Desde muy chico, Thomas Kimber estuvo en contacto con los animales y la naturaleza. En su juventud, los eventos que más lo marcaron fueron las expediciones fotográficas a la Patagonia, que realizaba junto a su madre. “El contraste de estar en un lugar tan puro y luego volver a la ciudad no tenía sentido”, reconoce. En su interior, percibía que algo andaba mal.
Luego de un breve paso por Ingeniería Comercial, decidió apostar por un futuro emprendedor. A los 19 años, supo que quería modificar la forma en la que los seres humanos interactúan con el planeta y pensó que las empresas podían funcionar como herramientas de cambio para construir una sociedad más armónica con la naturaleza. “Vivir en la ciudad me mostró lo desconectados que estamos, como humanos, con nosotros mismos y con nuestro entorno. Por eso, mis comienzos fueron parte de un proceso para conectarme conmigo y con los demás, con el fin de traspasar esa conexión a nuestra empresa. Ese es un camino que aún no he terminado”.
Su primera iniciativa fue claneco.com, un emprendimiento relacionado a agrupar personas en torno a la economía circular. Mientras tanto, se puso a estudiar sobre las implicancias de los modelos económicos y a trabajar en proyectos que pudieran cambiar la lógica de los negocios. Con la idea de una economía que no solo incorporara procesos circulares sino que, además, pudiera llegar a la regeneración, le fue dando forma a Karün, una línea de anteojos de sol 100% reciclados.
Esta marca, que cuenta con tres líneas de productos (urbanos, outdoor y sports), ofrece gafas hechas con redes de pesca, cabos, cuerdas, policarbonato de lentes reciclados, focos de luces de autos viejos y diferentes tipos de aluminio (latas y tuberías de cobre) que se recolectan en Cochamó (Chile), junto a la comunidad rural. Karün significa “ser naturaleza” en idioma mapudungún (mapuche). Según Kimber, la elección del nombre tuvo que ver con la sabiduría ancestral de los pueblos originarios: “El mapudungún es una lengua milenaria maravillosa y muy profunda, que fue prácticamente olvidada por la sociedad moderna. Por eso es muy importante reivindicarla, aprenderla y honrarla”.
Kimber eligió producir los anteojos de sol en comunidades del sur de su país: “En Chile, existen muchas personas que viven sin acceso a oportunidades y que están inmersas en un modelo económico que crece de forma constante, a punta de la extracción de recursos naturales. Por eso quise trabajar junto a esas comunidades para que pudieran proteger los ecosistemas naturales y tuvieran más oportunidades e incentivos económicos correctos”.
La marca está en Chile, Argentina, más de 10 países europeos (con presencia en más de 1.500 tiendas) y EE.UU.
Por otro lado, pretendía demostrar que se podían armar modelos de negocio desde Chile igual de competitivos a nivel global pero mediante operaciones que apuntaran a un modelo regenerativo y tuvieran valor agregado. Con un capital inicial de US$ 7.000, la marca sostuvo esa cifra por más de seis meses mientras sus creadores fabricaban los anteojos a mano desde sus casas, en la comuna chilena de Calera de Tango. Ya lleva levantados cerca de US$ 15 millones.
“Estamos próximos a hacer un nuevo levantamiento de capital -dice Kimber-. Durante 2020 vendimos 11.000 pares de anteojos y esperamos cerrar este año con más de 120.000 unidades. En enero del año pasado trabajábamos 16 personas y ya somos más de 70. Para marzo de 2022 seremos 100”. La marca está en Chile, Argentina, más de 10 países europeos (con presencia en más de 1.500 tiendas) y EE.UU. Los precios de los anteojos van de US$ 69 a US$ 180.
Nuevos paradigmas
Cuando Kimber empezó con su proyecto, lo más difícil fue encontrar inversores que compartieran su visión y valores, además de una industria emprendedora poco desarrollada en Chile. Le llevó más de dos años llegar al primer prototipo. Se nutrió de artesanos, arquitectos, diseñadores e ingenieros para tratar de entender cómo hacer gafas con madera reciclada.
“El primero que tuvimos era como para Pedro Picapiedra. Estaba hecho con una madera grande y muy tosca, tallada a mano con un cincel. Era imposible de usar como anteojo”, recuerda. Y, aunque avanzó mucho, su estrategia de negocio fue siempre la misma: crear una manera regenerativa de hacer productos que funcionara de forma diferente. “Buscamos trabajar desde la colaboración, regenerar ecosistemas naturales y restaurar economías locales”, destaca. Su proyección hacia 2023 es convertirse en la marca de anteojos sustentables líder en el mundo y llegar a un millón de clientes.
Kimber está convencido de que Karün debe ser coherente, transparente y generar confianza con todos sus stakeholders, clientes, proveedores, inversores, partners estratégicos, las comunidades en las que opera y su equipo de trabajo para lograr ese objetivo. Uno de los pilares de esa estrategia es la colaboración con organizaciones y personas alineadas a sus valores. Para ello, Karün se alió con National Geographic para hacer sus anteojos oficiales, codesarrolló las gafas de la regata Volvo Ocean Race y entró en los canales de distribución de Gran Visión, desde donde pudo llegar a miles de personas en 5.000 tiendas de más de 25 países. Además, tiene a la actriz Shailene Woodley como embajadora de la marca.
Visión sustentable
Kimber decidió crear Karün por dos razones: porque las gafas son un elemento icónico dentro de la industria de la moda y porque son un medio a través del cual se puede “ver” el mundo desde otra perspectiva. “La industria de la moda es una de las más contaminantes del mundo y tiene que cambiar. Si podemos usarla como medio para comunicar un mensaje de colaboración, empatía y amor, entonces vamos a construir una sociedad mejor”, explica. Está convencido de que los anteojos son una herramienta perfecta para esparcir una forma diferente de ver el mundo y transmitir una perspectiva en la que todos los seres humanos son naturaleza.
Este año espera vender más de 120.000 unidades. Los precios de los anteojos van de US$ 69 a US$ 180.
El proceso completo de creación de las gafas se lleva a cabo bajo un modelo circular, restaurativo y regenerativo, que autodenominaron “Modelo Karün de Desarrollo Consciente”. Comienza con los Recolectores Karün, que rescatan redes de pesca, cuerdas y metales, que deterioran los ecosistemas naturales. Luego, venden esos materiales a la empresa y trabajan en conjunto para que puedan convertir sus ingresos en capital semilla y así empezar sus propios micronegocios. Dicho material es lavado, enfardado y enviado a Econyl, aliados en reciclaje, que convierten los residuos en materia prima. Finalmente, esos componentes son enviados a las fábricas de producción en Italia y Turquía, donde se arman anteojos de alta calidad. El producto terminado se envía a los clientes en un material de embalaje lo más sustentable posible.
Parte del ingreso que Karün recibe por la venta de sus productos se utiliza para financiar un programa con más de 600 emprendedores rurales en Cochamó, que contribuirá a la protección de unas 400.000 hectáreas de naturaleza prístina. Además, cuando los anteojos llegan al fin de su vida útil, la compañía incentiva a sus clientes para que los envíen de vuelta y crea nuevos anteojos con ese material. A cambio, ofrece 25% de descuento por cualquier Karün nuevo. Todo esta operación y logística permite la compensación de las emisiones de carbono.