Sebastián Atienza y Carlos Charly Aguinsky siempre fueron colegas, aun antes de conocerse. Como bartenders, se empezaron a cruzar en eventos y viajes para promocionar las marcas que los sponsoreaban. En ese entonces, Atienza era embajador de Campari y Aguinsky, del whisky Monkey Shoulder. Las actividades en común fueron el espacio propicio para forjar una amistad y, posteriormente, una sociedad en conjunto.
Si bien ambos soñaban con tener un bar propio, no pensaban en cualquier espacio, sino en un lugar que estuviera basado en el concepto de hospitalidad y servicio, que propiciara la idea de comunidad y que volviera a poner al cliente en el centro de la escena. Soñaban con un ámbito chico, apto para cualquier crisis y donde ellos pudieran tomar sus propias decisiones. Ordenar todas esas ideas devino en un nombre con reminiscencias asiáticas. Una leyenda muy conocida en los bares afirma que el bartender tiene que ser como los tres monos sabios, cuyos nombres significan no ver, no oír y no decir, explica Aguinsky. Emulando ese concepto los socios encontraron en Tres Monos el nombre perfecto para definir su marca.
Con una inversión inicial de US$ 20.000, el bar abrió sus puertas en junio de 2019. Mientras que Atienza se concentró en la operación y el producto, Aguinsky tomó la posta de las finanzas y la administración. Dos meses después, se sumó Gustavo Vocke, embajador latinoamericano de Jack Daniels, para la inauguración del estudio, un espacio donde se dictan cursos y talleres de bebidas. Desde la apertura de su local en Palermo hasta la pandemia, el local creció entre un 10% y un 12% mensual y llegó a ser número 27 de los 50 mejores bares del mundo (50 Best Bars) en 2022. Para fines de ese mismo año, la empresa facturó alrededor de $ 150 millones y actualmente ronda en los $ 30 millones mensuales. Aunque estamos en temporada baja, que va de mayo a octubre, esperamos incrementar esa cifra entre un 20% y un 25% para el verano, lo cual nos llevaría a casi $ 40 millones mensuales, afirma Aguinsky.
CULTURA DE BARRIO
El crecimiento exponencial y sostenido del local se debió, en gran medida, al valor agregado que caracteriza a Tres Monos. Ese aire de barrio que, según Aguinsky, les faltaba a los bares porteños. Encaramos el proyecto pensando en las necesidades del mercado. Antes de abrir Tres Monos, sentíamos que faltaba un bar genuino en la ciudad que no necesitara de reservas previas, contraseñas para el ingreso o un dress code. Un lugar donde hubiera quilombo y mucho rock & roll y punk, agrega.
La originalidad de la propuesta también se complementó con la autogestión, ya que los socios no solo reinvierten las ganancias en la estética del local (a cargo de la ambientadora Emilia Carranza) y en el desarrollo de la maquinaria, sino también en el producto final, lo cual les permitió generar creaciones de elaboración propia. Tres Monos produce diferentes licores, una sidra de pera y ruibarbo, y un gin clásico que puede fusionarse con diversos tragos con el objetivo de trabajar con menos marcas que provengan del exterior y crecer en términos sustentables. Esta oferta personalizada se enmarca en un espacio heterogéneo que cobija distintos rangos etarios, turistas, amigos, festejos de cumpleaños o citas. Según Aguinsky, Tres Monos recibe unas 7.000 personas por mes durante la temporada baja y casi 10.000 en el verano.
Durante su primer año de vida, la propuesta de Tres Monos cosechó premios internacionales. Unos meses después de su apertura, recibió la primera nominación de Tales of the Cocktail, una organización sin fines de lucro que reconoce a los mejores bares del planeta, y quedó en el 4° puesto a nivel mundial. En ese tiempo, también figuró como uno de los 100 mejores bares del mundo en el ranking de 50 Best Bars, que evalúa tanto los tragos como la ambientación, el servicio y el impacto en la comunidad. En 2022, ya había alcanzado el puesto 27.
UN MODELO DE VANGUARDIA
Para desarrollar los productos propios, el bar tiene un pequeño laboratorio frente a su local y trabaja con colaboraciones externas para los ingredientes que requieren mayor complejidad, como los destilados. Este diferencial nos da la posibilidad de contar una historia, destaca el responsable de finanzas. Y agrega: Para tener un gran lugar no hace falta ser 5 estrellas. Aunque no ofrecemos los whiskies más caros del mundo, sí tenemos una historia para contar de cada bebida que desarrollamos y de cada producto que compramos. Todo lo que hacemos tiene una razón detrás.
Trabajar con productos nacionales y de elaboración propia no solo permite mantener los costos controlados sino también ser más sustentable debido a un menor desperdicio de vidrio y un mayor control en los niveles de alcohol. Estamos en el 30% de todo el alcohol que usamos para elaborar cócteles y nuestra idea es seguir creciendo. Por eso buscamos apoyarnos en marcas locales e internacionales que tengan producción en el país, reconoce Aguinsky. Además, la experiencia de los socios y sus viajes facilitó la creación de una comunidad y una red de colaboradores.
Dentro de un ecosistema innovador, Tres Monos dicta talleres presenciales y virtuales de bartender desde su estudio, cuya sede está en el piso de arriba del bar. Y desde hace dos años los socios trabajan en el barrio Padre Mugica, donde brindan cursos ad honorem para formar profesionales en el arte de la coctelería y ayudarlos a lanzar sus propios emprendimientos o contratarlos en su empresa.
Bajo la bandera de 3monosestudio, llevan a cabo consultorías, eventos para marcas, asesoramientos y capacitaciones. Nos gusta la idea de desarrollar la coctelería en el resto del país, donde vemos mucho potencial. Y aunque faltan bares, se trata de una tendencia en crecimiento, sobre todo en la Argentina, que tiene una gran cultura de bebidas y aperitivos, y ese paladar amargo característico, sentencia Aguinsky.
Convencidos del futuro del bar y del crecimiento de la industria, Atienza y Aguinsky tienen como premisa compartir sus conocimientos, involucrar a sus empleados y formar una comunidad coctelera.
En una constante búsqueda de renovación y cambio, Tres Monos nunca fue una oportunidad de inversión sino un sueño cumplido. O una suerte de consecuencia obligada de sus mismos creadores.