fundar la compañía. Por esa época, la compañía contaba con las únicas naves que podían operar con gran eficacia en las costas patagónicas, dado que no existía infraestructura portuaria. En una de esas naves, la Santa Micaela, la compañía tuvo el privilegio de transportar, en 1951, a la primera expedición científica militar que se estableció en el territorio antártico, creando la Base General San Martín en Bahía Margarita. 

A mediados de 1950, Perez Companc adquirió una importante superficie de bosques naturales en el noreste de la Argentina y comenzó la producción forestal. En 1960, intervino por primera vez en lo que fue su columna vertebral de la familia por tantos años: la industria petrolera. Lo hizo brindando al mercado servicios de intervención de pozos petroleros. Misma actividad que ahora ofrece Pecom Energía y Servicios, la pata energética mediante la cual Luis, Rosario y Pilar Perez Companc buscan volver a sus fuentes e incluso aspiran a hacerlo como productores, quedándose con las áreas convencionales que YPF puso en venta.